Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

sábado, 9 de enero de 2010

de chico sopapeado a papa perverso


Juan XII:De Mimado chico rico a licuadora adolescente

Uno de los niños más ultrajados de la historia fue un precioso niño italiano quien por una de esas horribles carcajadas del destino, llegó al solio papal con el nombre de Juan XII entre 955 y 964 de la era cristiana.
Juan XII fue el típico caso del niñito rico a quien el destino colma de lujos y monedas, pero le priva del calor de hogar, amor y comprensión. Nacido en 637, aunque otros dicen que nació 5 años más tarde, su papi el príncipe Alberico, a quien el chiquillo miraba de cerca quizás una vez al año(porque el viejo era tufoso y el chico era habido tras la puerta), lo consideró desde que nació un instrumento político y nunca un ser humano con necesidades afectivas. Alberico ya llevaba tiempo escogiendo papas bastante paladeables mediante su plata y poder político.Alberico favorecía la reforma monástica. Era lógico que Alberico quisiera que su hijito Octaviano-que era el nombre de su vástago- fuera electo papa lo antes posible apenas Agapito II se fuera del mundo. Octaviano era bello, sabía manejar la espada y jugar pelota, le gustaba la buena mesa y era sexy. Tenía dinero para despilfarrar, y olvidar que su padre ni le hacía mayor caso. Cuando el viejo Alberico estiró los caites, Octaviano tomó sus títulos y propiedades. Estaba considerado por las chicas casaderas como un buen partido. Cuando el papa Agapito II se murió, gracias a Alberico II de Spoleto, Octaviano subió a la silla de San Pedro sin que muchos sospecharan que el adolescente que era iba a ensuciarla a como pocos.Siendo el primer papa en cambiarse el nombre desde que Mercurio fue electo y se hizo llamar Juan II, comenzó a dar rienda suelta a sus más bajos instintos sin importarle la sotana que llevaba puesta. Lo odió con pasión ese viejo chismorro que conocemos como Liutprando de Cremona, quien tenía por lengua una víbora parada peor que la de vuestra servidora. Aunque Juan gozó temporalmente del poder de su posición, pronto se vio en aprietos. Berengario, rey de Italia, se había hecho tan impopular que el papa expresó los sentimientos de los italianos cuando llamó al rey Otto I de Alemania para que liberara a Italia de la tiranía del odioso. Otto, envalentonado por Juan, persiguió al tirano hasta las montañas para luego entrar triunfalmente a Roma, donde Juan lo recibió con gran boato. Otto muy agradecido le otorgó a Juan privilegios y territorios para garantizarse tan regio apoyo. Una vez más se repitió la historia navideña del papa coronando a un Sacro Emperador Romano, pero esta vez no era León III coronando al respetable Carlomagno, sino queen este año 962 el disoluto Juan adornaba con cetro a uno de los reyes más dudosos de la historia. Otto luego celebró su payasada yéndosela norte a buscar cómo deschincacar de una vez por todas a Berengario.A Juan no le comenzó a gustar la cosa cuando Otto quiso supervisar Roma como patio de gallinas. Ipso facto Juan se le volteó a Otto y comenzó a urdir tramas con Berengario y el ijo de éste, Adalberto. Al inicio Otto se rascaba la barriga dela risa pensando en qué nimiedades discutiría el tirano con el papa chavalón, pero la facción imperialista de Roma no tomó las cosas como chistes y llamaron a Otto que regresara a poner silencio en el bullpen.
Al retornar en noviembre Otto en 963, Juan salió corriendo como cucaracha mal baygoneada mientras Otto arrodillaba a los romanos haciéndoles prometer que jamás elegirían papa alguno sin su germano consentimiento. Un sínodo llamó a Juan que regresara y enfrentara juicio ante tantas acusaciones en su contra(entre ellas perjurio, asesinato, sacrilegio, adulterio e incesto)Juan ripostó amenazando con excomulgar hasta a los gatos de la ciudad Eterna
Si osaban poner un antipapa en su silla. El concilio puso un antipapa y tras un mes de espera declararon a Juan depuesto y eligieron al laico León VIII, pero el poder de éste duró un día pues apenas Otto salió de Roma, Juan regresó con gran relincho y gloria. Cumplió con sus promesas de excomunión y les hizo la vida un infierno a los imperialistas. Cuando le fueron con el cuecho a Otto, preparó su retorno, pero estaba alistando armas y maletas cuando se dio cuenta que Juan se había muerto en pecado un 14 de mayo de 964.
Desde que las hormonas le funcionaron a Juan, había sido un adicto del sexo. No era de extrañarse que su muerte se diera mientras se contorsionaba y agitaba igual que una licuadora a plena velocidad haciendo mousse. Juan estaba gozando de las mieles del placer sensual en la cama con esposa ajena cuando vio al diablo por un hoyito. El marido de la susodicha adúltera había entrado hasta la habitación donde Juan yacía con los pies hechos cucharas y los ojos como los de punche en primer hervor y se disponía a agredirlo por el adulterio cuando Juan sufrió un infarto del purito miedo. Pasó 8 días entre la vida y la muerte, con la lengua como trapo e inconsciente en un lecho de seda y cuando por fin expiró ni le dieron el santo viático

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