sábado, 23 de enero de 2010
sórdidos datos de la historia
LOS DATOS MÁS ESPELUZNANTES Y SORDIDOS DE LA HISTORIA
La muerte y accidentes de personajes famosos contienen detalles que muchas veces no aparecen en textos de historia debido a un malentendido pudor, pero a solicitud de varios de mis alumnos de historia, ofrezco algunas sórdidas minucias.
Para una muestra de sordidez contemporánea y fresca, el actual Duque de Nemours hace poco demandó judicialmente y ganó el pleito contra una irresponsable funeraria parisina que le envió equivocadamente las vísceras de su padrastro Aymé Bricard tras haber pagado por el costoso sepelio del anciano. Una bolsa de aspecto ordinario fue remitida a la casa del duque tres días tras el sepelio. Se creía que iban en la bolsa efectos personales del finado. Pero el gato y el perro de la casa en medio de una rebatiña por la bolsa pusieron en claro que el contenido de la misma eran el corazón y los intestinos de Aymé Bricard de Fourcad y no su misal ni reloj. Cuando el duque de Nemours reclamó a la casa de pompas fúnebres por tal barbaridad, ellos tranquilamente le contestaron que botaran a la basura o enterrara las tripas en el patio. Este descuido le costó la existencia a la hasta entonces prestigiosa casa fúnebre, ya que para indemnizar al duque tuvo que cerrar operaciones...
El corazón de Aymé Bricard no sería el único corazón que tras haber bombeado sangre azul luego se encontraría en aprietos. Lo que pocos saben es que el corazón voluminoso y voluble de nada menos que Luis XIV, el rey Sol, tuvo un fin bastante triste. Tras la muerte de este hermosísimo monarca en 1715, su corazón embalsamado fue remitido a la iglesia de Saint Denis. De ahí los revolucionarios franceses robaron el corazón de Luis y un noble inglés llamado Lord Harcourt lo compró. Luego Harcourt vendió esta macabra reliquia al reverendo William Buckland de la Abadía de Westminster, quien al morir heredó el corazón a su excéntrico hijo. Francis Buckland, tomando en cuenta que nunca había comido corazón de rey, tomó el órgano, lo aderezó y se lo comió, quizás hallándole mejor sabor porque era el corazón del monarca absoluto más egocéntrico que ha tenido Francia.
Algunos de los asesinatos políticos más sonados de la historia dejaron cadáveres espantosos tras de sí. Las rencillas entre el rey inglés Enrique II de Plantagenet y el arzobispo de Canterbury Thomas Becket se acabaron cuando 4 caballeros del rey, queriendo quedar bien con el monarca, subieron la escalinata de la catedral de Canterbury un 29 de diciembre de 1170 para zarandear al religioso, exigiéndole que se fuera del país. Cuando Becket sencillamente les dijo que no porque solo obedecía al rey de los cielos, la ira de los 4 caballeros no tuvo límite. Se fueron pero regresaron aún más airados, exigieron a los monjes que custodiaban a Becket que les dejaran pasar, pero Becket sencillamente sacó la cara. "En mi sangre la iglesia hallará libertad y paz" dijo antes que los caballeros lo noquearan, arrastraran por el piso y le abrieran la tapa de los sesos. Las espadas siguieron cayendo sobre el santo hombre, los sesos se derramaron, la sangre fluyó libremente y el cadáver rodó escaleras abajo. Enrique II nunca se perdonó la muerte de su ex amigo y consejero, y aunque se autorrecetó castigos nunca tuvo paz.
