sábado, 16 de enero de 2010
espeluznantes momentos de la historia
ESPELUZNANTES MOMENTOS DE LA HISTORIA
A lo largo del tiempo, han habido ratos poco aburridos y han habido momentos espeluznantes que yo no hubiera querido perderme por nada del mundo, y si tuviera una máquina del tiempo, fijaría el botón para ir ahí precisamente a esos instantes claves. La muerte a machetazos del guapísimo Alcibíades, general ateniense que traicionó a Atenas y Esparta en la Guerra del Peloponeso, fue vistosísima pues sucedió tras un pleito de meretrices en una cantina, mientras que el pobre general ateniense Pericles murió apestosamente tras el ataque de la plaga durante la guerra, evacuando su pobre vientre en medio de estertores y ruidos. Los romanos presenciaron algunas cosas bastante impaladeables cuando al degenerado Nerón se le metió la idea de usar a los cristianos como combustibles teas para iluminar sus juegos. Cómmodo prefería decapitar avestruces en sus juegos. El emperador romano Valeriano no solo dio el show cuando el sasánida mandamás Shapur I le usó la nuca como taburete, sino que su muerte fue una explosión de crueldad. Shapur le desprendió el pellejo e hizo rellenarlo de estiércol para colgarlo en un sitio público.
Julián El Apóstata, emperador bizantino, acabó mal en su lucha contra los sasánidas cuando una lanza le atravesó el hígado quedando como macabra brocheta sangrante en medio del campo de batalla. Siempre en la mejor tradición de gusto por lo macabro, el emperador bizantino Alexis V Murzúfulo fue cristianamente ejecutado por los cruzados en 1204 cuando le dejaron caer de la columna de Teodosio hacia el piso porque sencillamente no les quiso reportar los tesoros de Constantinopla. En la cruzada anterior, Ricardo Corazón de León de Inglaterra y Felipe II Augusto de Francia habían echado en un tonel de vinagre como talismánico encurtido el cuerpo del rey germano Federico I Barbarroja después que éste se murió de una congestión tras hartarse casi 5 libras de langostinos.
Una de las muertes más sanguinolentas fue la del sultán otomano Bayaceto I el Rayo, quien después de ser capturado por su enemigo Tamerlán en 1402, fue metido en una jaula como fiera común. Bayaceto no solo tuvo que presenciar que le despellejaran viva a su lugarteniente y supuesta amante Zuleika ante sus ojos, sino que la desesperación lo llevó a estrellar su mollera contra los barrotes de su jaula, ocasionando que su cerebro asomara por su cráneo fracturado y goteara como un helado a medio derretir. Es común que los historiadores del primer mundo aleguen que los oscuros tenían gusto por lo escabroso, pero los chelitos ingleses tienen mucha sangre en su historia también.
El homosexual rey Eduardo II fue ejecutado por órdenes de su despechada esposa Isabella y el método fue introducirle hierros al rojo vivo por el trasero. Los gritos que dio el infortunado monarca depuesto fueron como para cantante de opera. Antes de la muerte de Eduardo II, el padre de éste había ordenado que el patriota escocés William Wallace sufriera una de las ejecuciones más aparatosas de la historia. Acusado de bandido y traidor, Wallace fue torturado, castrado, eviscerado (quemaron los intestinos mientras aún estaba parte de ellos conectados a su cuerpo), decapitado y descuartizado por caballos.
El asesinato de Inés Pires de Castro, adorada tercera esposa del portugués Pedro I El Cruel, fue llevado a cabo mediante decapitación delante de sus hijitos a manos de sicarios pagados por el suegro de Inés. Pedro se fue a la guerra contra su padre por eso, y cuando fue rey, hizo desenterrar a su adorada mujercita para exigir que sus nobles besaran el anillo puesto en la huesuda mano durante la coronación. Juana La Loca, hija de los Reyes Católicos de España, dio todo un show de necrofilia cuando su idolatrado e inservible marido Felipe el Hermoso murió. La pobre loca se paseó a lo largo y ancho de España con el cadáver de su esposo hasta que Fernando El Católico la pescó y la metió presa a Tordesillas para poder enterrar al descompuesto Felipe.
