sábado, 16 de enero de 2010
machos monógamos
INCREIBLE! LOS HOMBRES FIELES DE LA HISTORIA
Más escasos que dientes de gallina, cualquiera diría que los machos fieles no existen ni en los aretes que le faltan a la luna, pero a lo largo de la historia han habido sus cuatro piezas de museo que efectivamente han tenido solo ojos y amor para su pareja como palomitos en primavera. Al arribar a otra efemérides de San Valentín, patrono del amor y la amistad, examinemos quiénes fueron esos loables santos maridos y amantes.
Del antiguo Egipto, un faraón soñador y con vocación por el monoteísmo figura como un fiel esposo de su adorada Nefertiti, quien según la leyenda era tan bella y dulce que hasta los sacros gatos egipcios se volteaban a verla pasar. Ikhnaton tuvo varias hijas con Nefertiti, y su amor apasionado por su mujer era tan obvio que hasta se hacían chistes a costillas de él. Con derecho a un harén de bellas hembras de la especie, Ikhnaton prefería estar sus ratos libres con su esposa e hijas, y su vida familiar transcurrió idílicamente hasta que él falleció prematuramente. Igual de fiel fue el gran emperador Marco Aurelio, quien fue el único filósofo coronado de Roma. Marco Aurelio se casó muy joven con Faustina, quien era igual de hermosa que de salaz. Aunque Marco Aurelio jamás se las pegó a su idolatrada Faustina, la granuja mujer sí le puso tremenda corona de cachos, llegando a engendrar al asqueroso Cómmodo en una noche de copas con el gladiador más excitante del momento. Marco Aurelio estaba tan infatuado con su mujer que sencillamente se contentó con ser cornudo y aceptó al aberrado muchacho como propio.
Cuando el emperador Justiniano conoció a la hermosa pero relajada Theodora, él aún no se había ceñido la corona de Bizancio y ella era más pobre que una rata y tenía un pasado de meretriz y cirquera. Tras 3 intentos en falso, Justiniano pudo desposar a la despampanante y valiente Theodora, y mientras estuvieron casados, fueron tan obscenamente felices que él jamás miró ni tocó a otra dama. Theodora fue su co-gobernante, lo instó a promulgar leyes que beneficiaran a muchos, y cuando la erudita señora murió de cáncer, Justiniano no volvió a probar "carne celeste femenina."
Un amante que jamás le puso cachos a su adorada fue el canónigo francés Pedro Abelardo, uno de los grandes genios de la filosofía medieval. Se enamoraron cuando Pedro fue a alquilar una habitación en la casa del canónigo Fulbert, tío de la bella y erudita Eloísa. Al salir pipona Eloísa, se casaron a escondidas a instancias de ella, que aborrecía la sumisión del matrimonio. Pedro jamás miró a otra, aún después que el nefasto tío de Eloísa lo mandó a castrar con unos bellacos. La correspondencia de estos amantes, quienes siguieron siendo fieles el uno al otro aún cuando tomaron votos religiosos, y hoy en día están sepultados en la misma tumba en el famoso cementerio parisino Pére Lachaise.
Pedro I el Severo de Portugal antes de conocer a Inés Pirez de Castro nunca se caracterizó por ser hombre de una sola mujer. Inés, quien llegó a la corte lusa como dama de compañía de la segunda consorte de Pedro, estaba destinada a ser el amor de la vida de este rey portugués, y tras casarse en secreto con ella, Pedro mostró ser el marido más fiel y el amante más enamorado que se haya visto en el medievo lusitano. Iván IV de Rusia, zar conocido como El Terrible, fue fiel a su primera esposa Anastasia Romanova, a quien llamaba su "dulce vaquilla de amor." Resulta casi increíble pensar en El Grozny como tierno esposo con ojos solo para su Anastasia, sobre todo tomando en cuenta que tras la sospechosa muerte de ella se casó 7 veces más y se caracterizó por ser el zar más cruel y despiadado de toda la historia. Arturo Tudor, hijo mayor del rey inglés Enrique VII, fue un esposo modélico cuando lo casaron con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos de España. Lástima que al poco de casado Arturito se murió de tisis, y Catalina luego se casaría con el hermano menor de Arturo, el muy infiel Enrique VIII.