Otro asesinato político que dejó reguero de sesos fue el de Lev Davidovitch, más conocido como Trotsky. El disidente de la revolución rusa se albergaba en México cuando un agente del SMERSH enviado por Stalin le siguió hasta abrirle el cráneo a picotazo limpio con un punzón para partir hielo. Cuando Frida Kahlo, la pintora judía mejicana quien le había hospedado en la casa y con quien había tenido un petit affaire se enteró de cómo quedó su amado rusito, dio casi tantos gritos como cuando ella tuvo un pavoroso encuentro con lo grotesco, siendo muy joven. Si bien es cierto que a Frida nadie la quiso asesinar siendo una muchachita, sino que se trató de un accidente, la genial azteca conocía el dolor y la sangre a fondo.
Un 17 de septiembre de 1925 la adolescente Frida Kahlo viajaba en un bus en México D.F. cuando éste chocó con un tranvía. La fuerza de la colisión dejó a Frida con la columna rota, su pierna derecha fracturada en once sitios, el pie derecho apachurrado, la clavícula quebrada y una varilla de acero que se desprendió del bus atravesando su cuerpo a la altura del lado izquierdo del vientre. Esta varilla metálica encontró salida por la vagina de Frida, y años luego la irreverente pintora diría que la forma cómo perdió su virginidad no le dejó gozó alguno. Para colmo, el impacto dejó a muchos pasajeros semidesnudos al romperse sus atavíos, y Frida estaba casi como Dios la echó al mundo, solo que bañada con una pintura dorada que había brotado de un pote que llevaba otro pasajero. El dolor sufrido por Frida sería tan grande que se escuchaban más sus gritos que la sirena de la ambulancia que la llevó al hospital, y durante toda su vida padecería las consecuencias de tan increíble accidente. Su pintura también se vio afectada por tal experiencia, y sería la pintora que mejor plasmara el dolor humano.
El asesinato político ha causado estragos en las vísceras de las pobres víctimas. Nerón fue un emperador romano que en su lucha por mantenerse en el poder no escatimaba esfuerzos. En el año 54 de la era cristiana Nerón se deshizo de su hermanastro Británico. Británico ya estaba sobreadvertido de nunca probar comida sin que antes un detector de venenos la degustara. Nerón consiguió los servicios de Locusta, y un día en un banquete, Británico afirmó que su bebida estaba demasiado caliente. Pidió agua para enfriarla, y aunque su detector ya se había cerciorado que la bebida en sí no portaba veneno, el agua no fue probada y en ella iba la muerte. Al beber su pócima enfriada, Británico estalló en convulsiones, vomitó y se retorció mientras Nerón sin alzar ni una ceja comentaba que tales ataques a menudo le ocurrían a los pobres epilépticos. La autopsia mostró que las tripas del pobre Británico quedaron peor que chancleta de pobre. Enrique IV de Francia pagaría carísimo por traer la paz entre católicos y protestantes. Un 14 de mayo de 1610 regresaba de visitar el arsenal cuando un monje fanático llamado Ravaillac se lanzó encima del mejor rey que ha tenido Francia y virtualmente le hizo salpicón la barriga. Al sentirse impactado por el cuchillo y viendo que los intestinos se le salían, el Verde Galante trató de devolver sus perforadas vísceras a su lugar pero sus esfuerzos fueron inútiles. Dejar el cadáver de Enrique IV con aspecto más o menos presentable fue toda una ardua tarea.
El asesinato político de Calígula dejó otro cuadro dantesco a la vista. Calígula estaba en el circo cuando se le ocurrió levantarse para estirarse un poco. Uno de sus oficiales lo acuchilló y luego le apuñaleó con particular saña en los genitales. Mientras tanto en su palacio otros guardias dieron buena cuenta de la esposa de Calígula y tomando a la hija de éste, estrellaron la cabeza de la chiquilla contra la pared haciendo brotar los sesos.
Quizás uno de los cuadros más dantescos de la historia se dio cuando en la corte española debieron voltear casi a cucharadas en el catafalco los restos putrefactos de Isabel de Avis, princesa de Portugal que era la amada esposa del monarca Carlos I de España.. Las moscas ya habían hecho un festín de lo que fuera el hermosísimo cuerpo de la linda reina. Los hombres que cargaron su féretro no pudieron contenerse el estómago mientras Felipe II, llorando, apenas contenía el aliento en el funeral de quien fuera su bella madrecita.
