Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 16 de enero de 2010

machos castrados


LOS EUNUCOS

Un 15 de julio de 1782 se fue de este valle de lágrimas uno de los eunucos más famosos de todos los tiempos: el cantante operático Carlos Broschi, mas conocido con el nombre artístico de Farinelli. A lo largo de la historia, muchos fueron los hombres que perdieron su masculinidad en toda suerte de circunstancias, y entre ellos hubo personalidades de gran renombre.

La costumbre bárbara de castrar al macho humano se ha dado en diversas civilizaciones y culturas, desde tribus africanas hasta en los harenes de los sultanes y los reyes de Oriente. En Persia, en tiempos de Darío el Grande era común que los chicos de buena estampa que pertenecían a familias venidas a menos pasaran al servicio de la familia real como un cruce entre criados y muchachos de placer A estos chicos podían extirpársele las menudencias completas, o solamente las gónadas. Claro está, en aquellos remotos tiempos en que no había ni anestesia ni antibióticos, era normal que un buen porcentaje de ellos muriera del shock, infecciones. o hemorragias incontenibles. Entre los eunucos de aquel entonces estuvo un bello persa de sedosos cabellos rubios, Bagoas. Al morir su padre, su familia quedó desamparada y fue llevado a la corte persa. Cuando arribó el conquistador macedonio Alejandro Magno uno de los homosexuales más fascinantes de todos los tiempos Bagoas pasó de la cama del rey Darío al lecho de Alejandro, de quien se enamoró perdidamente. Bagoas fue el confidente. criado y amante predilecto de Alejandro, quien siempre lo trató con mucha dulzura.

En la Turquía del imperio otomano, era costumbre real poner a los eunucos a cuidar a las odaliscas del harén. Muchos jóvenes de escasos recursos sacrificaban sus menudencias a cambio del confort del harén, donde se derrochaba comida y ricas vestimentas. A algunos no se les cortaba más que los testículos, dejando el pene en su lugar, y unos cuantos de estos recurrían a los químicos de aquel entonces para conseguir toda suerte de menjunjes. Cuenta la leyenda que Mehmet, un rubio eunuco de 18 años que cuidaba algunas de las• mujeres del sultan Selim el Adusto -el papá de Solimán el Magnífico- estaba atareadísimo a punto de consumar el acto sexual con una preciosa odalisca, con un entusiasmo que se anticipaba a los resultados del Viagra de hoy, cuando el sultán lo pescó con las manos en la masa (léase en la mujer)y lo mandó a decapitar en muerte ejemplar. Pero la realidad es que la mayor parte de los eunucos en el imperio otomano se convertían en fofos seres cargados de grasa que solo se dedicaban a comer, dormir, y urdir intrigas...

La castración del hombre siguió haciendo estragos a lo largo de los tiempos. En la Edad Media, muchos de los chiquillos que se fueron en la infame Cruzada de los Niños fueron capturados en el Medio Oriente y a los varoncitos se les despojó de su futura virilidad para convertirlos en esclavos de placer de los sarracenos.
Y fue en la Edad Media cuando un macho de esos que lo tienen todo para satisfacer a la hembra más exigente perdió lo que la holandesa Xaviera Hollander llama "la mejor parte del hombre." Pedro Abelardo era rico, bello, joven, fogoso, erudito y el canónigo más respetado de Francia cuando se prendó de Eloisa, la curvilínea sobrinita del canónigo parisino Fulbert. Abelardo acabó siendo el tutor de hebreo y latín de la adolescente. y luego su amante, para rabia de Fulbert, quien los hizo casarse cuando Eloísa salió pipona. Abelardo, para no ver su prestigio afectado. quiso mantener el matrimonio en secrete y cuando a Fulbert le fueron con el chisme que Abelardo negaba su condición de casado para andar de zanganete con otras, el tío de Eloísa mandó a 4 delincuentes a la buhardilla de Abelardo. Mientras éste dormía plácidamente, sacaron un cuchillo filoso, chas! Y adiós mis flores! Abelardo quedó nítidamente capado, y dando gracias a Dios que no se murió de una infección o de la hemorragia! Pedro Abelardo se hizo monje de San Denis y mandó a Eloisa a tomar los hábitos.
Las exigencias del arte operático hacían que muchos chiquillos que cantaban en coros maldijeran el hecho de poseer una voz blanca bella. Los chicos castrados para cantar en coros de la iglesia católica era muy cotizados en el Renacimiento, así a como eran los barberos o carniceros que tuvieran la sangre fría de arrancarles los testículos, todo en aras de preservar la voz de altos registros que se Ilamaba Voz Blanca. Esta atrocidad continuó hasta el arribo del siglo XVIII, y fue de esta forma cruel Carlos Broschi acabó castrado. Para entonces estaban muy en boga los castrati no solo en coros eclesiásticos, sino también en la ópera, donde hacían papeles de mujeres. Cristóbal Gluck, piedra angular de la ópera netamente alemana, creó los roles de Orfeo y Eurídice para castrati. Farinelli había nacido en Nápoles un 24 de enero de 1705,y adoptó ese nombre para honrar a su mecenas Doménico Farina. Farinelli perdió su virilidad a los 9 anos, y sufría de trastornos de salud a causa de ello. Sin embargo, la fama y la fortuna le llegaron gracias a su inefable voz y su rostro agraciado. Cosechó grandes éxitos y aplausos a lo largo y lo ancho de Europa, y fue protegido por el rey español Felipe V. Farinelli vivió entre lujos y lisonjas -confites públicos en un infierno privado de dolores- en España por 28 años, y Felipe V afirmaba que solo una sesión de canto de Farinelli le disipaba su tristeza. A la muerte del rey, Farinelli, rico y famoso volvió a Italia, donde murió legando una jugosa fortuna a la iglesia.
El último de los grandes eunucos apareció en Francia en el período que conocemos como La Belle Epoque. NourEddine Bvalet era un gracioso tunecino con cara de muñeca que perteneció al harén de un pachá árabe, y al arribar a Paris se vistió de mujer para convertirse en la famosa vedette Narpouna, reina de la escena alegre de París. Este personaje había perdido sus menudencias en Egipto, donde fue el chico de placer de un magnate hasta que logró escaparse en un barco pesquero rumbo a Marsella. Este pobre eunuco acabó mal sus días, pues se prendó de un luchador sumo japonés quien lo despeluzó. El eunuco se quitó la vida haciendo seppuku o hara kiri en aras de su malogrado amor.

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