Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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lo dijo William Wallace

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 23 de enero de 2010

bodas reales por amor


LAS GRANDES BODAS REALES...POR AMOR!

"¡Se juntaron el hambre con las ganas de comer!" exclamó mi hija Elizabeth, refiriéndose a Iván El Terrible y su amor eterno por su primera esposa, Anastasja Romanova. Resulta casi increíble imaginarse al sanguinario zar ruso llevándole flores a su primer consorte, pero la realidad es que el pavoroso Grozny se casó perdidamente enamorado la primera vez que dio el sí. A lo largo de la historia, unas cuantas bodas entre monarcas y príncipes se realizaron por amor, a pesar de que normalmente los soberanos casi siempre se casan por política. Pedro I el Severo de Portugal, al contraer matrimonio a escondidas con su idolatrada Inés de Castro (quien había llegado a tierras lusitanas como dama de compañía de Constancia Manuel, la primera mujer de Pedro), fue el hombre más feliz de la tierra. Reza la leyenda que lloró de felicidad al llevarse a cabo la ceremonia, y tuvo varios hijos con ella. Tanta dicha tendría un final trágico cuando el papá de Pedro optó por mandar a asesinar a Inés de Castro.
Cuando Pedro por fin se hizo rey de Portugal, hizo exhumar los restos de la bella Inés para que fuera coronada junto a él, y a los cortesanos les tocó el trago amargo de besar la esquelética y putrefacta mano de la difunta Inés para complacer al adusto Pedro, quien seguía amando a su adorado tormento como el primer día. Otro Pedro habría de casarse por amor: el zar a quien llamamos el Grande de Rusia. Pedro I apartó a su primera esposa Eudoxia enviándola a un convento, y Cupido lo flechó al conocer a la joven ramera livonia Martha Skavronskaya, quien era querida del Príncipe Menshikov, el mejor amigo del zar. Pedro le hizo varios hijos a la ex meretriz sin importarle que antes hubiera sido casi la cantimplora sexual de sus tropas, y posteriormente se casó con ella. Martha asumió el nombre de Catalina I y heredó el trono de Pedro cuando éste murió. Desde los tiempos de Bizancio, otra ramera logró flechar al monarca para reinar junto a él. Teodora era bailarina y prostituta, pero el emperador se prendó de ella a tal punto que olvidó su alegre pasado y la adoró, respetando sus criterios políticos y casándose con todas las de ley. El amor también tocó a las puertas del corazón de Lucrecia Borgia cuando su papá, el pontífice Alejandro VI, la casó con el guapísimo Alfonso, su segundo marido. Entre Lucrecia y Alfonso chisporroteó el flechazo a primera vista, y cuando Alfonso fue asesinado por César (el criminal y sifilítico hermano de Lucrecia), la pobre mujer pasó amargas noches llorando. Fue tanto el amor de Lucrecia por su segundo consorte que seguía teniendo sueños eróticos con él cuando ya estaba casada en terceras nupcias con Alfonso D´Este. Leonor de Aquitania, a quien casaron por política con el soso y santurrón rey galo Luis VII, fue una mujer que estaba destinada a sentir gran pasión por un hombre casi 12 años más joven que ella.
Cuando Enrique de Plantagenet fue a rendirle pleitesía a Luis VII, siendo aún sólo Duque de Normndía (luego sería rey de Inglaterra, ya casado con Leonor), el flechazo fue como un rayo para ambos. Leonor se divorció a velocidad relámpago de su aburrido Luis y pocos meses después se casaba con Enrique, llevándose como dote la mitad de Francia en tierras y riquezas.
El coup de foudre fue la base para las bodas entre Guillermo I de Orange (El Silencioso) y su segunda esposa Ana de Sajonia, quien luego habría de colmarle la testa de cachos. Por otro lado, el gran emperador mugalo Sha Jehan conoció a Arjumand Banu siendo él aún príncipe, y se enamoraron tan violentamente que él apartó a su primera consorte para casarse con Arjumand, quien fue más conocida como Mumtaz Mahal. Al morirse de parto la Mumtaz en 1631, Sha Jehan le construyó la tumba más bella del mundo: El Taj Mahal. María Estuardo, reina de los escoceses, se casó en segundas nupcias charchaleando de pasión por Henry Darnley, un chelito inglés de sangre muy azul, y de inmediato manufacturaron juntos al futuro Jacobo I. Pero la pasión pronto se agotó y María hasta se vio acusada de ser la autora intelectual del asesinato de su Henry.
Enrique VIII, el glotón rey inglés, en dos ocasiones se casó ciego de pasión y en las dos acabó llorando decepcionado, llevando a Ana Bolena (segunda esposa y madre de Elizabeth I) y a Catalina Howard (quinta esposa) a la Torre para ser decapitadas bajo acusaciones de infidelidad. Luis XIV, el famoso soberano galo a quien le llamaban el Rey Sol, a menudo perdía el corazón por sus numerosas queridas, pero cuando enviudó de su fea esposa, optó por casarse por amor y de forma morganática con la ex tutora de sus hijos, Francisca, Madame de Maintenon. Por otro lado, Mademoiselle de Nemours (sobrina de Luis XIV) se vio matrimoniada con el grotesco, tarado y asqueroso rey portugués Alfonso por gestiones de su célebre tío. Nunca se imaginó que en Portugal le esperaba el amor en la persona de Pedro, hermano menor de su espantoso y regio marido. Nemours y Pedrito se enamoraron, tramaron contra Alfonso, lo depusieron, lo echaron al tabo y se dieron a la tarea de reinar felices y casados.
Una de las bodas reales por amor más sonadas de la historia fue la de la preciosa princesa bávara Elizabeth de Witteslbach (la famosa Sissy) y Francisco José I de Austro-Hungría. Inicialmente el amarre era entre Elena, hermana mayor de Sissy, y el futuro emperador, pero Cupido enredó las cosas y Elizabeth y Francisco José acabaron atolondrados de pasión, y posteriormente casados.
Nicolás Romanov II, último de los zares rusos, también se casó por amor con la princesa alemana Alejandra de Hesse, una chela soberbia y remilgada que a él le pareció la mujer más divina del mundo. Nicky, que era a como Alejandra le llamaba, hasta casi se enemista con su papá el zar Alejandro III, por casarse con la alemancita por puro y romántico amor. Napoleón Bonaparte por su lado no hizo caso a las malas lenguas que le indicaban que Josefina, su adorada y vieja viuda, era floja de naguas. Perdidamente enamorado, se casó con ella sólo para tener que repudiarla luego porque Josefina ya no podía parirle hijos.
Tanto Alfonso XII de España como su hijo Alfonso XIII estaban destinados a casarse por amor. El primero de ellos protagonizó un tierno enlace con Ma. Mercedes de Borbón, quien no le duró mucho al morir de tisis poco después de la boda. Alfonso XIII, hijo de la segunda esposa de Alfonso XII, se enamoró tanto de Victoria Eugenia de Battenberg que se matrimonió con ella aún a sabiendas que era portadora del gen de la hemofilia. Cuando varios hijos de Alfonso XIII y su adorada Victoria Eugenia salieron hemofílicos, la pasión del rey se apagó y le reprochó a la pobre reina por algo en lo cual ella no tenía culpa. Y no podemos concluir este artículo sobre bodas reales por amor sin mencionar a la trágica pareja que fueron emperadores de México, Carlota de Bélgica y Maximiliano de Habsburgo. Carlota idolatraba a su marido, pero cuando se enteró que andaba con sífilis por haber pasado buenos ratos con meretrices en un crucero, le cerró la puerta del dormitorio.

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