"Hay una reina española que le hicieron cesárea sin anestesia y la dejaron desangrar," me recordaba el más brillante de mis alumnos coreanos mientras otro discípulo en clase de conversación de inglés me argumentó que el corazón del poeta Percy Bysshe fue objeto de pleito entre un amigote del poeta y su esposa. Es increíble la sed por datos mórbidos que albergamos los seres humanos, y todos tenemos una mitad siniestra que asoma cuando pasamos más lentamente ante un accidente para ver si a alguien se le salieron las tripas.
Atendiendo numerosas peticiones, he aquí otro sangrante ramillete de datos sórdidos que no aparecen en libro alguno de texto de historia.
La reina española que me menciona mi pupilo es Isabel de Braganza, segunda mujer de Fernando VII, el rey borbónico cuyo solo aspecto ya era una sordidez sobre patas. Entre los maltratos de Fernando y los que le propinaba Ma. Luisa(la madre de Fernando)Ma. Antonia de Nápoles ya había fallecido jovencita y Fernando se consiguió una segunda esposa, esta vez fea, gorda y portuguesa: Isabel. Buscando la ansiada descendencia, Fernando atosigó a su mujer durante el embarazo y cuando ésta enfermó y hasta pareció estar muerta, hizo que su médico abriera el vientre de Isabel para rescatar a la criatura que ahí se albergaba. Isabel entonces salió de su estado cataléptico para encontrarse a sí misma convertida en un géyser de sangre, con la barriga rota en canal y su marido con mirada de loco preguntando si el bebé era hembra o macho. Tanto Isabel como la niña murieron tras semejante carnicería durante la cual el piso de la alcoba real quedó convertido en charco de sangre. Fernando VII entonces quedó listo para protagonizar otro episodio sórdido: cuando se casó en terceras nupcias con una princesa sajona, ésta no le quiso permitir acceso a su intimidad en la noche de bodas. Cuando Fernando quiso sexo a la garnacha, Ma. Amalia Josefa soltó heces y orines sobre su regio esposo, siendo ésta una de las noches de bodas más malolientes de la historia.
Gabriela d´Estreés era la adorada querida del popular rey francés Enrique IV y hasta se rumoraba que su hombre la amaba tanto que pensaba hasta casarse con ella disgustando al papa de turno. Gaby, tan idolatrada por su rey como por el pueblo, ya le había dado varios hijos a Enrique cuando quedó pipona nuevamente. Pero esta vez tuvo un embarazo atroz, y estando en el sexto mes de barriga se le presentó un parto prematuro. El médico en lugar de salvar la vida de Gaby mas bien le aceleró la muerte, sacando al bebé más o menos como los pollos(en piezas)y dejando las entrañas de la pobre mujer convertidas en un sangriento aposento de locos. Gaby murió en abril de 1598 dejando a un Enrique ahogado en llanto. Una muerte demasiado cruel para una mujer cuya dulzura y bondad aún son proverbiales en Francia.
La muerte de Agrippina, madre del depravado Nerón, fue una de las más dramáticas de la historia. Habiendo ya fracasado su hijo en asesinarla ahogándola, ya que Nerón quería prescindir de ella después que Agrippina le consiguió el trono, ella reconoció que había parido a algo similar a un chacal y pidió a los sicarios de Nerón que hundieran la filosa espada en el vientre donde albergó a semejante monstruo.
