Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 16 de enero de 2010

los borrachos de la historia


LOS ALCOHÓLICOS MÁS CONNOTADOS DE LA HISTORIA

Tras presenciar el tristísimo espectáculo dominical de ver a varios atletas aficionados empinando la botella en un automarket a las 9 de la mañana como si la cerveza se acabaría pronto, entre ellos un comerciante comenzando a hacer un striptease con su sudada camiseta, varios abstemios me solicitaron que hiciera mención de los "bolos" más consuetudinarios de la historia. La bebida ha sido raíz de problemas desde la antigüedad. Filipo II de Macedonia ya estaba con buenos vinos entre pecho y espalda cuando celebraba su boda con una jovencita, y fue asesinado en dicho banquete. Entre los romanos, Nerón y Cómmodo se destacan por su gran gusto por el vino. La borrachera que pescó el pavoroso rey huno Atila tras desposar a la adolescente Ildico ocasionó que se fuera al lecho tan ebrio que no pudo ejercer su derecho marital. Pero esto no fue lo peor estando tan bolo que perdió el conocimiento, Atila tuvo un sangrado de nariz y se ahogó en su propia sangre, muriendo de la forma más irónica, en su propio lecho y no en el campo de batalla donde forjó su fama de gran guerrero.
Juan Sin Tierra, uno de los reyes más odiosos que ha tenido Inglaterra, era bueno a empinar el codo, y aprovechando la bolenca, metía aparatosas palizas a su bella pero infiel esposa Isabella de Angulema. So pretexto de estar borracho, ataba a los amantes de su esposa al pie de la cama y procedía a sopapearlos delante de ella. Si Isabella gimoteaba, le llegaba su turno de ser la pera de boxear de su beodo marido. No sería el único monarca aficionado a la bebida. Selim II del Imperio Otomano, hijo del incomparable Solimán el Magnífico, pasó a la posteridad con el apodo de El Borrachín porque a pesar de que el Corán prohíbe a los islámicos beber licor, el rubiecito Selim desde adolescente se hizo bolo. Reza la leyenda que atacó a Chipre para poder abarcar esa isla como posesión turca dado que ahí se producían excelentes.
El alcoholismo de Selim II le llevó a un estado de indolencia tan grande que jamás comandó sus tropas en persona a como habían hecho sus ancestros, y la Batalla de Lepanto fue un desastre para los turcos mientras Selim en su alcoba bebía como si el vino fuese a acabarse al día siguiente. En Portugal, Alfonso el Loco era tan bueno a su cerveza y vino que nunca probaba agua. Este tarado monarca fue depuesto por su hermano Pedro, quien además le quitó a su francesa y traidora esposa. Pedro I el Grande de Rusia no se quedaba atrás en su afición al vino y la vodka. Cuando estaba ebrio, era preciso llevarle a su segunda esposa Catalina (la ex prostituta Martha Skavronskaya) para que sirviera de amansalocos. Pedro con tragos de vodka adentro era el ser más violento que uno pueda imaginarse. El último rey egipcio, el vicioso y fofo Farouk, fue un hombre que jamás se resistió a los vapores etílicos. Tras perder su trono, daba asco y lástima en las fiestas internacionales.
El alcohol causó estragos entre grandes intelectuales y genios de todos los tiempos. El gran compositor germano Cristoph Willibald Gluck adoraba el jerez, y fue una copita de vino la que le aceleró su muerte cuanto desobedeció la orden de su doctor de abstenerse de la bebida. Otro gran compositor cuya vida se vio arruinada por la copa fue el genial pianista y militar ruso Modesto Mussorgsky, autor de Cuadros de Una Exposición y la ópera Boris Godunov. Perteneciente al grupo de los 5 nacionalistas, Mussorgsky murió de cirrosis después de una atormentada vida con la copa en la mano. La bailarina y cortesana irlandesa que se hacía pasar por española Lola Montez acabó su agitada vida en el barrio peligroso de Hell's Kitchen, en Nueva York, con una botella de aguardiente en la mano. Sola, pelona, sifilítica y pobre, Lola Montez se sumió en los placeres de Baco para tener uno de los finales más tristes de la historia .
Edgar Allan Poe, gran cuentista, poeta y periodista empírico norteamericano a quien se le acredita la paternidad del cuento moderno de horror, era tan aficionado a la bebida que cuando falleció un 7 de octubre de 1849, estaba tan bolo que no se percató que se iba de este valle de lágrimas. Antes de morir, sus amigos le encontraron tirado en un charco de una calle de Baltimore. Admirador de la obra de Poe fue el gran bardo galo Charles Baudelaire, autor de Las Flores del Mal. Baudelaire durante toda su vida fue un bohemio a quien el vino volvía loco, y su salud se fue minando a causa de los estragos de los vapores etílicos. Los compatriotas de Baudelaire, Paul Verlaine, y Arturo Rimbaud, tampoco se quedaban atrás en sus libaciones.Adorador de Baco, cuando Rubén Darío quiso conocerlo en París, Verlaine andaba "en el cañaveral" . El mismo Príncipe de las Letras Castellanas, aunque no nos guste admitirlo a nosotros sus paisanos, era tan bueno al vino que al final de sus días se vio muy mal de una cirrosis galopante.
En Estados Unidos, la poetisa pelirroja Edna Saint Vincent Millay descargó cantidades navegables de whisky garganta abajo, y le hacían fuerte competencia en el tarro los novelistas William Faulkner y Scott Fitzgerald. Para colmo, el novelista y periodista empírico Ernest Hemingway era diabético y aunque su médico le prohibía el licor, el protomacho rudo que era Hemingway no hacía caso. Otros genios cuyas vidas se vieron destruidas por el alcohol incluyen al pintor francés Henri Toulouse-Lautrec , la cantante francesa Edith Piaf y la balletista rusa Natalia Toumanova, quien además fue amante del zar Alejandro II.
Entre los gringos más aficionados a la bebida estuvieron la beldad Evelyn Nesbit, quien acabó su triste y agitada existencia siendo una vulgar guasimbora que hacía cualquier cosa por una copa más, y el general y presidente Ulysses Grant, quien dejó que miembros de su gabinete hicieran barbaridades mientras él empinaba el codo con botellones de whisky en la Casa Blanca. La gran cantante hollywoodense Judy Garland también dejó un recuerdo salobre al haber perdido su lucha contra su galopante alcoholismo, al igual que la rockera Janis Joplin, quien incluso abusó de drogas. Mustafá Kemal Ataturk, el dictador que modernizó a Turquía tras la I Guerra Mundial cuando se desmoronó el Imperio Otomano, era un gran aficionado a la bebida. Sin embargo, su alcoholismo jamás interfirió con sus quehaceres de estadista, y nunca se ausentó de su escitorio por culpa de una "goma".
En Nicaragua, muchos alcohólicos han habido a lo largo de su historia, pero es a Urcuyo Maleaños, el presidente más breve de Nicaragua tras la huida de Somoza Debayle en 1979, a quien se le atribuye el haber estado sentado sobre una cajota de whisky al momento en que los sandinistas se tomaron el poder.

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