Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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lo dijo William Wallace

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 23 de enero de 2010

Kitschs y estrafalarios de la historia


LOS ESTRAFALARIOS Y KITSCHS MAS COLORIDOS DE LA HISTORIA

Recientemente me di cuenta de cuán afortunada soy de ser la única mujer en Nicaragua de tener una “guardiana plenipotenciaria del escote” y una CPF dedicada solo a que la minifalda no se me suba mucho, lo cual me hace vanagloriarme del gusto por lo exótico, lo kitsch y lo raro en la vestimenta que comparto con grandes personajes de la historia. Los siguientes personajes jamás cabrían en una lista a-lo-Vanidades de “mejores vestidos”, pero sus méritos, integridad y cerebro brillante siguen siendo la envidia de los que supuestamente son los árbitros del gusto en la moda y la modestia.
El desfile de estrambóticos lo vamos a comenzar en Roma con Cómodo, el bellísimo pero perverso emperador que sucedió a su padre por afecto pero no por genes Marco Aurelio. Vestíase de mujer o de imitación de Hércules, pero de todas maneras se veía fabuloso, aunque para reinar fue el epítome del desastre. Pero seguramente que muchas chicas de blazer o señores de corbata cambiarían sus tiesas vestimentas en un santiamén por tener las cuotas de poder y riqueza que Cómmodo ostentó en su breve vida. No se le quedaba atrás el emperador adolescente de origen semita Heliogábalo, quien se vestía de sedas vistosas para ir a adorar una extraña piedra negra fálica que hizo llevar a Roma como representante del dios Baal. Procopio, durante el Imperio Bizantino, se debe de haber muerto de envidia codiciando las ricas vestimentas y joyas extravagantes de la emperatriz Teodora, quien para colmo antes de ser coronada como consorte de Justiniano, fue meretriz. Teodora usaba unos collares gruesos de oro como para amarrar leones, y muchas veces incluía flores exóticas y frutas en sus tocados.
En la Edad Media, el rollizo y talentoso Guillermo de Aquitania, primer gran trovador de la Francia medieval, se vestía con colores tan alborotados que hasta los animales se volteaban para verle pasar. Incluso al escoger escudo para irse en una cruzada, Guillermo pintó en su arma a su mujer desnuda, alzando cejas de los hipócritas y partiéndose de la risa a como yo lo hago ante los gazmoños. Gateau, el gato Manx predilecto del trovador, acompañó a su amo a la cruzada en una canasta adornada con cintas y flores, e iba ataviado con unas bombachas multicolores. Juana de Arco, la cuaca y analfabeta campesina lorenesa que salvó el honor de Francia durante la Guerra de los Cien Años, inicialmente fue tildada de “locaria” por las nobles cuando optó por irse a la guerra enfundada en pantalones y camisas masculinas. Incidentalmente, Juana al ser quemada por la iglesia en Ruán escuchó entre sus acusaciones de herejía y brujería que “esas vestimentas raras” mucho la comprometían, convirtiéndose por ende en la primera kitsch involuntaria en la historia en morir por andar la indumentaria equivocada! Lo malo es que la misma iglesia ostentó entre sus filas a un estrafalario de cuidado: Rodrigo Borgia, más conocido como el papa Alejandro VI. Este señor que fue papi de Lucrecia Borgia a menudo se ataviaba de mujer para asistir a sus orgías, y dormía con un camisón de seda con rosas bordadas que le regaló Djem el refugiado otomano a quien acabó envenenando posteriormente.
Vlad Drácula, gran patriota rumano y nunca vampiro ni conde ni nada por estilo a pesar de la mala fama que le crió el borracho Bram Stoker, usaba enormes adornos de pedrería y sombreros raros para irse a batallar contra los otomanos. Dado que era guapísimo, aún así lograba verse bien. El loco sultán otomano Ibrahim I tenía pasión por las pieles, joyas y perfumes, y solía untarse las bellas barbas castañas con litros de almizcle para luego ostentar enormes prendedores de brillantes y rubíes en ellas. Un poco más moderado que Ibrahim I, pero siempre vanidoso y bello fue el gran constructor del Taj Mahal, el emperador mugalo Sha Jehan, quien no solo ostentaba tantas joyas en su persona que era un milagro que lograra caminar del todo con ellas puestas, sino que se dio a construir el famoso Trono del Pavorreal. Tristemente, este trono fue robado por el cruel y loco Nadir Sha de Persia, quien también era tan kitsch que a veces llevaba hasta 4 chaquetas puestas una sobre otra.
Pedro I, gran zar de Rusia, les pareció horriblemente kitsch a los boyardos cuando se le metió en la cabeza occidentalizar a Rusia hasta en la vestimenta. Hasta entonces los hombres nobles de este imperio habían andado con enormes melenas, barbas hasta las rodillas y unas túnicas oscuras que daban miedo. Pedro El Gran incluyo puso una tarifa de impuesto a ser pagada por aquellos que quisieran andar a la antigua, pero como la clase adinerada generalmente es la más tacaña y quejumbrosa, los pobres peludos acabaron poniéndose pantalones y quitándose todo el pelaje de la cara.
La vestimenta de la bella pero frívola Ma. Antonieta de Habsburgo, reina de Francia por su boda con Luis XVI, dio en qué hablar incluso hasta la madre de ella, la serena y juiciosa Ma. Teresa de Austria. La emperatriz de Austria reñía a menudo a su hija porque Ma. Antonieta despilfarraba en vestidos cursis y sombreros gigantescos con plumas, flores y cristales. Antes que ella, otra reina había soltado las lenguas en París durante una visita a Luis XIV:la monarca sueca Cristina. Cristina, quien de por sí era chela y fea y muy imbañable, andaba ataviada como si su peor enemigo le seleccionara la ropa. Sin embargo, el intelecto de Cristina era fuente de suspiros, envidia y admiración dado que era la erudición personificada.
En el siglo XIX, dos gringos con extrañas vestimentas soltaron las malas lenguas. George Armstrong Custer, quien primero se cubrió de gloria durante la Guerra de Secesión y posteriormente de fango y sangre india inocente, mostró que para ser buen militar no hay que conservar el porte y aspecto en el uniforme. El bello pero cruel chele usaba pañoletas extravagantes, sombreros raros y un mostacho engominado espantoso, y con esa pinta tan particular se le recuerda como uno de los mejores militares de la historia, a pesar de que en 1876 los indios acabaron con él en la Batalla de Little Bighorn. El otro gringo estrafalario fue el genial periodista empírico y poeta Walt Whitman, quien fue uno de los primeros ciudadanos que usó los jeans de Levi Strauss cuando esa indumentaria solo se la ponían los mineros. Whitman usaba un sombrero viejo, camisas arremangadas hasta el codo y jeans ajustados con sandalias viejas aunque las chismosas del barrio y los catedráticos de leva lo miraran feo...quizás porque ellos no tenían tamaña sesera!
A finales del siglo XIX, un hermosísimo y genial gay irlandés fue criticado por sus vestimentas y gustos en la comida: Oscar Wilde. Alto, fornido y extravagante, se miraba bien aún con trajes estrafalarios, y sus recetas de sopas y ensaladas inicialmente ocasionaban rechazo...y luego adicción. Pero como ser distinto es pecado, sobre todo en sociedades hipócritas, su “suegro”(padre de su amante Bosie)logró meterlo a la cárcel solo por tener distinto gusto a la hora de hacer el amor.
Alejandro Scriabin, pianista, compositor y donjuán ruso, solía coleccionar sombreros y dicen las malas lenguas con la mía a cargo del desfile que hasta dormía con los sombreros puestos. Este extravagante imitador pálido de Chopin para colmo tuvo ideas de proclamarse el Mesías de una secta y cuando llegó de gira a los Yunáit con su amante Tatiana(ya bien pipona), los gringos casi lo sacan a patadas. Scriabin era siempre seguido por un coro de niños que le hacían burla cantando estribillos del Viejo del Sombrero.
Albert Einstein, considerado uno de los grandes genios de la ciencia y padre de la teoría de la relatividad, odiaba la elegancia y nunca se peinaba. Andaba con los zapatos destapados y los suéteres manchados.No por eso era menos genio.
Frida Kahlo, la mejor pintora latinoamericana, gozaba ataviándose ricamente con ropajes típicos de México, y debido a su bello rostro llamaba la atención por donde pasara. Yukio Mishima, gran novelista gay quien se suicidó en público en 1970, también vestía de forma estrambótica. El nipón adoraba los trajes de la época de los shogunes y su gusto por lo raro incluso le llevó a suicidarse en público en una explosión de exhibicionismo.
Exóticos? “Qué asco?” Qué dicen sin embargo de sus valiosos aportes? O de veras hace el hábito al monje?

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