domingo, 14 de febrero de 2010
Felipe IV de Francia
Felipe el Bello: rapaz, anticlerical y antisemita
Uno de los reyes más controversiales de la historia de Francia indudablemente fue Felipe IV, apodado El Bello por su apolínea figura y rostro angelical. Nacido en Fontainebleau en 1268 y muerto un 29 de noviembre de 1314 en el mismo Fontainebleau, este hombre pasó a la historia por ser el personaje que acabó de una vez por todas con el poderío de los fabulosos y temidos caballeros Templarios que se enriquecieron durante las Cruzadas.
Felipe había nacido mientras su legendario abuelo, el rey Luis IX "El Santo" aún era monarca galo, y le tocó la triste experiencia de perder a su mamá cuando contaba apenas con tres añitos de edad. Dado que su papá acababa también de heredar la corona francesa después de que Luis IX murió de pavorosas currutacas en el norte de Africa tras una fa-llida Cruzada, Felipe y sus tres hermanos se sintieron muy solos en poder de los criados, dado que su viudo padre poca atención les ponía. Esta soledad infantil de Felipe habría de manifestarse luego en sus años adultos.
En 1274 cuando Felipe era un mocoso de 6 añitos, su papá se casó con la bellísima María de Brabant, un mujer muy culta. María hizo traer a la corte a una preciosa niña de 2 añitos apenas, Juanita, futura reina de Navarra, para ser criada con los principitos. Cuando Juanita arribó a los 12 años de edad, ella fue matrimoniada un 16 de agosto de 1284 en la catedral de notre Dame de París con Felipe, quien a estas alturas del campeonato ya era un hermoso muchacho de 16 años. Dado que el hermano mayor de Felipe, Luis, había muerto en extrañas circunstancias (rezan las malas lenguas con la mía a la cabeza del desfile ahora que María lo envenenó), el guapo adolescente se vio convertido en el heredero del trono galo. Felipe para entonces ya sentía viva ido-latría por su legendario abuelo, y lo hizo su modelo para cuando llegara a ser rey.
En 1285 Felipe se fue de cola de su padre en un viaje al sur, haciendo campaña para instalar a Carlos, su hermano, en el trono de Aragón. Esta iniciativa era apoyada por María y apuntaba contra el actual rey de Aragón, quien era el hermano de la madre de Felipe y su hermano. Al morir su papá en octubre de 1285, Felipe inmediatamente abandonó esta descabellada aventura y corrió a París para sentarse en el trono antes que alguien se le fuera arriba con el taburete.
En 1294 Felipe IV se metió en tremendo atolladero. Durante este período de guerra entró en conflicto con el papa Bonifacio VIII. En 1296 el papa prohibió el impuesto laico al clero sin haber consultado antes a la Santa Sede. Tanto el monarca inglés Eduardo I Pataslargas como Felipe IV protestaron, forzando a Bonifacio VIII a retractarse y a aceptar la legitimidad del cobro de impuestos. Para apaciguar a Felipe IV, el papa lo apoyó en su pleito contra los flamencos, y en 1297 canonizó al abuelo de Felipe, Luis IX. Pero Felipe IV, habiendo probado que nadie podía resistirse a sus embates, volvió al conflicto con el sumo pontífice en 1301. Felipe IV era rencoroso a morir, y en 1303 Felipe IV juró que vería a Bonifacio VIII juzgado por herejía, inmoralidades y crímenes de los cuales el religioso ya había sido acusado en numerosas ocasiones. Bonifacio VIII, a estas alturas temblando de miedo, tenía intenciones de excomulgar a Felipe IV, pero el 7 de septiembre de 1303 en Anagni, el papa fue tomado por Guillermo de Nogaret, uno de los ministros de confianza de Felipe IV. 2 días más tarde una plebe libró al papa, quien murió un mes después. Los cargos contra Bonifacio VIII sirvieron como punto de apoyo para las negociaciones entre Felipe IV y el siguiente papa, Benedicto XI, y todavía aún más con el sucesor de éste, el papa francés Clemente V, quien sería recordado por haber transferido la curia papal de Roma a la ciudad francesa de Avignón.
Al alcanzar la paz con Inglaterra en 1303, Felipe IV optó por casar a su hija Ana Isabella con el heredero de Eduardo I Pataslargas, el futuro rey maricón Eduardo II. Ya una hermana de Felipe IV estaba casada con Pataslargas desde 1299, y la boda entre Ana Isabella y su amariposado prometido se dio por fin en Boulogne un 25 de enero de 1308, cuando ya su amada esposa Juana había muerto en abril de 1304. La muerte de su esposa había dejado muy entristecido a Felipe IV, llegando hasta a considerar la opción de abdicar al trono galo para irse de rey de la Tierra Santa al frente de una orden de Cruzados.
Para 1306 Felipe IV ya había expulsado a los judíos de Francia, confiscando sus propiedades y hasta el dinero que otros les debían a los hebreos.Viéndose presionado por la ausencia de dinero en su erario, Felipe IV posó sus azules ojos sobre los Temparios, y muy temprano el 13 de septiembre de 1307 hizo que sus oficiales saquearan las casas de los poderosos caballeros Templarios a lo largo y lo ancho de la Francia de entonces. Muchos caballeros fueron encarcelados y justificó esta barrida afirmando que los Templarios habían cometido numerosas fechorías y crímenes. Jacques de Molay, Gran Maestro de los Templarios desde 1293, fue arrestado por órdenes del monarca, y a partir del 13 de octubre de 1307 muchos de los altos cuadros de los Templarios merecieron muertes atroces. Los reyes de Aragón e Inglaterra no siguieron su ejemplo y Felipe IV se dio a la tarea de extricar confesiones mediante los más horrendos métodos de tortura. En 1312 el papa Clemente V disolvió oficialmente la orden Templaria y transfirió sus haberes a los eternos rivales de los Templarios, los Caballeros Hospitalarios. Felipe IV muy raudamente les cobró a los Hospitalarios sumas astronómicas que según él le debían los templarios. La saña de Felipe IV contra Jacques de Molay se vio saciada un 18 de marzo de 1314 cuando el ex Gran Maestro Templario fue llevado a asarse sin sal ni pimienta en una enorme estaca con fuego. Mientras las llamas consumían sus entrañas, Jacques gritó al rey y al Papa Clemente V citándolos para verse las caras en un tribunal divino en menos de un año. Curiosamente, tanto Clemente V como Felipe IV habrían de morir en menos de un año, como perseguidos por una maldición. Felipe IV habría de sufrir lo inmencionable al ver a sus hijas convertidas en mujeres licenciosas y depravadas. Su predilecta, Ana Isabella, estaría destinada a ser opíparamente infeliz con su homosexual marido y a ser tildada de meretriz por su aventura con el Roger Mortimer...y con el correr de los años la artífice de la deposición y asesinato de su incapaz esposo Eduardo II. Felipe IV murió en noviembre de 1314 y fue sepultado en Saint Denis. La línea Capeto acabaría cuando los tres hijos de Felipe IV murieron sin herederos, siendo llamados "los reyes malditos".
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