Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 23 de enero de 2010

samotanas del trono portugués


LAS SAMOTANAS DEL TRONO LUSITANO

A lo largo de la historia, los escándalos y desatinos de los reyes portugueses han sido materiales como para telenovela, ya que entre buenos monarcas y malos soberanos, Portugal (llamado Lusitania cuando era provincia del imperio romano) ha tenido de todo un poco.
A Enrique, quien reinó entre 10085 y 1139 se le adjudica la creación de Portugal en las bases de reino. Fue durante el reinado de este monarca medieval que los temidos caballeros Templarios se vieron fundados como orden, y posteriormente procedieron a establecerse en Portugal. Su sucesor fue Alfonso I, conocido como Alfonso Henríquez, y este señor se dio a la innoble tarea de pelearse con los sarracenos, logrando extender su reinado hasta el sur de Portugal. Si bien es cierto que durante su mandato hubo prosperidad de los Templarios, quienes engordaron sus arcas, a los pobladores tanto enriquecimiento de la orden la cayó como caldo de sapos verdes. Por lo menos los Templarios habrían de sacar la cara en la Batalla de Tomar cuando Sancho I, sucesor desde 1185 de Alfonso I, se vio sitiado por los moriscos. El sucesor de Sancho, Alfonso II, lograría reconquistar el Alcázar do Sal con ayuda de los Templarios. Sancho II, quien inició su reinado en 1223, fue un monarca débil y su pusilanimidad solo le mereció ser destronado por su amable hermano. Alfonso III el Valiente conquistó el Algarbe sacando a los moros como monos en desbandada, y gracias a él Portugal tuvo un período de avance cultural. En 1279 llegó al trono Denis el Granjero, quien llevó a cabo numerosas reformas y jamás se permitió a sí mismo engordarse pues tomaba parte activa en la dirigencia de sus huestes. Fue durante su reinado que los Templarios cayeron del poder, cuando en Francia el guapo rey Felipe IV el Bello hizo asar en una estaca al gran maestre de la orden Jacques de Molay y también confiscó todos los bienes de la orden acusándolos de toda suerte de cochinadas, desde herejía hasta sodomía. Alfonso IV intentó ser un buen rey, y su valor en las batallas fue reconocido, pero la peor que le tocó vivir fue en el seno de su disfuncional familia, cuando su hijo Pedro se enamoró como colegial de Inés Pirez de Castro (la ex dama de compañía de Constancia, segunda consorte de Pedrito).Alfonso IV odió a primera vista a Inés y la mandó a descuartizar delante de los hijitos de ésta. Pedro se sintió tan dolido al perder a su amada tercera esposa(se habían casado en secreto>) que se fue a la guerra contra Alfonso IV sin importarle que fuese el autor de sus días(y también de sus angustias añadiría yo.)
El hermoso Pedro pasó a la historia con el sobriquet de Pedro el Severo, ya que fue un hombre quien aborrecía la corrupción (cuánto le necesitamos en Nicaragua, señores!) y dotó a Portugal de un buen número de leyes justas y sensatas. Sin embargo, a nivel personal Pedro fue un hombre entristecido y amargado tras el asesinato de su idolatrada Inés. Tomó venganza contra los asesinos de su mujer, y al ser coronado, exhumó a la finada, la vistió de ropas reales, le puso el anillo real y exigió que sus nobles le rindieran pleitesía al pobre cacaste de Inés. Su sucesor fue Fernando I, quien era hijo de Constancia Manuel (la segunda consorte), y por ser tan cuaco y gentil acabó siendo un rey muy negligente. El guapo Fernando padecía de la misma erotomanía de su padre Pedro, y se enamoró tanto de Leonora Téllez no solo la arrancó de su marido para casarse con ella (a como hizo Augusto César con Livia, la mamá de Tiberio, durante el Imperio Romano) sino que repudió a una princesa castellana para poder estar con su amante, y este rechazo de la princesita trajo consigo una guerra contra Castilla. Tras la muerte de este rey, Leonora fue regente calentando el trono para Beatriz, la hija de Fernando, quien acabó casada con Juan de Castilla. Este arreglo le supo a diablo con chile a los portugueses, quienes detestaba a la regente y a su descarado amante el Conde de Ourem (este gigoló acabaría asesinado ante los aterrados ojos de la mismita Leonora).