Siempre en la tufosa familia real española, Felipe II, nieto de Juana La Loca, pasaría horribles momentos cuando su bella madre Isabella de Avis de Portugal/falleció a causa de un malparto. Como espantosa ironía para una dama tan hermosa, el cadáver de Isabella se descompuso a un ritmo tan galopante que ni sus múltiples enamorados querían cargar el apestoso féretro! Para estos tiempos, ya los mayas tenían rato de estar jugando en el Nuevo Mundo con el tradicional juego de pelota que acababa macabramente cuando el equipo perdedor era señalado para donar a un jugador. Este privilegiado era decapitado y su cabecita era la pelota para otro juego. Durante la conquista de Chile, el cruel conquistador Pedro de Valdivia fue capturado por el aguerrido Lautaro, quien tras torturarle, le arrancó la carne de los antebrazos, la asó y comió delante de él y luego le dio merecida muerte. Pero el pato de la fiesta lo pagó el sucesor toqui( Caupolicán), quien al ser capturado por los españoles y no poder devolver las pertenencias de Valdivia, fue ejecutado cuando cordialmente lo invitaron a sentarse en una filosa estaca para acabar empalado en la plaza de Cañete.
Como brocheta macabra quedó la cabecita del prejuicioso rey galo Enrique II de Valois tras la justa caballeresca en la cual un súbdito le atravesó un ojo con una lanza en medio de un gran festejo.10 días tardó en morir Enrique II y su muerte había sido profetizada por Nostradamus, el astrólogo titular de su mujer Catalina de Médicis. Enrique III, hijo de Enrique III, habría de tener muerte violenta cuando el fanático monje católico Clément le atacó hundiendo cuchillo en la real barriga. Enrique III logró levantarse y acuchillarle la cara al monje, pero murió al día siguiente de sus heridas. La reina escocesa María Estuardo, quien fue cuñada de Enrique III de Francia, sería decapitada bajo acusación de intento de asesinato contra su prima Elizabeth I Tudor de Inglaterra. Tras ser cercenada la cabeza de la Estuardo, sus labios siguieron moviéndose por varios minutos en silenciosa y espeluznante oración. No sería la única cabeza que diera horrible show tras ser separada del cuerpo, ya que cuando a la bella normanda Carlota Corday la decapitaron durante la revolución francesa por haberle hecho salpicón la barriga al agitador Jean Paul Marat mientras se daba el único baño de su vida, un fanático revolucionario tomó la cabeza de la guillotina y al alzarle ante el público, abofeteó el rostro de Carlota. Aún separada del cuerpo de la muchacha, la cabeza abrió los ojos y se sonrojó furibunda.
Lo que pocos saben es que el corazón del regio Luis XIV de Francia fue comido por un coleccionista inglés, o que el monarca británico Jorge I al enterarse que su esposa Sofía Dorotea tenía un amante, lo hizo ejecutar y mandó sus trocitos a su ex, ya que se divorció de ella porque las infidelidades eran regla para los machos pero prohibidas para las hembras.
Federico II el Grande de Prusia pasó el momento más amargo de su existencia cuando siendo un jovenzuelo, su adusto papá hizo ejecutar delante de él al teniente Katte, un rubio militar que fue el amor de la vida del ilustrado Federico. Katte fue decapitado ante los ojos de Federico, quien guardaba prisión. En el Perú, aún hay leyendas sobre la ejecución del gallardo Tupac Amaru, indio que se rebeló contra los españoles y al que tuvieron que decapitar en público pues no lograron descuartizarle mediante caballos. Jack el Destripador se llevó la dudosa distinción de ser un criminal en serie particularmente sádico, cerrando su ola de crímenes cuando mató a una meretriz y le sacó un riñón, posteriormente mandando un tuco de este órgano a la policía afirmando que se había comido el resto. En el siglo XX, unos amigos le pegaron madre susto al actor Errol Flynn cuando le llevaron el cadáver de John Barrymore para una última ronda de copas en la casa del bello pero moklinesco astro hollywoodense. Antes de eso, cuando Howard Carter halló la tumba del faraón Tutankhamon tuvieron que sacar en tucos el cuerpecito del rey niño para analizar los contenidos del sarcófago. Las torturas de los nazis a los judíos fueron inmencionables.
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