La decapitación indudablemente es una de las muertes más grotescas y durante la ejecución de varias personalidades, se han visto escenas increíbles. Elizabeth Tudor I de Inglaterra hizo ejecutar a su prima María Estuardo de Escocia bajo acusación de traición. María al ser decapitada estaba rezando, y aunque su cuerpo ya estaba separado de la cabeza, la boca de la reina sigió moviéndose sin voz por unos minutos después de la decapitación. Carlota Corday pasó a la historia como la mujer que asesinó al agitador revolucionario francés Jean Paul Marat. Por su asesinato, Corday fue llevada a la guillotina. Tras haber caído la hoja filosa separando cabeza del cuerpo, Francois Le Gros, ayudante del verdugo, tomó la cabeza de la desdichada del pelo y la abofeteó fuertemente. Ambas mejillas de la cabeza suelta se enrojecieron con un rubor de ira. Carlos I de Inglaterra también fue decapitado a fines de enero de 1649 en el Castillo de Windsor. El médico forense titular Sir Henry Halford en 1813 secretamente robó la 4ta. vértebra cervical de la cabeza del rey y durante 30 años usó esta macabra reliquia como salero en su mesa. La vértebra regresó junto con el resto del cuerpo hasta que la reina Victoria ordenó que cesara tan asquerosa broma.
Otra cabeza que quedó inmencionable fue la del seudoemperador de México, Maximiliano de Habsburgo. Antes de ser fusilado, el chele pidió a los soldados del pelotón de fusilamiento que apuntara al corazón y dejara el rostro presentable. Tras entregar una moneda de oro a cada hombre, gritó Viva México. Se precisaba un tiro de gracia al corazón para acabarlo, pero uno de los soldados apuntó a la cabeza e hizo volar en trocitos la frente de Maximiliano.
Tras ahogarse el bardo inglés Percy Bysshe Shelley en 1822 su cuerpo apareció en la costa italiana. Cuando quemaban el cadáver, Lord Byron y Lord Trelawny (supuesto amante de Percy)se disputaron el cráneo, pero al ver que el corazón no se quemaba, Trelawny metió la mano en las brasas y sacó dicho órgano. Tras muchas reyertas, resolvieron dárselo a Mary, la viuda de Percy y autora del famoso Frankenstein. Mary anduvo el corazón de su marido en una funda de seda y no se separaba de él ni para ir al retrete. Cuando el hijo de Mary y Percy, Lord Percy, por fin murió, el corazón del poeta fue colocado en una caja de plata y sepultado con él.
Todo parece indicar que la genuina causa de la muerte de Enrique VIII de Inglaterra fue una sífilis latente, y la pierna ulcerada del glotón monarca era evidencia del progreso que el mal hacía en su organismo. Cuando el cuerpo del soberano era transportado a Windsor para el sepelio, el ataúd se llenó de gases y reventó la tapa durante la noche. En la mañana, los centinelas encontraron a varios perros chupando los restos de Enrique. Este gordito no fue el único monarca de Inglaterra con un funeral violento. Anteriormente, Guillermo el Conquistador, quien en 1066 había destronado a Harold II en Hastings, no paró de guerrear mientras estuvo vivo. Producto de sus pleitos, cuando se cayó de su caballo se reventó los intestinos y al morir navegando en su propia sangre y pus, nadie lo quería tocar. Unos piadosos monjes albergaron sus restos pero cuando trataron de meter el putrefacto cuerpo del Conquistador en un ataúd más chico, los despojos estallaron en mil pedazos bañando a todos los presentes.
El fanatismo religioso a veces juega malísimas pasadas a la hora de los sepelios, y cuando se murió el barbudo Ayatollah Khomeini, el cortejo fúnebre era de más de un millón de personas y sobrepasaba los 21 kilómetros de largo. Por ello, usaron un helicóptero para llevar el ataúd encima de la muchedumbre hasta donde sería enterrado. Una vez en el sitio, los fanáticos lucharon tanto por tocar el cuerpo que el Ayatollah cayó al piso. Lo regresaron sin limpiarlo al catafalco y se lo llevaron de nuevo en helicóptero. Ese día no lo sepultaron.8 personas murieron al ser pisadas por una estampida enloquecida durante las exequias.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario