Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

domingo, 14 de febrero de 2010

Mataoka, la célebre Pocahontas


POCAHONTAS, PRECURSORA DE LA DIPLOMACIA MADE IN USA

Cuando le mencioné a mis alumnos de inglés del Colegio Americano que John Rolfe, el marido británico de la princesa india Pocahontas, le celebraba el cumpleaños a su mujer a inicios de diciembre aunque no se sabía a ciencia cierta si fue un 11 o 14 del mes que la bella vino al mundo, una indignada niña de 9 años me exclamó: Cómo! Entonces el John Smith y la Pocahontas no quedaron juntos a como será el final feliz de la Xica con su comendador?
Dada la historia que popularizó el estudio Disney (quien cada año no cesa de embarrarla de ayote al distorsionar tantas historias reales y buenas obras literarias) en la película de muñequitos POCAHONTAS, es comprensible la actitud de mi discípula. Pocahontas es una de las figuras indígenas que más atraen a grandes y chicos, sobre todo después que la convirtieron en una especie de heroína con figura de Claudia Schiffer negra. Pocahontas, cuyo verdadero nombre era Mataoka (Preciosa Pluma Blanca en su idioma), era la impulsiva hija del jefe Powhatan, un aguerrido caudillo nacido en Virginia. Algunos historiadores citan la fecha de nacimiento como el 11 de diciembre de 1593, mientras que otros citan el 14 del mismo mes pero dos años más tarde, como hija de la esposa predilecta del rudo Powhatan. La mamá de la muchacha al parecer murió poco después de traerla al mundo, y Mataoka se crió con bastantes libertades.
En 1608 un hombre chele, ambicioso, requeneto, aventurero y barbudo llamado John Smith arriba como gobernador de Virginia. Este hombre traía una historia de aventurero que fue capturado por los turcos en varias ocasiones, y era bueno a su pólvora. En una ocasión en que 200 indios de la tribu de Powhatan rodearon al chele y lo llevaron ante su jefe, Pocahontas tuvo lástima del inglés y lanzándose sobre él, le lloró a su papá que no lo matara, que mejor acabara con ella. Para ese entonces Pocahontas era apenas una preadolescente. Powhatan, quien se convertía en cera derretida ante las lágrimas de su adorada hija, le hizo caso y le perdonó la vida al inglés. A partir de ese incidente, los ingleses consideraron prudente coronar a Powhatan como rey de los indios para tenerle domadito, y Powhatan se tomó tan en serio el asunto que le mandó de regalo una espesa capa de piel y cuero de regalo a su colega el rey inglés de turno. Pocahontas se hizo gran amiga de los ingleses y a menudo iba a los asentamientos de ellos, donde deambulaba "como Juan por su casa."
Pocahontas incluso le advertía a los ingleses cuando a su padre le entraba ganas de darles camorra... En octubre de 1609, John Smith se vio herido cuando estalló la pólvora en su fortín y debió viajar a Inglaterra para curarse. Pocahontas quedó desconsolada al perder al primer amor de su vida. Para mitigarle el dolor le dijeron que su amado había muerto. Poco después Pocahontas fue secuestrada por los ingleses, los que pedían ciertas concesiones que Powhatan no estaba dispuesto a dar. El furioso cacique no quiso rescatar a su hija, y ella prefirió desde entonces a los ingleses.
Entre los nuevos enviados de Gran Bretaña estaba John Rolfe, un hombre ambicioso que pronto hizo buen negocio plantando tabaco. Rolfe era un viudo que perdió a su primera esposa en un naufragio. Cuando vio a Pocahontas, se enamoró perdidamente de ella y hasta le pidio la mano a Powhatan para desposarla en aparatosa ceremonia en la Iglesia de San Jorge de Jamestown, Virginia. Pocahontas se bautizó con el nombre de Rebecca y aunque el adusto Powhatan dio permiso para el enlace, se abstuvo de ir a la ceremonia. Un hermano mayor de Pocahontas la entregó en la boda en nombre de Powhatan. John Rolfe llevó a su nueva esposa a Inglaterra en un largo viaje, y la obvia felicidad del matrimonio fue uno de los muchos factores de una existosa campaña desplegada por Rolfe para incitar a los ingleses a que se fueran a aventurar al Nuevo Mundo. En 1616 Pocahontas fue presentada en sociedad en Londres. Se alojó en Chatham, y le llamaban La Belle Sauvage, la Bella Salvaje. La veían como excéntrica porque se bañaba a diario, una costumbre abandonada por la pestilente corte del rey Jacobo, quien odiaba el agua y era enemigo del jabón. El Rey la recibió amablemente, aunque no le puso buena cara a John Rolfe.
El mundo se le hizo agua a la bella Pocahontas cuando una tarde en que su marido andaba amarrando negocios, alguien tocó a la puerta. Los años le habían añadido arrugas, pero era el mismo cuerpo de sapo atlético, la barba tupida y los ojos azules que tanto adoró Pocahontas. John Smith la llegaba a visitar aún sabiendo que ya era casada y madre de un niño, Thomas. Pocahontas huyó al jardín a llorar más abundantemente que las cataratas del Niágara hasta que una criada la convenció que recibiera a John Smith. Una vez en el salón, lo recriminó por nunca haberle mandado recado, por dejarla llorarlo como si hubiera muerto. No es remoto que Pocahontas aún albergara un poco de amor por su primer amante. No se volvieron a ver más que en un baile de despedida a John Rolfe, quien ya estaba que rascaba por regresar a sus negocios de tabaco en Virginia. Pocahontas por su parte no quería regresar a su tierra, se hallaba muy bien en Londres, pero en la primavera del 1617 Rolfe casi la pesca de las mechas y la monta a un barco con rumbo a Virginia.
Una vez en camino al Nuevo Mundo, la latente tuberculosis de Pocahontas se hizo galopante y la joven mujer murió a bordo del barco. Se especula que murió estando encinta de pocos meses, yéndose de este valle de lágrimas contando con apenas entre 22 y 24 años de edad. La preciosa india fue sepultada en la iglesia de San Jorge en Virginia, el mismo templo donde se había casado. En los registros disparatados de la época no aparece como esposa de John Rolfe, sino como la cónyuge de Thomas, su hijo que entonces contaba apenas con 2 añitos de edad. En 1727 la iglesia donde yacían los restos de Pocahontas se quemó, y en 1923 el gobierno dio orden de exhumar los restos, o lo que quedara de ellos, pero nunca se pudo dar con nada.
Hoy en día, algunos historiadores la ven como una pacifista nata que siempre medió entre su gente y los ingleses, siendo una precursora de los diplomáticos de hoy en día. Otros la calumnian como traidora a su pueblo, al igual que la Malinche de Cortés. Sin embargo, la figura grácil y dulce de la gentil princesita que tenía no uno sino 8 mapachines de mascotas (Meeko apenas era el más glotón, y existió en realidad) además de un osezno de escolta sigue hechizando a grandes y chicos independientemente que los estudios hollywoodenses hayan hecho un manchón a-lo-top-model de ella.

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