sábado, 16 de enero de 2010
platos favoritos de los famosos
LAS COMIDAS FAVORITAS DE LOS FAMOSOS
Yo olvido mi diabetes ante lasagna y chocolates, aunque pague caro después. A lo largo de la historia, numerosos personajes han tenido pasiones desquiciadas por una u otra comida, muchas veces para perjuicio de ellos mismos.
La desgracia de Alejandro Magno fue su pasión enfermiza por la mantequilla. Ya a los 33 años, cuando le dio un ataque de difteria al regreso de conquistar buena parte de lo que hoy es la India, se pegó madre hartada de este lácteo cuando ya estaba enfermo de cuidado. En vano le trató de esconder el rico lácteo su amante y mucamo persa Bagoas, porque apenas pudo Alejandro en un descuido se atoró de casi 2 libras de mantequilla y se murió poco después.
El amor de Cleopatra VII Filopator por los higos fue tan desbordante que cuando la bella reina egipcia quiso suicidarse con el famoso áspid, nadie se extrañó que pidiera una colmada cesta de higos para engullirlos en su habitación. En medio de los purpurinos frutos iba la célebre culebra que al morderle un sensual buche a la reina, acabaría con ella. Jesús de Nazareth no estaba exento de antojos humanos, y sus golosinas favoritas eran las pasas de Corinto. San Agustín de Hipona, uno de los grandes doctores del cristianismo, ponía los ojos como platos cuando miraba una buena bandeja de frutas confitadas, pero el plato favorito del huno Atila indudablemente era una brocheta de carne de cerdo con abundante ají. Teodora de Bizancio, quien pasó de meretriz a emperatriz gracias a su afortunada boda con el emperador Justiniano, adoraba las frutas confitadas y mantenía una jarra de vidrio repleta con ellas al lado de su lecho.
Carlomagno, quien fue coronado como Sacro Emperador Romano en la Edad Media y unificó las Galias, adoraba la cerveza revuelta con abundante miel. Guillermo de Aquitania, primer trovador de Francia y abuelo de la reina Leonor de Aquitania, comía abundantes ensaladas cuando los nobles miraban con desdén los vegetales. No sería el único amante de las ensaladas, ya que el vegetariano Leonardo Da Vinci las comía por libras,acompañadas solo por queso o crema. Luis XIV de Francia no se les quedaba atrás en el consumo de vegetales, pero estaba lejos de ser vegetariano. Adoraba el chancho adobado con achiote(el cual se descubrió en Centroamérica y era exportado al Viejo Mundo,donde lo vendían a precio casi de oro)y el guiso de papas.Las papas fueron muy gustadas por el rey francés Enrique II de Valois, a quien se le adjudica que hayan sido fritas “a la francesa” por puro accidente que él mismo protagonizó en la cocina de su palacio.
Lorenzo de Médicis el Magnífico era fan de las pastas que Marco Polo en la Edad Media trajo de Oriente, y consumía enormes cantidades de lasagna al igual que nuestro glotón Garfield del Cartoon Network.. El gran sultán Solimán el Magnífico era adorador de las frutas, y muchas veces él mismo confeccionaba su favorito y delicioso sherbet, o nieve de frutas, el cual por cierto era invento de su ancestro Bayaceto I El Rayo.A Bayaceto se le había anticipado en el gusto por lo helado el pavoroso Nerón, quien inventó en Roma una especie de precursor del sorbete combinando nieve con miel y pulpa de frutas en una variante del raspado actual.
El judío francés Miguel de Nostradamus no fue solamente gran médico y vidente, sino también eximio chef.Su postre favorito era una especie de flan de leche con frutas que él mismo inventó, y lo comía tantas veces como podía. Los pudines y petit fours fueron el postre predilecto de la trágica reina Ma. Antonieta de Habsburgo, mientras que las galletas de pasas eran la golosina inevitable de la reina francesa Isabeau en la Edad Media. Fue tanta la pasión por los dulces y galletas de Isabeau que hasta confesó que su hijo Carlos VII era adulterino a cambio de una pensión vitalicia que le permitiera seguir comiendo postres. No es de extrañarse que en su vejez fuera una enorme vieja guacimbora Que era más fácil brincarla que darle la vuelta.
