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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 23 de enero de 2010

entuertos y enredos del Trono Otomano


LOS ENTUERTOS Y ENREDOS DEL TRONO OTOMANO

Les haya gustado a los cristianos de Europa o no, la dinastía osmanlí(otomanos) de Turquía fue la familia que más tiempo estuvo en el poder(641 años), y aunque comenzaron humildemente con el primer Osman en 1281, fue su destino llegar a momentos de grandeza y esplendor en manos de sultanes tan memorables como Bayaceto I el Rayo, Mehmet II, Selim El Adusto y el incomparable Solimán El Magnífico. Sin embargo, entre los otomanos hubo genuinos monstruos como Ibrahim el Desquiciado o Abdul Hammeed (con quien el imperio se desmoronó tras la I Guerra Mundial en 1919), sin olvidar que aunque las mujeres eran ciudadanas de segunda, hubo reinas de gran talante como Kosem, Turhan Hadice, y Khurrem.
El primer sultán que se encontró con serios tropiezos en su vida fue Bayaceto I el Rayo, llamado así por la velocidad con que atacaba a sus enemigos en el campo de batalla. Era un pelirrojo alto de ojos grises, guapísimo y gran poeta, pero la vida le jugó malas pasadas en el amor y en la guerra. Su matrimonio con Olivera Lazarevic, la brava hermana del serbio Stefan Lazarevic, fue un eterno pozo de miel y hiel ya que la mujer le salió más endemoniada que una gata con rabia. Para colmo en 1403 le tocó ser vencido en las afueras de Angora por el cruel Tamerlán, y el tártaro se dio el gustazo de llevárselo preso. Fue tanta la desesperación de Bayaceto al ver a sus tropas masacradas, a su lugarteniente y dicen las malas lenguas con la mía a la cabeza también amante Zuleika desollada viva, y sus riquezas malgastadas que le agarró un ataque de histeria estando preso, y se suicidó estrellando su bella cabecita contra los barrotes de su celda, dejando los sesos regados por el piso.
Otro gran guerrero sería el sultán Mehmet II, quien a pesar de haber sido visto como pariente pobre por su papi porque era hijo de la sirvienta, pronto logró que el destino le sonriera cuando sus hermanos mayores murieron y su padre tuvo que cifrar sus esperanzas en él. Este exquisito hombre, quien hablaba varios idiomas y gustaba de la filosofía y la jardinería, sería quien acabara con el imperio bizantino al conquistar Constantinopla a mediados del siglo XV. Recordando sus largas horas esperando ser tomado en cuenta por papi, tuvo la macabra idea de promulgar una ley mediante la cual se especificaba que todo sultán al ser ungido con la espada de Ayub debía mandar a matar a todos sus hermanos varones para que no hubiera guerra civil al acceder al trono.
Esta ley fraticida estaría en vigencia durante buen tiempo hasta que fuera sustituida por la ley de la jaula, mediante la cual se omitía el fraticido pero se mandaba a los hermanos del sultán a vivir confinados el restos de sus vidas en una jaula. Al morir Mehmet II el Conquistador, quedaba en el trono su hijo Bayaceto II, un hombre muy sonriente, pacifista y buen poeta y jardinero. El blando corazón de este hombre lo metería en semerendos clavos, ya que dejó escapar con vida a su hermano Djem-quien luego le pagó muy mal-y permitió que sus esposas se riñeran entre sí hasta el punto que una de ellas le asesinó al heredero habido con la primera consorte.
Djem tras reinar brevemente fue depuesto por los genízaros, el cuerpo élite otomano, y Bayaceto Ii pudo derrotar a su hermano en la batalla de Yenisehir. Djem tras huir a Egipto regresaría nuevamente a darle camorra a Bayaceto II con la ayuda de los mamelucos. Djem no dejaría de dar guerra ni estando en Europa refugiado, y dicen las malas lenguas que contando con la ayuda del papa Alejandro VI Bayaceto II mandó a envenenar a Djem por fin. Para entonces, Bayaceto II había dado demasiadas muestras de ser un blandengue y tras un ataque de apoplejía, su hijo Selim lo depuso para quedarse con el sultanato.
Selim I, llamado el Justo al inicio de su reinado en 1512 y El Adusto después de convertirse en un soberano arrogante, resultó ser un gran conquistador. Guapo, buen joyero, excelente cocinero y gran soldado, en 1514 aplastó una rebelión. Inició bien el año de 1516 derrotando a los mamelucos para poderse comer Egipto, y poco después Selim se vio reconocido como el primer califa otomano. Desafortunadamente Selim sucumbió a las úlceras y cáncer gástrico en 1520 tras haber decapitado a varios de sus mejores oficiales gubernamentales.
Con Solimán el Magnífico, primogénito de Selim I, el imperio otomano llegó al apogeo de su poderío y fastuosidad. Este hermosísimo chele de ojos claros no solo era perfecto físicamente, sino que poseía una inteligencia envidiable y un carácter multifacético. Buen soldado, excelente jardinero, gran calígrafo, eximio poeta, buen cocinero, amante de los niños y los animales y uno de los más sabios diplomáticos de la historia. Sin embargo, Este dechado de virtudes no fue feliz en su vida personal.
Enamorado inicialmente de una princesa de Bagdad(Mahi Debran Gulbehar) con quien tuvo a su hijo mayor, pronto cayó en las garras de una intrigante pero bellísima chela rusa llamada Roxelana, quien tras convertirse en su segunda consorte con el nombre de Khurrem, habría de deschincacarle la vida por completo. Khurrem hizo exiliar a su rival Gulbehar y luego intrigó para asesinar al hijo de ésta. Khurrem por su parte tuvo varios hijos de Solimán, entre ellos Selim II El Borrachín, quien heredó el trono en 1566 al morir su atribulado papi. La influencia de Khurrem se hizo sentir a lo largo de la dinastía , ya que otras dos mujeres tendrían enorme poder tras el trono. Como madre de sultán, la griega Kosem llegó a ser una dictadora tras el trono de sus hijos Murad IV e Ibrahim I el Desquiciado.
Ninguno de sus hijos se atrevía a contradecirla, pero Ibrahim sin querer habría de conseguir a quien la pusiera en su lugar. Ibrahim se enamoró de una preciosa pero dominante rusita llamada Turhan, y la enemistad entre nuera y suegra fue enorme, a tal punto que Turhan para sacársela del pelo la hizo asesinar cuando Kosem ya era una venerable pero nada inofensiva ancianita de 80 años.Turhan Hadice a pesar de ser la mami del sultán Mehmet IV gozó por un rato de su poder, pero en sus años de vejez tuvo que huir de sus lujos para poder conservar cuerpo y alma juntos.

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