viernes, 15 de enero de 2010
en la variedad está el gusto
EN LA VARIEDAD ESTA EL GUSTO
Hace poco, una alumna de historia me preguntaba si era cierto que la reina Isabel II de España manufacturó al hermosísimo Alfonso XII fuera de la cobi¬ja matrimonial. En realidad, a lo largo de la historia ha habido señoras cuya líbido descomunal las ha llevado a cosechar un buen número de aventuras sexuales como para sonrojar a cualquiera.
Dos reinas africanas destacan en su gusto por la variedad en cuanta a machos se refiere: Cleopatra VII Filopator, quien no solo fue la amante de Ju¬lio César y Marco Antonio, sino que también se le adjudican otros cuantos concubinos; Ana Nzingha de Ndongo y Matamba, quien luchara contra los colonialistas portugueses y fuera una de las mejores comandantes militares de toda la historia tampoco pensaba mucho a la hora de sustituir a un hombre por otro sin lujo de boda o divorcio.
Una de las doñas que más hombres coleccio¬nó fue Julia, la bella hija del mandamás roma¬no Augusto. La muchacha parecía pensar con la entrepierna y no con la cabeza, a tal punto quo su padre se avergonzaba de la vocación de cacería sexual de la chica y hasta la alejó de sí para no vivir en eterno bochorno. No se¬a única dama romana en ser coleccionista de hombres. Mesalina, la joven esposa del emperador romano Claudio, era tan insaciable entre cobijas que en una ocasión retó a la me¬retriz más famosa de Roma a un singular con¬curso: ganaría la que lograra cohabitar con el mayor número de machos en un día. Mesalina le ganó a la ramera logrando cópulas con 25 hombres diferentes en el plazo fijado.
Faustina, la hermosa esposa del emperador - filósofo romano Marco Aurelio, fue otra mujer que coleccionaba aventuras sexuales. En aquellos entonces era común que linajudas matronas romanas contrataran a los más guapos gladiadores para combates nocturnos en la batalla del amor, y se cree que Faustina en¬gendró al degenerado Cómodo con uno de esos cernícalos y no con el bonachón y cornudo Marco Aurelio.
De la Edad Media, quizás la más libidinosa de las mujeres fue Leonor de Aquitania, quien primero fue reina de Francia por su boda con Luis VII, un santurrón que la aburría, para verse repudiada por él al descu¬brir que se las pegaba hasta con el tío. Leo luego pasó a ser reina de Inglaterra al robarse la cuna de Enrique II, quien era 11 años menor que ella cuando se casaron. Cuando Enrique comenzó a darle queha¬cer con otras, ella no se quedó atrás y sedujo hasta pajes apenas núbiles y hasta un esclavo sarraceno.
Leo no logró ser superada por su nuera Isabella de Angulema, quien tras desposar contra su voluntad a Juan Sin Tierra, cubrió de cachos la coronada testa del odioso monar¬ca. Juan sin Tierra, ofendido por la lujuria de su mujer con otros, apre¬saba a los amantes de ésta y los hacía azotar colgados de la cama de Isabella. En la Italia renacentista, pocas mujeres tuvieron la notorie¬dad de Lucrecia Borgia, la hija bastarda del papa Alejandro VI.
Aun¬que estuvo casada en tres ocasiones nomás, Lucrecia llevó una vida tan licenciosa que en una ocasión hasta practicó el incesto con su propio padre durante una orgía realizada en los palacios de la Santa Sede.
Margot de Valois, hija del rey galo Enrique II y hermana de tres reyes franceses Fue conocida por sus numerosas pasiones y escapadas subidas de tono. Aunque la casaron por motivos políticos con el futuro Enrique lV de Francia, tuvo más de 75 aman¬tes y aún estando en la tercera edad, gustaba de seducir a pajes apenas adolescentes. No se le quedaba atrás en su búsqueda de place¬res la hermosa noble inglesa Lady Jane Ellen¬borough, quien fue una genuina dama escarla¬ta del siglo XIX. Reinas como Ma. Luisa de Es¬paña, quien siendo la esposa del sonso Carlos IV logró que su propio esposo nombrara primer ministro a su favorito Manuel de Godoy. Ma. Luisa tuvo incontables amantes a plena vista y pa¬ciencia del público, siendo precedida en esta dudosa distinción por Isabella de Avis, la con¬sorte de CarIos I de España). Isabel II de Es¬paña en efecto concibió al rey Alfonso XII en un affaire con Enrique Puigmoltó y Mayans, y tras parir al ansiado varón siguió coleccionan¬do machos de la especie para su lecho. María de Rumania, nieta do la pudibunda reina Vic¬toria y esposa del rey Fernando de Rumania, tampoco ocultó que le gustaba cambiar de pa¬reja a menudo. El pueblo rumano hasta hacía chistes acerca de la pasión de Maria por las aventuras.
No solamente las reinas tuvieron licencia para dar rienda suelta a su gusto por la variedad masculina .Unas cuantas mujeres de talento y genio fueren muy prolíficas en aventuras.
Alma Schindler, la malcriada esposa del gran compositor judío Gustav Mahler, también fue una de las mujeres que más amantes tuvo en la historia. Estando casada con cada uno de los esposos que tuvo, solía tener un establo de amantes, al igual que la judía rusa Lou Andreas SaIomé, quien fuera la querida del filósofo alemán de la teoría del superhombre, Federico Nietszche. La gran bailarina norteamericana a quienes consideran la madre de la danza contemporá¬nea, Isadora Duncan, fue otra partidaria del amor libre. Se cree que anduvo por unos 50 amantes, otros le calculan más. Otras libi¬dinosas gringas fueron Jennie Jerome, la bel¬dad adinerada qué acabó siendo la madre de sir Winston Churchill, y la famosa Victoria Woodhull, quien pasó de ser meretriz a aspirar a la presidencia de los Estados Unidos. La madre de Churchill tuvo aventuras hasta con el rey Eduardo VII y Victoria usó sus puntos de vista sobre el amor libre para plataforma de campaña presidencial.
No se quedaría atrás a estas dos gringas otra paisana suya, Evelyn Nesbit, quien al despun¬tar el siglo XX dio un escándalo cuando su ricachón y celoso esposo mató al hombro que inició a la Nesbit en su agitada vida sexual, el sátiro arquitecto Stanford White. Evelyn fue considerada como una de las ca¬bareteras más deseadas de Gringolandia, aunque murió en la lipi¬dia. Otras grandes coleccionistas de hombres fueron la cantante fran¬cesa Edith Piaf y la espía holandesa Mata Han, quienes no perdían una sola oportunidad que se los presentara.
Josephine Baker, todo un monumento de belleza negra y la mujer que conquistó a Paris con una falda de bananitos y nada debajo, tuvo un rosario de amantes antes de convertirse en heroína durante la II Guerra Mundial, cuando colaboró con la Resistencia(Maquis)francesa. Por lo menos corrió mejor suerte que su tocaya, la famosa Josefina do Beau¬harnais, quien siendo una viuda alegre y descarada conquistó a Napoleón Bonaparte solo para verse luego repudiada al no podar producir un hijo. Cuando esta Josefina se casó con Bonaparte, era considerada tan liviana que pagaba todo en especies, mientras que su cuñada, Paulina (la hermana predilecta de Bonaparte) fue una do las mujeres que más machos coleccionó en su corta pero agitada vida.
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