Cuando este descalabro acabó, asió el trono Joao I, quien sí era hijo de la asesinada Inés. Fue el fundador de la real dinastía de Avis al casarse con la inglesita Felipa de Lancaster, con quien tuvo seis hijos, entre ellos su sucesor, y uno llamado Fernando, quien acabó su vida como cautivo de los moros. Entre sus hijos se destacó el formidable cuarto vástago: el príncipe Enrique el Navegante.. Aunque este Enrique jamás pisó navío para viajar, fomentó la exploración dotando de buen caudal de plata para que grandes navegantes fueran a saquear tierras lejanas. A Joao le costó mucho estar en el trono, pues aunque fue confirmado como rey por las cortes de Coimbra, los castellanos en dos ocasiones manifestaron su descontento y dos veces invadieron Portugal, llegando a sitiar Lisboa. Joao fue un rey relativamente tolerante en cuanto a las religiones, y aunque metió a los judíos a un ghetto, no les confiscó nada ni los mató. Duarte, el segundo hijo de Joao y hermano de Enrique, acabó ciñéndose la corona de Portugal por un tiempo, pero jamás fue tan amado por su pueblo a como fue Enrique. Duarte fue todo un intelectual y filósofo, piadoso, íntegro y con gran sentido del deber hacia sus súbditos. Siendo indeciso y poco práctico, su reinado fue breve y turbulento. Le hizo caso a su hermano Enrique el Navegante cuando éste le propuso una expedición contra Tángers, la cual acabaría desastrosamente. El que pagó el pato de la fiesta fue el príncipe Fernando, hermanito del rey. Fernando fue capturado y remitido al tabo en Fez, donde murió preso. Este fracaso amocepó a Duarte, su salud se resintió y murió en Tomar.
Alfonso V fue apodado El Africano, y tenía solo 6 años cuando su papá murió de purita aflicción. Duarte cometió el error de dejar la regencia a su esposa Leonor y no a Pedro su hermano. Pedro, quien gozaba de popularidad, fue nombrado regente por las Cortes. Como regente mientras Alfonsito crecía, Pedro se ocupó de la reformulación de las leyes, un trabajo que dejó pendiente Duarte. Al arribar a los 14 años, Alfonso quiso librarse poco a poco de su tío, aunque al inicio le pidió que siguiera de regente. Pero el astuto Duque de Braganza hizo que el joven Alfonso se enemistara con su tío y pronto la violencia estalló. Pedro fue asesinado en mayo de 1449.
Alfonso V murió en 1481, y su hijo Joao II llegó al trono a tiempo de apoyar los descubrimientos, patrocinando la expedición de Bartolomé Dias para navegar por
el mundo.
Uno de los tronos más similares a una silla musical fue el de Portugal, el cual tuvo sentado sobre sí a monarcas desastrosos, y soberanos eficientes.
Tras la muerte de Joao II, la corona pasó a su primo, Manuel el Afortunado, quien construyó una era dorada portuguesa a costillas de exprimir y perseguir a los judíos hasta la expulsión de los mismos en 1498 (quizás siguiendo el mal ejemplo de sus vecinos los Reyes Católicos de España) pero todo lo justificó aduciendo que era muy religioso. Este fue el rey que puso la plata para que Vasco Da Gama llegara a la India pegando gritos y Pedro Álvarez Cabral descubriera Brasil, reclamando este territorio para Portugal. Se establecieron relaciones durante su reinado con China y Persia, y emitió una serie de leyes en un código que hoy lleva su nombre todavía. Fue patrono de las ciencias y artes. Formó el imperio portugués y cuando no estaba mandando a sus barcos a saquear a las colonias recién anexadas tuvo tiempo para manufacturar a la hermosa, pelirroja y libidinosa Isabel de Avis, quien acabó matrimoniada con su barbudo primo español Carlos I.
