Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás
lo dijo William Wallace

los webmasters de la primera website

los webmasters de la primera website
Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 16 de enero de 2010

lenguas peligrosas de la historia


LAS LENGUAS MÁS COLORIDAS DE LA HISTORIA
«Tapitas premiadas», me llamaba una señora cuyo vocabulario era limpísimo pero sus acciones peores que las de un Hitler malhumorado. A lo largo de la historia, muchos personajes famosos han tenido un riquísimo vocabulario de jotazos y humor grotesco que los hace candidatos al título de la lengua más colorida de la historia. En la antigua Roma, sobraron los ejemplos de emperadores que joteaban a diestra y siniestra. Entre ellos, el depravado Tiberio no sabía morderse la lengua al espetar obscenidades en público, y su ejemplo fue seguido por Calígula, Nerón, Heliogábalo, Domiciano y Cómodo.
El dominio que estos césares tenían de la parte más morada del latín era como para dejar verde a cualquiera que los oía. Posteriormente, Bizancio tuvo una emperatriz quien nunca olvidó que había comenzado su vertiginosa carrera cuesta arriba como vulgar cirquera y meretriz: Teodora. La adorada esposa de Justiniano solía blasfemar como una verdulera enojada, y fue precisamente su cantaleta de malas palabras lo que sacudió de la inercia a su atribulado consorte cuando se dio la revuelta Nika.
Algunos juran que Justiniano optó por luchar y conservar su trono con tal de no volver a escuchar semejante torrente de epítetos rojos lanzados en contra suya por su adorada mujercita. En el siglo XIII en Escocia, uno de sus máximos próceres sería el malhablado William «Corazón Valiente» Wallace, quien tenía la osadía de dejarle mensajes soeces al rey inglés Eduardo I «Pataslargas» en los sitios donde el aguerrido Wallace había cometido emboscadas o raptos. Los mensajes «colorados» de Wallace hacían llorar de ira a Pataslargas.
Entre los monarcas más malhablados de la historia está el glotón inglés Enrique VIII, cuyos gritos vulgares lo colocan entre los patanes más grandes de todos los tiempos. Y como hijo de tigre sale rayado, su retoño pelirrojo Elizabeth I tendría el apodo de la Reina Virgen porque nunca se casó, pero su lengua hace mucho tiempo que desconocía la doncellez gracias a su prodigioso uso del vernáculo. Elizabeth I no solo soltaba palabrotas como beberse un vaso de agua, sino que solía dar manotazos, hacer bromas pesadas y pellizcar traseros como una de las mujeres más chambonas de la historia. En una ocasión se burló de su propio cuñado-quien conspiraba con el papa Pío V para matarla- diciéndole que su política exterior era apenas menos marrana que su «trasero purulento sin lavar.»
La bellísima negra Nzingha de Ndongo y Matamba se hizo tan célebre por su astucia en la lucha armada contra los esclavistas portugueses como por su lenguaje colorido con el cual les gastaba odiosas bromas. Pedro I el Grande de Rusia se debe haber sentido muy atraído por el colorido lenguaje usado por Martha Skavronskaya, la meretriz con quien se casó en segundas nupcias convirtiéndola en Catalina I, dado que Pedro soltaba chorros de obscenidades ya fuera bueno y sano o cuando estaba ebrio. Otra cabeza coronada cuya lengua era pavorosa fue Federico Guillermo I de Prusia, quien en la historia es recordado como el sopapeador infantil, más odioso de todos.
El regente de Francia Felipe de Orléans, quien calentó el trono tras la muerte de su tío Luis XIV, era tan aficionado a las palabras gruesas que tenía un diccionario de ellas escrito por él mismo en inglés, francés, español e italiano. Carlos II de Inglaterra fue uno de los reyes más zánganos de la historia, y su gusto por las palabrotas era proverbial. Para hacerle juego, Carlos II tuvo como amante a la bella actriz Nell Gwynn, cuya verborrea colorida era altamente citable, sobre todo cuando dijo airada «Abran paso, que aquí va la p...protestante de su rey». Wolfgang Amadeus Mozart es quizás el mejor ejemplo de una rara combinación: Exquisitez al componer y suma vulgaridad en su conducta. Tras haber compuesto su precioso concierto para arpa, flauta y orquesta, el cual era un encargo de un noble y no producto de un rapto amoroso, dijo, «Por fin acabé esa m...ya me dolía más que un pedo atravesado. «Jorge IV de Inglaterra sería otro rey cuyas crudezas verbales serían tan frecuentes que su pueblo acabó odiándole, llegándole a llamar «farting George» («Jorge el P»).
Mientras tanto, en España, un rey feo, cobarde, fofo y vendepatria llamado Fernando VII de Borbón sería tan soez con su atemorizada tercera esposa (la cual no quería copular pues creía que era pecado mortal) que dijo, «O el Papa interviene y cojo con esa pazguata, o me divorcio porque estoy hasta los cojones de mojigaterías.» La mala lengua de Fernando sería heredada por su promiscua hija la reina Isabel II, y por su popular nieto Alfonso XII, quien a veces hablaba en el lenguaje de las verduleras. La mística revolucionaria no evitó que Carlos Marx joteara como un lustrador, aunque nunca delante de señoritas. El chele mataindios gringo George Armstrong Custer, antes de morir en la batalla de Little Bighorn en 1876, soltó sartas de insultos y groserías dirigidas a los indios y sus tropas por igual, solo para ser superado en el siglo XX por el célebre general tanquista gringo George Patton, quien incluso se daba el lujo de rezarle a Dios pegándole tan madre regañada vulgar a como se la daba a sus tropas.
En el siglo XIX la periodista gringa Margaret Fuller fue un ejemplo de mujer malhablada, mientras que en la historia otomana dos sultanes se disputan el centro de la lengua más colorida: Selim II el Borrachín (quien blasmefaba cada vez que estaba bolo, y eso era 99% del tiempo) y el Loco Ibrahim, quien era un desquiciado criminal por añadidura. El poeta gringo Edward Estlin Cummings, quien se firmaba solo e.e. cummings llevó sal y pimienta a sus escritos usando su lenguaje grueso cotidiano, llegando a afirmar en un poema que un «político es un c...o sobre el cual cualquier cosa se ha sentado menos un hombre genuino.
«Dictadores como Trujillo, Ceaucescu, Pérez Jiménez, Idi Amín, y el sifilítico Mussolini hicieron amplio uso de la obscenidad mientras que el matrimonio mejicano formado por Diego Rivera y Frida Kahlo parecían competir entre sí para ver quién soltaba más jotazos. Campeones a sus malas palabras también fueron los gringos Mark Twain, Ernesto Hemingway y el rico editor William Randolph Hearst (el padre del periodismo amarillista), mientras que en la historia presidencial de Estados Unidos William Henry Harrison no solo fue el presidente más breve (murió a los 30 días de tomar el mando) sino que tan soez que construyó su campaña electoral sacando provecho de haber asesinado al dirigente indio Tecumseh.

No hay comentarios:

Publicar un comentario