Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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lo dijo William Wallace

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 23 de enero de 2010

todo esto pasó en los Juegos Olímpicos


AUNQUE PAREZCA MENTIRA…
SUCEDIO EN LOS JUEGOS OLIMPICOS

Desde que en el año 776 antes de la era cristiana, los griegos comenzaron a reunirse en Olympia para celebrar sus juegos en una primera etapa que duraría más de un milenio, de todo ha sucedido en ellos aunque ciertos detalles parezcan dignos de una novela de suspenso o terror. Aunque en la antigüedad estos juegos solo se estilaban para machos de la especie que hablaran griego y no tuvieran status de esclavos, cuando llegamos a la etapa moderna tras su “resurrección” a manos del barón Pierre de Coubertin en 1896, hombres y mujeres se han visto involucrados en las situaciones más increíbles.
Igual que en la era moderna, la trampa, la uña sucia de la política y los privilegios nublaban el sano espíritu de la competencia. Pero el espíritu olímpico de entonces era noble, y hasta las guerras se detenían mientras atletas que competían en lucha libre, lanzamiento del disco, lanzamiento de jabalina, carreras de diversas longitudes, pentatlón, eventos ecuestres y boxeo buscaban ávidamente la corona de laureles y la gloria. Dedicados al dios Zeus como mandamás del Olimpo, la competencia tenía connotaciones altamente religiosas también, y quien osara quebrantar su juramento también cometía una olímpica blasfemia.
Los juegos antiguos estarían destinados a sostenerse durante casi 1100 años tras su cita inicial, y al contrario de los tiempos actuales, la sede no era movible. Siempre se celebraba en la planicie de Olimpia. Entre las figuras notables o tristemente célebres que participaron en los juegos figuró un grotesco mandamás romano, quizás el más perverso de sus emperadores: Nerón. Nerón se miraba a sí mismo como una especie de superestrella del canto, declamación, arpa y según él nadie la ganaba en la conducción de aurigas. No respetaba las reglas del juego y aunque había una suma fija de corceles que debían ser puestos para la competencia, el ostentoso gordiflón llegó en el cenit de su gloria política a Grecia con 10 caballos. Ningún juez osó decir nada. Pero Nerón no era gran conductor de aurigas y en la primera vuelta a los caballos se les metió el diablo y se enojaron mucho, causando que el emperador saliera volando por los aires y se revolcara en el polvo. A pesar de esto, Nerón fue proclamado vencedor, ya que con esto los jueces se garantizaban la codiciada ciudadanía romana y muchas moneditas de oro.


Todo hubiera continuado igual si al emperador romano Teodosio II no se le hubiera metido la onda de ser más cristiano casi Cristo, y heredando parte del código de leyes de Constantino, se le metió la mala idea de prohibir los juegos olímpicos pues consideraba que por el hecho de ser originalmente dedicados al barbudo Zeus de la mitología griega, se atentaba contra la moralidad y buenos principios cristianos. Irónicamente, este puritano habría de morir a consecuencia de una caída de una caballo que al parecer extrañaba el espíritu olímpico de los eventos ecuestres, y murió un 28 de julio del año 450 de la era cristiana, pero ya el daño contra los juegos olímpicos ya estaba más que hecho. Pasarían más de milenio y medio para que surgiera el francés de sangre azul Pierre de Coubertin con la idea y el ímpetu necesario para poder revivir la llama olímpica.
Al inicio de los juegos en la era moderna, las mujeres volvieron a quedar marginadas. En 1904 las pocas hembras que compitieron en los pagados juegos de San Luis en Estados Unidos fueron abucheadas y duramente criticadas por marimachas. Algo similar sucedió en los juegos en 1908 en Londres, y no fue hasta en 1912 en Estocolmo, Suecia, que por fin el comité olímpico le dio el sí a las mujeres para participar con toda la venia de los machos. Sin embargo, estos juegos fueron el escenario de una escena cómica cuando el rey de Suecia, emocionadísimo tras ver los eventos de atletismo, se fue a meter al camerino donde estaban los atletas gringos y al momento de felicitar al gran atleta indígena Jim Thorpe casi lo encuentra con las menudencias al aire. Este mismo Jim Thorpe posteriormente pasaría tremendo aprieto y bochorno cuando fue despojado de sus medallas olímpicas honestamente ganadas dado que en 1910, dos años antes de ser una gloria olímpica, había jugado béisbol semi profesional(o sea, con paga).Las medallas removidas bajo la acusación de no ser un aficionado no serían devueltas a su familia hasta en 1982, cuando el genial Torpe ya estaba bajo tierra, cuando ya para nada le servirían al hermoso gringo.
Los juegos más agitados de la era moderna fueron los que se dieron en Berlín de 1936, cuando el chacal nazi Adolfo Hitler, entonces canciller, usó el evento para promover su risible teoría de la supremacía del hombre blanco “ario.” Y aunque el ocurrente Gabo aún no había dicho que el que desayuna con la soberbia, almuerza con la vergüenza, Hitler vio esta frase muy probada cuando el hermoso Negro estadounidense Jesé Owens se llevó medalla tras medalla de oro en atletismo dejando a los cheles ojos azules germanos botando baldes de baba. Para colmo, una rubia chica holandesa llamada Francina Koen se desvivió por conseguir un autógrafo del veloz dios de ébano, aumentando así la ira de Hitler quien al enterarse de la admiración de la futura campeona olímpica farfulló que habían “blancas zorras que tienen nostalgia del barro.

”Francina”Fanny” Blankers-Koen, ya casada y de 30 años y mami de dos cipotes, en 1948, en Londres, en los primeros juegos olímpicos tras la II Guerra Mundial, habría de ganarse el apodo de “la Holandesa Voladora” por su velocidad en la pista y el salto. También, muchos machistas y mujeres con mentalidad antediluviana la criticarían como “mala ama de casa que dejó solos a sus muchachitos” probando que el machismo no tiene color ni raza ni tiempo. La sucia política habría de empañar los juegos olímpicos durante la década de los 50 cuando se dio la Guerra Fría. En 1956 en los juegos de Melbourne casi el 40 por ciento de los atletas húngaros prefirieron huir antes que regresar a su terruño que recientemente había sido aplastado por las fuerzas invasoras soviéticas. En la década de los 60 el comité olímpico internacional votó por expulsar a la república de Sudáfrica de los juegos por su asquerosa política de apartheid. En los juegos olímpicos de 1968 en México los atletas negros estadounidenses protestaron en público por la discriminación racial en casa contra la cual luchaba Martín Luther King jr. El colmo sin embargo se dio en los juegos de Munich, Alemania, en 1972, cuando la tragedia ensangrentó los aros olímpicos. Un comando de terroristas palestinos mató a 12 atletas judíos que participaban en diversos eventos. Los juegos de 1980 de Moscú fueron boicoteados por países afines a los Estados Unidos protestando la intervención rusa en Afganistán. La Unión Soviética pagó con la misma moneda negándose a asistir a los juegos olímpicos de 1984 en Los Angeles, California. Afortunadamente para los juegos y el mundo en general, este tipo de boicots de chiquilines malcriados se acabó cuando la Unión Soviética y sus oprimidos satélites se desmoronaron al inicio de la década de los 90.

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