Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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lo dijo William Wallace

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

viernes, 15 de enero de 2010

no descansaron en paz


DESCANSE EN PAZ ¡ NI LO SUEÑE!

Hace poco, durante la vela de un prominente personaje, un camión pasó dándole tan estruendoso beso a una de las Toyotonas malestacionadas a la salida de la funeraria más cara de Managua (¡que por cierto tampoco tiene parqueo propio!) que uno de los presentes dijo que con el choque había ruido para despertar a veinte muertos más. Muchos finados de la historia no han podido descansar realmente en paz debido a los descuidos y vanidades locas de los humanos, y eso incluye al prócer nica como el general José Dolores Estrada, a quien sacaron de su nicho en la catedral hace unos años para resembrarlo en su Nandaime querido, aunque en vida, al solterón héroe de la Batalla de San Jacinto nadie se acordó de pasarle ni un plato de comida en su vejez.

Los cuerpos de grandes conquistadores como Alejandro Magno de Macedonia-el mejor genio militar de la Antigüedad- y Genghis Khan-Gran señor de las estepas del período de la Edad Media- siguen siendo pasto de leyenda ya que nadie ha podido ponerles la mano encima ni para ofrecer un ramillete de flores. Lo mismo sucedió con el hermoso cuerpo del gran unificador hawaiano Kamehameha I, a quien sepultaron con tanto sigilo para evitar maldiciones que nadie sabe dónde fue a dar este gran rey.

Algunos héroes militares han tenido los más extraños ataúdes temporales. El emperador Federico I Barbarroja tras morirse de un empacho de langostinos mientras nadaba en Cilicia durante la III Cruzada fue entonelado desnudo en vinagre antes que pudieran hallarle mejor sepulcro en Europa, y el feo, tuerto pero lascivo inglés Lord Horacio Nelson, tras morir durante la batalla de Trafalgar, fue depositado en un tonel del brandy que tanto le gustaba libar en vida.

Tras haber sido obligada a leer la obra Common Sense (Sentido Común) del autor gringo Thomas Paine cuando estudiaba historia en Francia, me di cuenta que el pobre prójimo había muerto en la más desnuda lipidia en 1809 y a pocos les importó que hubiera “pasado a mejor vida.”Pero el inglés William Cobbet se ocupó del ilustre muerto, hurgó en la tierra, sacó los restos de Paine y tuvo la idea de llevárselos a Inglaterra. El quería hacerle un mausoleo a quien consideraba su héroe. Para desgracia de Paine, los restos se perdieron rumbo a Inglaterra y nadie sabe si fue que accidentalmente, creyendo que iba repleto de basura, echaron el baúl al mar.
Para todos aquellos que hemos tenido la suerte de visitar el famoso Museo Smithsonian en los EEUU resultará curioso saber que el hombre quien donó fortuna y nombre para la creación de esta entidad jamás pisó tierra gringa, por lo menos en vida. El científico británico James Smithson dio los reales para establecer el museo que lleva su nombre, pero tuvo la sal de morirse en Génova, Italia, en 1829, sin haber puesto un pie en la tierra que él tanto admiraba desde largo.

Para 1903, el museo estaba firmemente establecido como entidad norteamericana, pero el cementerio donde sepultaron al inglés iba a ser reubicado en Génova. Alexander Graham Bell, inventor del teléfono y regente del Museo Smithsonian para ese entonces, hizo un viaje en diciembre de 1903 para traerse los restos de Smithson, y volvió el 25 de enero de 1904, siendo ésta la primera visita de Smithson a la Yunáit. No tenían listo un sitio donde reenterrarlo y nadie parecía coincidir en cómo honrar a este benefactor del saber. Eventualmente la estructura de la tumba fue enviada desde Italia en diciembre de 1904 y por fin el gran Smithson fue enterrado hasta en marzo de 1905 en Washington.



Dante Gabriele Rosetti, pintor y poeta inglés de origen italiano, se vio forzado a violar la tumba de su mujer para corregir un error cometido en un arrebato romántico. Cuando la doña murió en 1862, el desorganizado Rossetti echó en la tumba de su mujer el únmico manuscrito de unos poemas que él le había escrito. Tras haber publicado otros poemas y ver que a la gente le agradaba su pluma, Rossetti comenzó a buscar copia de los poemas que había dedicado a su mujer. Al darse cuenta que solo existía el manuscrito y estaba en la tumba de su esposa, hizo abrir el catafalco, sacó los poemas, y resolvió su lío.

El pobre estadista gringo Abraham Lincoln no solo tuvo la sal de ser asesinato de un tiro en la cabeza un 14 de abril de 1865, sino que su cuerpo fue considerado como “algo que podría instigar atentados o excitar mentes enfermas.” En 1900 su tumba debió ser reconstruida para fortificarla, así que le dieron sepultura temporal mientras la obra se llevaba a cabo. En 1901 que estuvo completa la tumba remozada, lo volvieron a echar en su hoyo. Pero el tiempo en que estuvo exhumado, Lincoln-o lo que quedaba de él- fue vertido en una jaula y luego le echaron concreto encima.

El general confederado Thomas J. “Stonewall” (Pared de Piedra) Jackson fue uno de los grandes héroes del sur, estaba casado en segundas nupcias con una joven a la que trataba como caniche en celo, poseía una barba de hombre-lobo y creía firmemente que los negros estaban predestinados por Dios para ser esclavos. Veterano de la Guerra Norteamericana Mejicana (en la cual EEUU gentilmente le arrancó a dentelladas un montón de territorio a los aztecas), fue seriamente herido por sus propias tropas al regresar del campo de batalla en Virginia. Su brazo izquierdo quedó tan desbaratado que le tuvieron que amputar lo poco que quedó como un colgajo de su cuerpo. Los restos del brazo fueron llevados por un soldado y enterrados en una tumba sin lápida. Jackson fue llevado a recuperarse pero 8 días luego murió y fue enterrado en Lexington. En 1929 el tuco de brazo fue exhumado, colocado en una cajita tras ser envuelto en tela, y resepultado en el Cementerio Familiar Ellwood cerca de Spotsylvania.

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