El café despertó muchas pasiones. Traído del Medio Oriente, se le consideraba bebida del demonio por provenir de los “infieles musulmanes”.El Papa Clemente VIII afirmó que si se hacía con agua bendita hervida se le quitaba lo diabólico, y así encontró excusa para poderlo consumir a cada rato, muchas veces con abundante crema fresca. El buen rey polaco Juan III Sobiesky sentiría un gran gusto por el café, sobre todo si iba acompañado de una buena sartén de croissants, los cachitos de hojaldre que inventaron los panaderos austríacos después de que Sobiesky libró a Viena del sitio de los turcos en 1683. En cuanto al café,no se quedaría atrás Honoré de Balzac, ya que el célebre escritor francés afirmaba que no podía funcionar si no tomaba café.El eunuco cantor italiano Carlos Broschi, más conocido como Farinelli, era otro fan de la buena taza de café acompañada con buena repostería, mientras que el inventor gringo Tomás Alva Edison muchas veces prefirió una taza de café con pastel de manzana en lugar de una comida completa.
Los Huevos Enrique, llamados así por Enrique IV de Francia (quien los comía solo preparados por su amante Gabrielle D´Estreés por miedo a que lo envenenaran) fueron uno de los bocadillos preferidos del zar Pedro I de Rusia. Solía comerse de una sentada hasta 60 huevos preparados al estilo Enrique y acompañados solo con bolitroques de pan. Cuando conoció la yuca unos años antes de morir, Pedro I la pronunció “digna de los dioses” y solía comerla revuelta con crema agria a pesar de que su esposa Catalina I se quejaba que tanta yuca le provocaba meteorismo (léase flys) y no lograba dormir gracias a las ventosidades de su regio marido.
El gran novelista francés Alejandro Dumas padre no solo era tremendo bohemio, sino que era uno de los mejores cocineros que Francia ha dado. Sin embargo, prefería la comida criolla ya que su madre había sido una mulata caribeña. Adoraba el pollo en salsa roja y los plátanos fritos al estilo tostón. Su hijo, tan buen cocinero y novelista como su padre, era loco por la pastelería y su pasión por la tarta de fresa era proverbial ya. El compositor Joaquín Rossini amaba tanto el pavo trufado que en una ocasión en que estaba en una fiesta náutica, lloró como un niño apaleado cuando el platón del pavo cayó al agua. Su fruta favorita era la uva, al igual que sucedía con el emperador Tiberio de Roma y el escritor francés Emilio Zola. El amor de Guillermo el Conquistador por las manzanas lo llevó a cultivar algunas variedades de manzanas en su traspatio cuando ya era rey de Inglaterra tras haberse hecho al trono en la batalla de Hastings en 1066.
La afición de Christoph Willibald Gluck por el vino lo haría desobedecer al doctor, y tras beberse una copa prohibida el pobre compositor murió. Selim II el Borrachín del Imperio Otomano sintió tanta afición al vino dulce de Chipre que muchos dicen que ese fue el motivo oculto para invadir la bella isla mediterránea, logrando que nunca le faltara su bebida favorita.
Los pastelillos y galletas fueran la comida predilecta de la recientemente fallecida reina madre de Inglaterra, Mary .Su gusto por las golosinas era tal que Wallis Simpson, la aventurera norteamericana de baja estofa que se casó con el rey Eduardo VIII, la apodaba “Galleta” y se reía de ella casi en su cara. El rey Farouk de Egipto, quien fue depuesto por Nasser, no paraba de consumir gaseosas y frituras, mientras que el gran ídolo hollywoodense Rock Hudson se volvía loco por los hígados y titiles de pollo en salsa espesa.
Las comidas predilectas no fueron antojos solamente humanos. El corcel Abdi del caudillo avernio Vercingétorix comía manzanas a montón, Incitatus el caballo cónsul de Calígula adoraba la avena dorada con miel, una gata llamada Bitacq que tuvo el luchador nacionalista indio Tipoo Sultán prefería el couscous con aceite de hígado de bacalao y el gato Simón del Amatista se volvía loco por las sardinas portuguesas conservadas en aceite de oliva, sin olvidar que el terrier Fala de Franklin Delano Roosevelt adoraba el pollo frito.
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