El odioso rey prusiano Federico Guillermo I fue eternamente fiel a su esposa Dorotea, pero no se puede decir que haya sido tierno ni considerado. El gritón y adusto padre del rey Federico II de Prusia no quiso jamás tener queridas pues afirmaba que "con costo tengo ánimo para aguantar a la haragana y chancha de mi propia mujer." Jorge III de Inglaterra, quien estaba destinado a acabar loco perdiendo posesión de Estados Unidos como colonia, pasó su matrimonio con Carlota de Mecklenburgo como marido fiel tras haber sido un soltero bastante ojo alegre antes de desposarla. Jorge nunca le dio jaquecas con otras mujeres a su fea reina, pero sí la agarraba como pera de boxear cuando le agarraban los ataques de locura. Igual pasó con el monarca Felipe V de España, cuando estando casado en segundas nupcias con la intrigante Isabel Farnesio, sopapeaba a diestra y siniestra a su pareja en medio de sus tarantas. Felipe V con su primera mujer fue igualmente fiel, y cuando esta primera murió el monarca acababa de estar con ella en la cama. Tras quedar viudo, hizo que le buscaran nueva consorte con carácter de emergencia, pues Felipe combinaba ardor religioso con una líbido portentosa. Una vez casado con la Farnesio, le fue siempre fiel, pero a esta segunda mujer le tocó literalmente bailar con el loco hasta que el pobre soberano murió.
Roberto Schumann, conocido como uno de los mejores pianistas y compositores de la Alemania romántica, fue un hombre fiel a su esposa Clara Wieck, a quien amaba con tanta pasión que para poder casarse con ella tuvo que llevar a su futuro suegro a un tribunal que le concediera la mano de su amada. Lástima que Clara, quien era muy hábil pianista, no le fue fiel a Roberto cuando éste quedó loco, y le puso unos cachos de alce con el compositor y pupilo de ambos, Juan Brahms. El gran compositor británico Eduardo Elgar protagonizó una tierna historia de amor con Alice, su esposa, a quien está dedicado el precioso Salut d’Amour.Sir Eduardo, ennoblecido por la corona por sus aportes a la música, fue incondicionalmente fiel a su mujer, aunque tuvo tentaciones de sobra, como cuando la atrevida violinista húngara Jelli D’Aranyi lo anduvo siguiendo.
El monarca español Alfonso XII fue un buen ejemplo de don Juan reformado cuando se casó por amor en primeras nupcias con su prima Ma. Mercedes de Montpensier. Estaba tan enamorado de su mujer que no la dejaba ir sola ni al retrete. Lástima que la linda Merceditas murió de tisis sin haber llegado al primer aniversario de bodas, y Alfonso XII, tras enterrarla, perdió para siempre el frágil don de la fidelidad. Una de las pocas cosas buenas que se pueden decir del pusilánime, mentiroso y trompudo emperador nipón Hirohito es que fue fiel a su esposa aún cuando le ofrecieron concubinas en ocasión de que su consorte no lograba parir aún al heredero varón. Hirohito amaba a su mujer a tal punto que se negó a cohabitar con otra que no fuera ella, aún cuando su dinastía estuviera en jaque. Afortunadamente, su emperatriz efectivamente logró darle al ansiado macho Akihito, actual emperador del Japón.
El gran escritor norteamericano Samuel Langhorn Clemens, más conocido como Mark Twain, le fue incondicionalmente fiel a su esposa Livy, con quien le unía un tierno lazo de pasión y camaradería. Otro gringo fiel fue nada menos que Walt Disney, creador de Mickey Mouse, quien mantenía informada a su mujer de cuanto paso daba fuera de la casa.
Tras varios matrimonios fracasados, el gran galán hollywoodense Humphrey Bogart encontró la horma de su zapato en la bella persona de Lauren Bacall, quien era mucho menor que él. El romance comenzó durante un rodaje de película, pero pronto culminó en boda. Bogart le fue fiel a la Bacall a tal punto que sus ex amigotes de juerga le gastaban bromas pesadas, y con él se cumplió que el mejor marido es el don Juan reformado.
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