Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 23 de enero de 2010

amor odio entre padres e hijos


RINGSIDE FAMILIAR:
LAS RELACIONES AMOR-ODIO ENTRE PADRES E HIJOS

Algunas de las reyertas y guerras más estrepitosas de la historia se han dado porque un padre y su hijo no podían entrar en relaciones armoniosas. Al conmemorarse mañana 23 de junio una efemérides más dedicada al Padre Nicaraguense, recordaremos a estos padres e hijos que no supieron gozar de una relación sana. Malas miradas entre el papi y el bebé comienzan desde muy temprano en la historia, y cuando Macedonia ya era un reino, Filipo II hasta llegó a dudar si Alejandro era realmente hijo suyo pues el muchacho lo miraba con dagas en los ojos. Quizás uno de los agravantes en esta relación turbulenta era que Filipo había apartado a Olympia, la madre de Alejandro, para casarse con una chavalona, y Olympia no escatimó esfuerzos para enemistar a Alejandro contra papi...a tal punto que se especula si el hombre que mató a Filipo II no estaba pagado con dinero del bolsillo de Alejandrito, a quien la historia recordaría como el gran conquistador Alejandro Magno.
Genghis Khan, gran señor de la estepas, amaba a sus hijos con pasión volcánica y cifraba sus esperanzas en ellos para que continuaran con las riendas de su pavoroso imperio. Aún albergando la duda en cuanto a si su primogénito era biológicamente suyo o de los captores de su esposa Burte(quien fue secuestrada poco después de ser estrenada por Genghis), Genghis era indulgente con sus muchachos, y los regañaba muy poco para evitar disgustos, pero tras su muerte estos resultaron ser mala imitación de papá. Uno de ellos se hizo musulmán, el otro se convirtió al cristianismo, y uno de los chiquitos se hizo tan adicto al opio que murió a los 17 años de edad. Por suerte para entonces que Genghis tenía rato de haber servido de almuerzo para los gusanos.
Los pleitos entre el gran sultán Seljuk Saladino y su papá no se originaban en falta de afecto o debilidad del carácter paterno, sino en gran diferencia de ambos en cuanto a su visión del mundo. El papá de Saladino era un tosco militarzote que había engendrado al muchacho con una sirvienta, haciéndose cargo del chico con gran ternura y dedicación siendo uno de los más exitosos padres solteros de la historia. Debido a la buena educación que el papi le dio a Saladino, éste pronto entró en divergencias con su progenitor, quien creía que el mundo se arreglaba a gritos y no mediante hábiles tácticas diplomáticas.
El hecho de que Enrique II de Plantagenet, rey de Inglaterra, le diera mucho quehacer con infidelidades a su esposa Leonor de Aquitania originó que ella lo enemistara con los hijos de ambos, a tal punto que Ricardo-futuro Corazón de León-desde chiquito aborreció a papá. Leonor incluso fomentó un levantamiento de Ricardo y sus hermanos contra el ya atribulado rey, quien al saber que Juan-futuro rey Juan Sin Tierra- estaba involucrado en el complot se sentó a llorar a moco tendido. Juan, siendo el benjamín de la familia, había sido muy mimado por Enrique II, y al rebelarse le pagaba todos sus privilegios traicionándole. Enrique por su parte se había portado muy mal con su hijo Ricardo quedándose con el mandado de Alais, la prometida de éste. Enrique la había convertido en su concubina, "ensuciándole la comida" al hijo, quien optó por no casarse con la chica porque ya era mercancía de segundas.
Pedro I de Portugal, llamado el Severo, se fue a la guerra contra su padre cuando el viejo rey hizo asesinar a Inés de Castro, la ex querida convertida en segunda esposa de Pedro. Aunque Carlos I de España y V de Alemania legitimó a sus dos bastardos Margarita y Juan de Austria, a Margarita le faltaron al respeto toda su vida por ser hija de una criada. Cuando la chica fue con quejas a papi, éste sencillamente se encogió de hombros.
Felipe II de España fue un sátrapa con su hijo don Carlos pero un tierno padre con las dos niñas que tuvo con su tercera esposa Elisabeth de Valois. Felipe II acusó a su tarado hijo Carlos de armar complots contra él y lo hizo encarcelar. La muerte del muchacho se le atribuye a Felipe II, de quien se dice que aprovechando que al enfermito le gustaba la pastelería, lo hizo envenenar con un enorme trozo de repostería. Sin embargo, el mismo monstruoso Felipe II lloró mucho cuando sus hijas se casaron, y les escribía largas y sentimentales cartas en las que les manifestaba cuánto las echaba de menos. Felipe IV de España adoró a Juan José, el bastardo que tuvo con la actriz María Calderón, y lo malcrió tanto que en una ocasión el chavalo le pegó a su papi.
Lucrecia Borgia sintió que aborrecía a su padre, el papa Alejandro VI, cuando el intrigante pontífice le ordenó divorciarse de Alfonso, el segundo esposo de quien la muchacha estaba perdidamente enamorada. Lucrecia le armó tremendo bochinche a su padre protestando ante el hecho de ser utilizada como pieza de ajedrez en un tablero político. Otra gran figura histórica que alternaba entre el odio y el amor por su padre era el gran rey de Prusia Federico II el Grande. El multitalentoso monarca era hijo de Federico Guillermo, un homosexual latente que adoraba a los soldados gigantescos. Federico Guillermo solía propinar unas palizas olímpicas a Federico cuando éste era joven, y en una ocasión solamente el llanto de una hermana de Federico evitó que el viejo rey matara al muchacho. Jacobo V de Escocia, al saber que el recién nacido que le tuvo su segunda mujer María de Guisa era mujer, aulló que era la peor noticia que la podía dar. La recién nacida era María Estuardo, y Jacobo se murió pocos días después de su nacimiento, sin saber que a través de ella y su hijo Jacobo los Estuardo estarían dominando a la temida Inglaterra mientras durara la dinastía con su nombre.
Enrique VIII fue otro monarca que protagonizó aparatosos pleitos con sus hijas. Al nacerle de su tercer matrimonio el anhelado varón, Eduardo VI, ya había declarado bastardas a sus hijas María(hija de su primer enlace con Catalina de Aragón) y Elizabeth(hija de su segundo matrimonio con Ana Bolena). Valorando solo a su varón, el cual murió tísico sin haber hecho nada más que el bulto, el cuadro y el ridículo, la historia se mofaría de Enrique por su error, registrando a Elizabeth I Tudor como una de las más grandes reinas de la historia.
La relación entre el rey inglés Jacobo II Estuardo y sus hijas María y Ana sería igualmente tormentosa, ya que las muchachas no descansaban en su afán de destronarle. En España, el odio que sentía el vendepatria, cobarde y perverso rey Fernando VII hacia su padre Carlos IV cobraría dimensiones de caricatura cuando Fernando genuflectaba ante el invasor Napoleón Bonaparte pidiendo que se apoderara del trono español y echara de Francia a sus exiliados padres. Y no podemos cerrar este artículo sin olvidar los ruidosos tirones de mechas entre Aurangzeb, monarca mugalo que derrocó a su triste y viudo padre Sha Jehan y Mehmet el Conquistador, sultán otomano quien conquistó Constantinopla, y su hijo Bayaceto II, a quien el viejo sultán coscorroneaba por dedicarse demasiado tiempo a escribir poesía.

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