Sería Joao III, el hijo de Manuel, quien promovería los asentamientos de portugueses en el Brasil para comenzar la brutal colonización del coloso virgen, introduciendo la Inquisición a Portugal para garantizar la uniformidad religiosa, pues los judíos y musulmanes le daban rasquiña al muy racista. Sin embargo, cuando estiró la pata en 1557 Portugal ya venía cuesta abajo y de rodadas como poder político y económico. La decadencia continuó bajo el rey Sebastián, a quien al parecer le sentó muy mal portar el mismo nombre que el santo asaetado, pues el pobre monarca estaba destinado a caer en combate durante una expedición contra Marruecos en 1578 cuando andaba metido en lo que no debió haberle importado. Para sal de Portugal, el cardenal Enrique de Avis fue el sucesor de Sebastián. Enrique había sido educado para el sacerdocio y lo habían hecho cardenal en 1545.Había actuado como regente durante las ausencias de Sebastián, pero tuvo el mal tino de no tener hijos(cuando muchos sacerdotes los tenían a escondidos y luego los llamaban sobrinitos).Al no dejar herederos en 1580, la dinastía de la Casa de Avis se acabó.
Al fallecer este sotanudo, se armó el pleito. 7 pretendientes al trono aparecieron, entre ellos el grotesco, hipócrita y nefasto Felipe II de España, quien era descendientes del rey Manuel porque Isabel, su mami, era hija del monarca en cuestión y portaba el apellido Avis de soltera. En 1580 este imbañable monarca con rostro de chocoyo empachado se dio el gustazo de hacerse llamar Felipe I de Portugal y con él en el trono se acabó la autonomía lusa. Felipe manejaba Portugal como administrador a distancia de granja. Cuando el mojigato Felipe II fue a patear a los infiernos, sus sucesores Felipe III y Felipe IV habrían de tratar a Portugal como la pariente pobre de la familia, y al pueblo como sirvientes. Ambos fueron olímpicamente odiados.
Joao IV en 1640 sacó corriendo a los españoles usurpadores y entre 1649 y 1654 Portugal pudo avanzar en su pleito contra los holandeses al ganar varias batallas cerca de las costas brasileñas. Pero Alfonso VI como rey fue un sonoro desastre. Nació deforme, tarado, loco, criminal y cochino y aunque lo casaron con una bella pariente del rey Luis XIV, la dama en cuestión y Pedro-hermano menor de Alfonso-lograron enamorarse, matrimoniarse, echar al exilio a las Azores y luego al tabo a Alfonso y deponerlo. Pedro II, conocido como el Robatrono, asió la corona para sí en 1667.Joao V llegó al trono tras la muerte de su padre Pedro, pero en 1750 fue sucedido por el inepto y haragán José Emmanuel, quien gustaba del bacanal mas no de gobernar. Como resultado José era un monigote en manos del estadista Sebastián José de Carballo, Marqués de Pombal. Al acabar el reinado del pusilánime José en 1777, quedó en el trono María I, su hija. María salió huyendo de Portugal cuando Napoleón Bonaparte se comió de un bocado la península ibérica, y todos estos Braganzas fueron a posar a Brasil. Al llegar al exuberante Brasil, María le temió a los negros que salieron a recibirla y dando gritos, juró que ya estaba en los infiernos y los morenos eran los diablos venidos a pincharla. María acabaría más loca que una cabra que almorzó con hongos y en 1792, su hijo Joao VI firmó sus documentos y 5 años más tarde se convirtió en su regente mientras la vieja loca corría por su palacio dando gritos como loba mal tirada. Con la huida de los Braganzas a Brasil, nacería otra rama de esta casa real al convertir al país sudamericano en un Imperio que florecería bajo las riendas de Pedro I y Pedro II como emperadores tropicales, mientras Joao regresaría a Europa a reasumir el trono lusitano luego que la estrella invasora de Napoleón Bonaparte se apagara.

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