viernes, 15 de enero de 2010
por qué nos dormimos en clase de historia?
Cosas Increíbles que no nos contó El Teacher
Hace unos días, un ex alumno me Ilamó pidiendo disculpas porque hace unos años, no podía aceptar que Selim II de Turquía hubiera sido tan beodo que pasó a Ia historia coma Selim el Borrachín. En aquel entonces, el jovencito me insultó y hasta se enojó conmigo, solo para descubrir ahora que estudia en Ia uni¬versidad que cuanto comentábamos era real. Desgraciadamente, Ia historia no ha sido protagonizada solamente por buenos ciudadanos que se acuestan a las nueve de Ia noche y usan corbatas, y entre textos de historia existen cuatro cositas que nuestro teacher de historia no nos contó, quizás porque Ia administración del colegio lo corría si nos decía Ia verdad.
Cosas pavorosas pasan en todas las familias, y muchos se asombran al saber que hubo un rey babilónico que comía grama ale¬gando que era cabra. Obviamente Narbonides era un bochorno para su familia, a coma lo fue Augusto El Fuerte, un rey de Polonia que era tan alegre de bragas que tuvo más de 300 “hijos del amor” y luego adquirió a una de sus hijas bastardas como concubina, terminando de colmar el asunto. Cuando hay una boda en casa, se cree que los novios vivieron felices su primera noche pero para Luis XIII, el hijo del muy viril Enrique IV de Francia, su luna no fue de miel sino de hiel. Ante Ia presencia de un médico y su asistente, fue puesto a copular con Ia también adolescente Ana Mauricia (hija del rey Habsburgo Felipe Ill de España) bajo un cúmulo de sabanas. Sudando como una tapa de olla de vaho, Luis afirmó haber consuma¬do su deber marital. Pero pasarían casi 20 años de convivir como hermanos con su “esposa” Ana para que una tormenta pro¬piciara una real noche de amor entre ambos. Un chaparrón cayó mientras Luis XIII cazaba y se tuvo que guarecer en el refugio donde estaba Ana. Una cosa llevó a otra y para fortuna de Ia Casa de Borbón de Francia, Ana quedó par fin preñada de quien seria el glo¬rioso y bellísimo Luis XIV el Rey Sol. En esto de matrimonios, Ia idea de regios enlaces ha sido una jaqueca para Ia realeza inglesa. De acuerdo con el Acta de Matrimonios Reales de 1772-puesta en vigencia en tiempos en que el pobre Jorge Ill de Inglaterra estaba a punta de volverse loco de remate y perder las colonias americanas-se especifica que es legal que el monarca inglés se case con alguien de Ia fe católica, pero al no omitir mujeres de religiones hindú, budista, luter¬ana a taoísta, el rey inglés podría escoger a una asiática y Ia real familia tendría que quedarse con Ia boca sin protestar. Esta pro¬hibición no evitó que Jorge IV se casara con una señora católica y tuviera hijos con ella antes de que su enlace se viera nulificado para que se casara con su prima Carolina de Brunswick.
Selim lI-sultán otomano que heredó de su espléndido papi Solimán el Magnífico el trono de los Osmanlíes-tenía tanta fama de borrachito que se afirmaba que se bebía una gran botella de vino de Chipre de principio a fin sin respirar. Al ver Ia pasión de Selim II por Ia bebida, uno de sus asesores en broma le sugirió que debería de capturar Ia isla de Chipre para nunca estar sin vino. El atolon¬drado Selim estuvo de acuerdo, despachó sus tropas y el triste resultada final fue que más de 30 mil turcos perecieron en Ia aven¬tura. Un descendiente de Selim II, Abdul Aziz, fue el sultán que en el siglo XIX estaba en un plan locamente derrochador. Su servidumbre consumía 15 por ciento del erario de Turquía y tenía 900 mujeres en su harén. Impresionada con Ia tecnología moderna, compró varias locomotoras ingle¬sas pero se olvidó de ciertas detalles, coma construir rieles, para echarlas a andar. Hizo que Ia historia turca fuera modificada para eliminar récords de derratos militares, cris¬tianos y Ia Revolución Francesa, olvidando que Agatón ya había dicho que ni los dioses pueden cambiar el pasado. Este tipo de extravagancias ya las había exhibido el zar Pablo I de Rusia, el desventurado hijo de Catalina lI la Grande. En 1797 prohibió a sus súbditos el uso de sombreros redondos, zapatos con encaje o pantalones cortados en recargadas modas que estaban asociadas con Ia Revolución Francesa. Pablo también hizo barrar de los diccionarios las palabras sociedad, club, revolución y ciudadano. Prohibió el uso de taxis en San Petersburgo cuando pescaron a un taxista Ilevando una pistola en su coche.
La absesión con Ia moda de Ia reina medieval lsabeau de Francia (Ia infiel esposa del rey Carlos VI “Chale Loco”)llevó a que exigiera a sus damas de compañía que sus cinturas midieran 13 pulgadas de circunferencia. Varias de las damas se hicieran bulímicas o anoréxicas para cumplir, pero algunas acabaron muriendo. lrónicamente, lsabeau llegó a engordar tanto en su mediana edad que hasta Petunia se hubiera vista flaca al lado suyo. Sissi emperatriz también pasó par un período de anorexia pero afortunadamente Ia cosa no pasó a más porque su regio esposo Francisco JoséI de Austria Ia puso en manos de un competente galeno.
El décimoprimer Duque de Norfolk fue tan famoso por su plata como par el tufo que despedía de su persona. Para que se bañara, había que emborracharlo y literalmente lanzarlo a una humeante tina. Hasta los sirvientes se negaban a atenderle debido a su imbañabilidad. Otro “oloroso”de Ia historia fue el dirigente chino comunista Mao Tse Tung, quien no le importaba que sus colaboradores le sintieran efluvios emanan¬do de sus axilas. Otro quo le temía al agua fue el emperador austríaco Ferdinando I en el siglo XIX. Como resultado de generaciones enteras de practicar Ia endogamia (ya que se casaban can Ia prima o Ia sobrina) era severamente retardado, chiclán y tenía varias deformaciones físicas. En sus trece años de reinado solo se le escuchó decir un comentario coherente: “Yo soy el emperador y desea comer albóndigas.” Tras consumir su plato preferido no se molestó en lavarse ni las manos.
Las accidentes con mascotas han sucedido hasta en las casas más poderosas. Ramsés, el gato de Bárbara Castlemaine, Ia bella amante del rey inglés Carlos II, casi le saca un ojo en un arrebato de rabia al monarca en cuestión, y Ia jirafa que era Ia mascota predilecta del dictador romano Julia C6sar a menuda le orinaba los pies a su amo, sin que éste se enojara. El presidente gringo Zachary Taylor se vio en aprietos cuando quiso reproducir a su adorado canario Johnny Ty. Le consiguieron otra ave y se Ia echaron para quo se reprodujera, pero Johnny Ty se murió poco después del abor¬tado encuentro amoroso, ya que el nuevo canario también era macho y Johnny Ty debe haberse muerto de Ia ira, decepción y verguenza. Antes del incidente del canario de Taylor, el patilludo Martin van Buren recibió el extraño regalo del sultán de Omán: una pareja de cachorros de tigre que masticaron las alfombras de Ia Casa Blanca y casi se despachan un caballo antes que el Congreso gringo urgió al presidente a que los remitiera al zoo.
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