Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 23 de enero de 2010

Calambres y Escandalos del Trono Persa


LOS CALAMBRES Y ESCANDALOS DEL TRONO PERSA

Uno de Los imperios más poderosos de la antigüedad fue construido por los persas. Sin embargo, tanto lujo y esfuerzo se iría a pique en 330 tras la batalla de Arbela, cuando Alejandro Magno acabó con la era dorada de Persia.
Definitivamente, el primer gran soberano que tuvieron los persas fue Cyro I, quien montó al trono en 555 antes de Cristo. Cyro fue un hombre excepcionaL en todo el sentido de la palabra: audaz, hermoso, inteligente y muy generoso. Además de ser un gran general, fue un genial administrador y como monarca fue tolerante con sus pueblos conquistados. Una mezcla poco usual de valentía con cortesía, Cyro adonde llegaba a conquistar se ocupaba de pagar sus respetos a las deidades reinantes, siendo de una tolerancia religiosa que le hubiera envidiado María Tudor de Inglaterra o Jemitsu Tokugawa del Japón. Cyro era demasiado ambicioso, por eso no alcanzó a apretar mucho lo que tanto le costó abarcar, y murió en la batalla de Massagetae al sur del mar Caspio en 529.

De sus múltiples esposas había logrado varios hijos, pero su sucesor fue un retoño igualmente guapo, pero mal de la azotea. Cambyses inició su reinado matando a su medio hermano Smerdis, y no aguantó la tentación de irse a Egipto para lo que consideró sería una conquista fácil. Menfis fue capturada fácilmente, pero los 50 mil persas enviados a anexar el oasis de Ammón murieron de sed en medio desierto tras recurrir a cosas tan grotescas como beberse sus propios orines y sangre. Para colmo la expedi¬ción que Cambyses mandó a Cartago salió mal pues la tripulación de los barcos persas se componía de fenicios, y estos se negaron a atacar a sus paisanos. Tras tanta pava, Cambyses se enojó mucho y perdió su clemencia hacia los egipcios. Se burló de los dioses egipcios, acuchilló la estatua del toro sagrado adorado como el dios Apis, exhumó momias obviando las maldiciones de las tumbas y como postre saqueó templos y quemó ídolos ante los aterrorizados ojos de los egipcios. Al querer quitarle la superstición a los conquistados, Cambyses se los echó de enemigos. Cuando su latente epilepsia se manifestó en ataques al estilo breakdance, los egipcios se burlaron de él afirmando que los dioses lo habían castigado. Ya bien loco, Cambyses optó por patearle la barriga gestante a su hermana y esposa Roxana, mató a flechazos a su propio hijo Prexaspes, enterró vivos a 12 linajudos persas y condenó a muerte al ricachón Creso (que por suerte los soldados se atrasaron en cumplir la orden, salvándose Creso. Los soldados sin embargo, fueron ejecutados por lentos).


Tras enterarse que en Persia un usurpador le calentaba el trono apoyado por unos revolucionarios, Cambyses se volvió completamente loco y se suicidó. Por fin!
Un tipo que se hacía pasar por el hermanastro de Cambyses, Smerdis, se había apropiado del trono. Siendo este usurpador fanático de la fe de los magos para botar al zoroastrismo imperante como religión estatal, otra revolución se armó y entre 7 aristócratas decidieron poner en el trono al futuro Darío I, hijo de Hystaspes. En el año 521 de la era precristiana fue que Darío montó al trono. Comenzó mal, con una rebelión de los gober¬nadores de Egipto y Lidia, con revueltas en las provincias de Susiana, Babilonia, Media, Asiria, Armenia y Sacia. Darío entonces sacó su lado implacable a bailar y pronto les puso la bota encima. Solo en Babilonia crucificó a 3 mil de los ciudadanos más prominentes para promover la obediencia.
Tras estos percances iniciales, Darío se quitó la armadura de guerrero y procedió a administrar con una equidad y sabiduría pocas veces encontrada en la historia. Trajo prosperidad y orden a su reino, y aunque ansiaba estar solo en paz, para afianzar el imperio se fue con sus huestes al sur de Rusia, cruzó el Bósforo, anduvo por el Danubio y el Volga y conquistó parte de lo que hoy es Afganistán, solo después de haber cas¬tigado a los escitas por desobedientes. Tanto triunfo le hizo suponer que era invencible, y para colmo una de sus esposas (Atossa), mientras dis¬frutaban en el lecho, le dio una broma pesada retándole a conquistar Grecia. Para mostrarle a su mujer que seguía siendo un bravo león no solo en la cama, usó de pretexto una revuelta en Jona para arremeter contra Grecia. Cruzó sin muchas ganas el Egeo, y saboreó el polvo de la derrota en Maratón. Darío volvió cabizbajo y amocepado a Persia, sin ganas de enfrentar a Atossa. Preparándose para ir de nuevo al ataque de Grecia, se debilitó y murió de fiebres galopantes. A Darío I se le debe grandes obras de ingeniería y buenos caminos. Estableció un correo más veloz y fidedigno que el cacharposo servicio que malfunciona en Nicaragua. Hizo en canal que unió a Persia con el Mediterráneo a través del Mar Rojo y el Nilo, obra que sus haraganes herederos dejaron perder en las arenas.

