viernes, 15 de enero de 2010
madrugadores de la historia
DETESTABLES PERO NECESARIOS MADRUGADORES DE LA HISTORIA
"¿Será que esa vieja no tiene ni juco que hacer en su casa que viene a las 7 de la mañana a dar guerra?"aulló iracunda una recepcionista de un periódico pasquinoso donde laboré. refiriéndose a mi “malísima costumbre” de estar en pie desde las 4 de la mañana y presentarme temprano a laborar. En lugar de ofenderme por ser detestada, me en¬cantó recordar que estoy en la buena compañía de algunos de los personajes más madrugadores de la historia.
La costumbre de estar en pie al rayar el alba ha estado en la rutina de emperadores, guerreros y genios. El filósofo y emperador romano Marco Aurelio se levantaba antes que el gallo, y opinaba que la cama era solo para enfermos terminales. Si no estaba trabajando en asuntos de estado, solía aprovechar las primeras horas de la mañana para ejercitar su fabulosa sesera en lo que llegó a ser su libro de Meditaciones. No se le habría de quedar atrás el modesto y justo Vespasiano, un em¬perador que llegó a ser un probo gobernante y uno de los hombres más sensatos de la historia. El lujo y las comodidades que rodearon a la emperatriz bizantina Teodora no le crea¬ron malas costumbres, y la ex prostituta convertida en monarca por virtud de su matrimonio con Justiniano no permitía que le dieran las cinco de la mañana en el lecho. Teodora influyó decisivamente en la legislación que favorecía a las mujeres bizantinas, y muchas veces, ella personalmente iba con sus criadas a hacer el mercado para los antojos particulares del esposo.
Tamara Bagratiani, monarca de Georgia, también solía desayunar con yogurt a las 5 de la mañana antes de revisar todos los asuntos pendientes del reino. Muchas veces, llegaba a las 10 de la noche trabajando, sin que eso significara que al día siguiente no estuviera dispuesta a tempranear nuevamente. Tamara entonces pasa a la historia como una de las mujeres que menos durmió a lo largo de su vida.
La fabulosa Leonor de Aquitania fue otra soberana madrugadora. Casada con el muy trabajador rey francés Luis VII en primeras nupcias, Leonor estaba ataviada y bien peinada a as 5 a.m. para estar a tono con su reglo consorte. Afortunadamente, este hábito habría de acompañarla a lo largo de su larga vida tras cambiar de esposo y le traería muchísimo provecho.
Felipe IV de Francia fue otro monarca para quien nada resultaba mejor que comenzar el día a las 5 de la mañana, sin embargo las malas lenguas con la mía a la cabeza ahora afirman que fue precisamente en esas madruga¬das productivas cuando el soberano galo optó por deschincacar a los Templarios, planificar la sopapeada que le mandó al Papa Bonifacio a manos de Guillermo Nogaret y la remisión de Jacques de Molay (gran maestre de los Templarios) a la estaca para ser asado. Brian Boru, gran rey irlandés, se caracterizó por ser un hombre muy madrugador, y muchas de sus batallas contra los invasores nórdicos fueron ganadas por el factor sorpresa, ya que el aguerrido Brian los pescaba cuando aún estaban durmiendo.
Leonardo Da Vinci no solo estaba de pie al rayar el alba, sino que era tan hiperkinético que odiaba dormir la noche entera. Este hombre ¬orquesta de múltiples talentos dormía siestecitas de 1 a media hora, y muchas veces su inmensa re¬serva de energía y creatividad no le permitían pegar el ojo en toda la noche. Su alergia a la molicie sería repetida en los siglos siguientes por genios como Thomas Alva Edison-a quien se le prendió el bombillo de crear el fonógrafo en una madrugada de invierno-y el barbudo ruso Dmitri Mendeleiev, el papá de la tabla periódica de los elementos químicos. El papa Julio II se levantaba a las cuatro de la mañana en muchas ocasiones, aunque fuera solo para irle a agriar la vida a su protegido Miguel Angel, quien no era muy tempranero y a veces comenzaba a trabajar en los frescos de la capilla Sixtina hasta las diez de la mañana.
Bayaceto II del Imperio Otomano madrugaba para realizar injertos en las rosas de su jardín, ya que el gran sultán era experto jardinero. Su hijo Selim El Adusto odiaba estar en el lecho después de las 5 de la mañana, y su adicción por levantarse temprano le fue inculcada des¬de bebé a su hijo Solimán el Magnífico. Solimán afirmaba que escribía sus mejores poe¬sías antes de las 7 de la mañana.
Felipe II de España ha sido tildado de aberra¬do y asesino, pero hay que rendirle el charro de que era muy trabajador, aunque fuera para desgracia de todos. Felipe heredó lo madrugador de su bisabuela Isabel la Católica, quien se levantaba tempranísimo para ir a pelear con los moros y judíos a los cuales España debía su grandeza. Felipe II en una ocasión firmó una sentencia de muerte en contra de todos los protestantes de los Países Bajos a las 5:30 de La mañana, tras haber desayunado magramente. Afortunadamente, esa sentencia no se cumplió en su totalidad aunque el desgraciado del Duque de Alba, perro faldero del terrible Felipe II, hizo todo lo posible por derramar sangre holandesa. Pero no todos los reyes madrugadores tempraneaban para ir a masacrar al prójimo. Jadwiga de Po¬lonia madrugaba para poder recibir a todos los sabios que deseaban gozar de su patronato, Pedro I el Grande de Rusia para cortar barbas, sacar muelas y construir barcos, su hija la emperatriz Elizabeth para firmar decretos, y el rey polaco Jan Sobieski para poner¬se al día de los problemas de su patria.
El hábito de madrugar de la erudita reina Cristina de Suecia le costó carísimo a Renato Descartes, el genio francés quien vivía en la fría Estocolmo como protegido de la sabia monarca. Descartes se levantó a las 4 de la madrugada en medio de una gélida tormenta de nieve para ir a sostener urgentes conversaciones filosóficas con su mecenas, pero pescó un enfriamiento tan violento que poco después murió de pulmonía.
El gran bardo francés Juan Alejandro de Normandía (por cierto amante del rey Enrique III de Valois) se levantaba a las 4 de la mañana para hacer gimnasia en un tiempo en que pocos eran amantes de la calistenia. Esta costumbre le conservó una silueta y salud in¬creíbles al noble normando, quien aún entrado en años era tan bello que hasta sus caballos se volteaban para verlo pasar. Catalina II de Rusia fue una zarina que nunca le huyó al trabajo honesto, y ya estaba bañada, arreglada y peinada a las 5:30 de la mañana. Similar disposición al trabajo exhibió uno de los almirantes más famosos de su flota, el escocés naturalizado gringo John Paul Jones, quien estuvo al servicio de la fabulosa zarina durante un período de tiempo. Federico II de Prusia adquirió el hábito de madrugar de su adusto y sopapeador padre Federico Guillermo, mientras que Benjamín Franklin, Teodoro Rooseveltt Otto von Bismarck, Mustafá Kemal Ataturk(el padre de la Turquía moderna), Jawaharlal Nehru, el unificador yugoslavo Josip Broz Tito y Ho Chi Mihn todos fueron madrugadores de cuidado.
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