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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 16 de enero de 2010

epilépticos de la historia


LOS EPILEPTICOS MÁS SUFRIDOS DE LA HISTORIA

Hace muchas lunas, ya siendo militar, durante una caminata de 15 kilómetros uno de mis reclutas cayó al piso echando espuma por la boca y debido a que era tan bromista, muchos no le quisimos hacer caso hasta que nos confirmaron que padecía de epilepsia. Tras semejante susto, indagué más sobre esta enfermedad que los ignorantes clasifican como síntoma inequívoco de retraso mental. Resulta curioso que muchos epilépticos son genuinos genios, y la historia está repleta de ellos.
El rey Cambises de Persia fue uno de los epilépticos más connotados de la antigüedad. Su enfermedad fue crónica y violenta, y lo llevó a enloquecer a tal punto que se le reconoce como uno de los peores reyes de todos los tiempos. Mientras echaba espumarajos era capaz de cualquier cosa, y ninguna de ellas proporcionaba buenas noticias.
La epilepsia del gran filósofo Sócrates no le impidió llegar a ser uno de los pensadores más citados de toda la historia. Sócrates de vez en cuando se revolcaba en el piso, y su alumno predilecto Platón a menudo lo auxiliaba. Alejandro Magno de Macedonia fue otro epiléptico famoso que se recluía en su tienda de campaña cuando sentía que comenzaban los síntomas. De sus allegados, solamente su amante y mano derecha Hephaestion sabía exactamente qué sucedía, y tras la conquista de Persia, cuando “heredó” a Bagoas el euniquito de placer de Darío III, el chico persa lo atendía con primor también.

El poderoso y sensual general, historiador y gobernante romano Julio César jamás permitió que su mal interfiriera con su ambición. Padecía de jaquecas atroces, y cuando sentía que le venía un ataque se escondía. Reza la leyenda que estaba en brazos de su amante el rey Nicomedes de Bitinia cuando le sobrevino un ataque, y el pobre monarca que lo estaba manoseando salió corriendo como si hubiera visto al diablo meneando la cola. Otro célebre de la antigüedad que se vio afectado por la epilepsia fue San Pablo, quien no solo le tocó soportar el ser más feo que una tarjeta de crédito sobregirada, sino que los ataques lo aterrizaban en inactividad por días. En algunos de sus escritos mencionaba algunos de sus síntomas, que incluían un vértigo pavoroso que nada tenía que ver con experiencia religiosa.


De la Edad Media, la epiléptica más famosa fue la campesina lorenesa convertida en salvadora de Francia, Juana de Arco. El hecho que esta cuaca pero patriótica analfabeta padeciera de este mal dio pie a que las autoridades eclesiásticas que la juzgaron después de ser capturada por los ingleses, le imputaran que estaba poseída por el diablo y que era una bruja digna de quemarse.
No sería la única figura religiosa de gran relevancia que padeciera de epilepsia, ya que el Papa Pío IX pasó serios apuros por su dolencia, sobre todo después de pasar a ocupar la Silla de Pedro.
Carlos V fue un regio epiléptico como resultado de las políticas matrimoniales de endogamia que practicaban los Habsburgo. Carlos creía que bastaba rezar y a veces huía de sus doctores. Se cree que la epilepsia de este monarca provino de su bisabuela, quien además tenía fama de haber muerto más loca que una cabra que almorzó con hongos. Varios genios franceses habrían de verse señalados por la epilepsia. El cardenal y estadista Armando Le Plessis, mejor conocido como Richelieu, sufrió horrores con sus ataques. Aunque afirmaba que la presencia de sus idolatrados gatos le alejaban el malestar, nadie hasta la vez ha podido confirmar si los miaus son panacea para dicha dolencia. Jean Baptiste Poquelin, fabuloso comediógrafo y actor francés a quien le debemos obras maestras como El Tartufo y El Enfermo Imaginario, fue otro famoso epiléptico. Para colmo, en su afán de buscar una cura radical recurrió a charlatanes, y se abstenía de comer ciertas comidas. A final de cuentas, no fue la epilepsia lo que acabó con él, sino una galopante tisis que lo hizo literalmente vomitar sus pulmones.

Otro célebre galo destinado a sufrir epilepsia fue el normando Gustavo Flaubert, cuya novela Madame Bovary lo coloca como uno de los más notables novelistas de todos los tiempos. Nacido en 1821, su padre era un famoso galeno, y para colmo le tocó reconocer el mal de su hijo cuando el escritor comenzó a tener ataques durante el sueño a la edad de 22 años. Si bien al morir en Ruán un 8 de mayo de 1880 lo que lo llevó al otro mundo fue una apoplejía, Gustave Flaubert se vio aquejado de los ataques epilépticos estando dormido y despierto. El tenientito de artillería corso convertido en general brillante y emperador, Napoleón Bonaparte, también fue presa de la epilepsia. Al parecer Napo ya venía mal desde el vientre de su madre Leticia Ramolino, pues siendo bebé tuvo su toque de hidrocefalia y no tenía buena irrigación sanguínea al cerebro. Uno de sus allegados, Talleyrand, reportó que en 1805 el Pétit General delante de él cayó al suelo convulsionando y echando espumarajos. Después de 1810 tuvo pocos ataques, y en sus últimos tuvo muchas otras enfermedades (gastritis, almorranas, impotencia, ictericia y mejor no seguimos pues se van a afligir), pero la epilepsia se convirtió en un problema menor.





eorge Gordon, Lord Byron, tan conocido como libertino como por sus poemas románticos, fue un genio que también se vio afectado por la epilepsia. A menudo convulsionaba en sueños, y no siempre estaba solo en el lecho. Grazianna, una amante italiana que tuvo, huyó de él luego de verlo retorcerse durante un ataque. Otro gran genio literario que se vio afectado por una galopanmte epilepsia fue el ruso Feodor Dostoyevsky, brillante autor de El Idiota, Crimen y Castigo, Judith y Los Hermanos Karamazov. Feodor trasladó toda su experiencia con su mal hacia sus inmortales páginas. El primer ataque le sobrevino al novelista durante el período de su exilio cuando estaba condenado a muerte por sus nexos revolucionarios. Aunque Feodor pudo salvarse de ser ejecutado, tenía la peor condena dentro de su organismo desde la edad de 30 años.
El sueco Alfred Nobel, creador de la dinamita y posteriormente de los premios que llevan su nombre, sería otro personaje famoso que sufriría de epilepsia. Huraño y frágil emocionalmente hablando, Nobel a veces pasaba días en cama. El genial pintor holandés Vicente Van Gogh no solo fue famoso por sus pinturas o por haberle hecho el macabro regalo de su propia media oreja a una dama de la noche, sino que en sus últimos dos años de vida la epilepsia hizo de él casi un guiñapo humano. El gran artista expresionista al parecer traía un gran daño cerebral en el lóbulo temporal debido a que su madre lo parió con mucha dificultad y su cabecita al entrar a este valle de lágrimas sufrió mucho apretuje. Para colmo, una tía materna, y dos hermanos de Van Gogh sufrían de epilepsia, evidencia que en la familia ya existía una predisposición a esta dolencia. Tras una vida irregular de bohemio irredento durante la cual se hizo sifilítico y alcohólico, el cerebro del genio se vio muy comprometido en los últimos años de su vida, y no es de extrañarse que sobra quien diga que Van Gogh se disparó a sí mismo durante un ataque epiléptico.

Vladimir Ilitch Uliánov, más conocido como Lenin, fue otro personaje que padeció de ataques epilépticos, aunque decir esto sea un ultraje a la memoria de los bolcheviques trasnochados. A pesar de su dolencia, este hombre llegó al momento exacto y al sitio preciso cuando los Romanov fueron echados del poder por el furibundo y hambriento pueblo ruso, llegando a ser uno de los oportunistas más venerados de la historia. Todos admiraron a Margaux Hemingway, la gigantona gringa quien utilizando muy bien el apellido de su abuelo Ernest Hemingway, llegó a ser una de las grandes top models de los 70. El problema estaba que detrás de las fabulosas cejas espesas de esta bella dama, la epilepsia hacía desastres en su cerebro. La Hemingway hizo lo imposible para que su condición no fuera del dominio público, pero tras su suicidio hace unos años, la verdad sobre su calvario secreto ha salido a luz, colocándola entre los miembros de la galería histórica de los famosos epilépticos.

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