Xerxes, el sucesor de Darío, subió al trono en 485 antes de Cristo, y a él le tocaría seguir bailando con la loca de los griegos. Para colmo en 480 se fue acompañado de la valiente guerrera Artemisia de Halicarnaso hacia Grecia, solo para verse sopapeado en la batalla de Salamis, de donde salió más rodajeado y morado que el salchichón que ahí se produce. Tan guapo, tan deseado por sus muchas mujeres y tan vanidoso que se mira¬ba hasta en los charcos, Xerxes I luego pasó 20 años de molicie hasta que el cortesano Artabano en el año 464 decidió despacharlo al otro mundo. Todos lloraron lágrimas de cocodrilo, Xerxes fue enterrado con gran boato, y fue sucedido por Artaxerxes I.


Destinado a reinar hasta el año 423, Artaxerxes no fue particularmente brillante, pero reinó por largo tiempo manteniendo a duras penas lo que se había conquistado gracias a monarcas más portentosos que él. Darío II en 423 tomó el reino para continuar en él hasta el año 404, siendo suce¬dido por Artaxerxes II. Darío II apenas subió al trono hizo asesinar al revoltoso Terituchnes, junto con su esposa (a quien cortó en tucos) y la madre, hermanas y hermanos del absorbente familión del rebelde. Artaxerxes II en su reinado mostró ser un tipo cruel y sanguinolento, que usaba los peores métodos para castigar a sus enemigos. Entre las pocas cosas buenas que hizo Artaxerxes II fue dictaminar que los médicos habrían de cobrar consulta de acuerdo al poder económico del paciente, algo que debería ser implementado hoy en día por doquier. Este mismo Artaxerxes II, quien mató a su hijo Darío por estar conspirando, moriría de mocepa al enterarse que su hijo Ochus planeaba asesinarlo.

Ochus reinó entre los años 359 y 338, pero ya el asesinato se había hecho costumbre en Persia. El general Bagoas asesinó a Ochus y puso al trono a Arses, quien era el primogénito del rey. Bagoas mató a los hermanos de Arses para afianzarlo en el trono, pero cuando Arses mostró tener iniciati¬vas propias, Bagoas se enojó y lo mató, esta vez acompañado Arses por sus hijos. Esta vez Bagoas prefirió confiar el trono al bisexual y distraído Darío III, quien en realidad se llamaba Codommannus. Darío III, más preocupado por el placer que por gobernar, duró en el trono 8 años hasta que llegó el conquistador macedonio Alejandro Magno, quien lo vio correrse como cobarde no una sino dos veces dejando abandonadas a su madre, mujeres e hijas. Curiosamente, tras la muerte a manos de sus generales que lo consideraron en cobarde mayor en el año 330, Darío III fue sepultado dignamente por Alejandro Magno, quien tomó como segunda esposa a la princesa Barsine Stateira, hija de Darío Ill. Esta pobre chica habría de morir asesinada estando encinta del macedonjo poco después que el conquistador murió, siendo su ver¬dugo Roxelana, la primera mujer de Alejandro Magno.

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