sábado, 23 de enero de 2010
Locuras del Trono Sasánida
LOS ALBOROTADOS LÍOS Y LOCURAS DEL IMPERIO SASÁNIDA
Recientemente, en clase de historia, nos partíamos de la risa imaginando las barbaridades que ocurrieron desde que un sacerdote ario llamado Sasán quiso te¬ner poderes terrenales y de su hijo Ardasir brotaría un temible im¬perio llamado Sasánida en el tercer siglo de la era cristiana.
Recordemos que los pobres persas no habían podido dar pie con bola desde que un chele macedonio llamado Alejandro Magno había llegado a deschincacarles a su rey Darío y se habían visto helenizados por los conquistadores. A las alturas del siglo III de la era cristiana, hubo un ambicioso sacerdote persa que se negaba a ver solamente las cosas del al¬ma, y ebrio de ambición, crió a sus hijos para que buscaran un destino con más bondades terrenales. Su primogénito Papak le siguió la corriente a tal punto que osó asesinar a un gobernador del reino de Partia para autoproclamarse el rey de dicha provincia. Pero Papak resultó ser demasiada poca cosa para la ambición de su hermanito Ardasir, quien ob¬viando el mandato de no matar al hermano lo quitó de en medio. En el año 226, Ardasir se fue a pelear contra los partos y los venció de forma tan demoledora que Partia fue rebautizada como el imperio sasánida, honrando la memoria del ambicioso padre de Ardasir. Este rey hizo del zoroastrismo la religión oficial del imperio, y le dio grandes libertades a los judíos, quienes hasta entonces habían estado como el sapo bajo la piedra. Muchos criticaron a Ardasir por establecer como religión al mazdeísmo, ya que considera¬ban ridícula la leyenda de que su fundador, Zoroastro, hubiera sido arrancado del útero materno por un monstruo y siendo un pálido feto, hubiera sobrevivido por treinta años en la selva comiendo solamente queso.
El sucesor de Ardasir, Shapur I, cuyo reino acabó en 272, también fue criticado pero por otros motivos. Si bien siguió siendo be¬névolo con los judíos, los romanos que ya venían en franca decadencia se lo comieron vivo a críticas porque le dio ciudadanía igualitaria hasta a los odiados cristianos. El odio que Roma sentía hacia este moreno de ojos penetrantes era plenamente correspondido por Shapur I, a como lo pudo probar cuando en plena batalla de Edessa. Este monarca capturó personalmente al emperador romano de turno, Valeriano. Shapur I descargó toda la saña que sentía por los romanos en Valeriano, poniendo su pie sobre la nuca del romano al usarlo como taburete humano, luego azotándolo hasta desprendiéndole la piel, y posteriormente usando el triste pellejo de Valeriano como monigote al rellenarlo de estiércol y colgar los despojos de un templo para quo todos vieran cuánto menospre¬ciaba a los romanos.
6 mediocres pusilánimes sucedieron al bravucón Shapur I, y ninguno de ellos dejó huella importante en el reino. En el año 302 llegó al trono el inolvidable Ormuz II, quien fue breve en el trono porque era demasiado justo. Resulta que lo de¬pusieron en 309 sencillamente porque la oligarquía estaba incendiada de ira contra él porque elevó los impuestos de los ricos para beneficiar a los pobres. Para colmo, instaló cortes con jueces tan probos que la justicia no podía ser comprada. No era para menos, los adinerados lo levan¬taron en vilo del trono y su derrocamiento fue instantáneo. Para colmo, sujetaron a su esposa la reina a una do las humillaciones más grandes que pueda sufrir una mujer. Dado que la consorte do Ormuz II estaba pipona, le colocaron una corona encima de sus partes nobles para garantizar que al momento de nacer el bebé ya viniera co-ronado. Al momento del parto, la pobre mujer se retorcía de la incomodidad ante la presencia de semejante peso encima de su atribulada entrepierna.
Nacido en 309, con la corona encima, Shapur II reinó hasta 379 cuando se murió de viejo, tras haber Iibrado incontables guerras y haber sido el protector incondicional de los hebreos. Shapur II obligó a los padres primero a mandar a los hijos a la escuela, luego recomendando que no los azotaran...Hizo una especie de reforma agraria y se caracterizó por una tolerancia bastante sólida hacia otros credos que no fueran el zoroastrismo. Y a como suele suceder con la mayor parte de los grandes hombres, al morir Shapur II dejó tras de sí la anarquía en manos de descendientes flojos que creían más en bacanales que en administrar bien el es¬tado.
No sería hasta en 531 que el más grande de los soberanos sasánidas llegaría al trono, Chosru codifica la ley sasánida, instaló un sistema de impuestos justo, promovió el comercio y la industria, y tuvo una política equilibrada de buen vecino con los reinos aledaños. Contó con 3000 esposas y concubinas, dando muestra de tolerancia religiosa al incluir en su harén a cristianas, judías, animistas, mazdeístas y hasta hindúes. Muchos se preguntaban de donde sacaba tiempo para rela¬jarse en la cama Chosru I, ya que fue buen administrador y un gran workaholic. Al morir Chosru I en 579, uno de sus hijos fue apenas un paréntesis en el trono ya que Chosru Il-nieto de Chosru I-tomó las riendas del poder en 592 para ser reconocido como el pleitisto más grande de la historia sasánida. Comenzó con una serie de victorias en el campo de batallla, y este monarca declaró una guerra santa contra los cristianos. Para llevarla a cabo, contó con la ayuda de 26 mil judíos voluntarios a quienes les picaban los pies por vengarse de la masacre de 10 mil hebreos en Palestina a manos de los bizantinos. Chosru II entró en Jerusalén en 614, mató 60 mil cristianos, hizo esclavos a otros 30 mil y quemó casi todas las iglesias y las cenizas cayeron sobroe el santo sepulcro. Se llevó la Cruz genuina donde clavaron a Cristo como trofeo de guerra. No es de sorprenderse que para 619 buena parte de Egipto y Bizancio eran provincias sasánidas. Tantos triunfos no pudieron garantizarle paz al pobre Chosru II, quien tras pasar unos meses gozando con su harén de chicas, vio desmoronarse todo poco a poco a pesar de que su pueblo lo aclamaba como con-quistador.
Bizancio no se quedó quieto y le echó la vaca de nuevo con una fuerte campaña militar, y uno de los hijos de Chosru II se convirtió en parricida cuando tras una fuerte reyerta, el muchacho optó por asesinar a papi. El trono le fue efímero al parricida, pues poco después de ser coronado los bizantinos lo rindieron y exi-gieron que entregara todo cuanto le había costado tanto a su padre ganar, incluyendo la Cruz genuina. 2 siglos luego, el poderoso imperio sasánida sería descargado en el inodoro de la historia, dejando tras de sí el encanto del florecimiento de las artes bajo sus mejores monarcas, pero también la mediocridad de no haber crea¬do nada nuevo y solo haber sido uno de los imperios con reyes más escandalosos de todos los tiempos.
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