jueves, 14 de enero de 2010
Pachacuti
EL CATACLISMO DEL IMPERIO INCA: EL FORMIDABLE PACHACUTI INCA YUPANQUI
Uno de los hombres a quien yo más he admirado es el gran emperador inca Pachacuti, quien cumplió a cabalidad la profecía que le hicieron que sería como un vivo cataclismo que cambiaría el orden del mundo. Pachacuti en realidad fue el último emperador del régimen de Cuzco y el primer inca de Tahuantinsuyu y con él se forjaron los cimientos del poderoso imperio inca. Vigoroso, hermosísimo, pragmático y muy trabajador, Pachacuti fue un luchador inigualable.
Cuando Pachacuti vino al mundo en febrero de 1413 ó 1415, los historiadores no concuerdan en el año exacto, era un cipote nacido en una familia muy linajuda. Era hijo del gran emperador de Cuzco Viracocha (octavo en la línea de soberanos) y entre sus ancestros contaba al legendario Manco Capác quien de acuerdo con la leyenda era retoño del mismito Sol Inti. Era un saludable y rollizo niño quien exhibió dones de mando desde la más tierna infancia, además de una salud a prueba de todo. Siguiendo la tradición de su pueblo, siendo adolescente lo casaron con una hermosa joven noble, y luego adquirió varias esposas más en calidad de consortes secundarias. Los dones de conquistador de Pachacuti-cuyo nombre en quechua significa cataclismo- se exhibieron cuando se lanzó a la conquista de sus rivales, los chancas. Una vez que probó la miel de la victoria, no hubo manera de detenerlo. No es de extrañarse que en 1438 tomara las riendas del imperio como soberano absoluto. Trabajador infatigable, poseedor de una visión increíble, inició la expansión del Imperio Inca más allá de lo que hoy conocemos como el Perú. Al inicio intentó respetar las culturas y religiones de las más de 500 tribus unificadas bajo su puño de hierro, pero cuando hubo brotes rebeldes no dudó en desatar una represión férrea Tan hábil en la guerra como en la administración, Pachacuti dotó a su gobierno de un sistema estatal en el cual el orden, la puntualidad y la eficiencia erradicó la corrupción que se había ido infiltrando en la burocracia de su difunto padre Viracocha. Así, por ejemplo, organizó las ciudades conquistadas según el modelo inca y encomendó su gobierno a una jerarquía de funcionarios que habían de rendir cuentas de su gestión en Cuzco. Esta capital del Imperio durante el reinado de Pachacuti superó los 100 000 habitantes y era tal modelo de limpieza y belleza que Pachacuti se hubiera mofado increíblemente de nuestros ineptos alcaldes de hoy.
Pachacuti jamás dejó de mostrar predilección por su primera esposa adquirida cuando era apenas un adolescente de sedosas trenzas largas. Aunque tuvo muchos hijos, Túpac, su sucesor fue habido con esta primera consorte. Pachacuti en 1463 puso a su hijo Tupac al mando de las tropas, preparándole para asumir el rol de mandamás cuando él ya no fuera de este mundo. Pachacuti en su madurez y vejez se ocupó de favorecer la construcción y promover la producción agrícola. Entre sus legados arquitectónicos figuran el Templo del Sol, en Cuzco, la ciudadela de Sacsahuaman, cerca de la capital, y Machu Picchu, la ciudad-fortaleza enclavada sobre el valle del río Urubamba. A este soberano se atribuye también la adopción del sistema de cultivo en terrazas, que caracterizó el sistema agrícola incaico.
El hombre no era muy diferente al político. Desconfiaba hasta de su sombra, y por eso hizo establecer un sistema de chequeo y equilibrio que imposibilitaba a los funcionarios meter la mano gruesa para robar el erario. Celoso y apasionado, celaba a sus mujeres continuamente. Se le atribuyen más de 60 hijos, pero Túpac habría de sucederle cuando en 1471 le tocó abandonar este valle de lágrimas. Pachacuti jamás había sufrido ni la más mínima dolencia en su larga y fecunda vida, pero en la vejez, una pulmonía lo atacó con la furia de un huracán. Su afligido hijo Túpac se retorcía las manos al lado del lecho del moribundo, irritando al anciano a punto que Pachacuti le espetó,” Para qué me quieres aquí, quieres evitarme la gloria de hacerme completamente divino?” Al fallecer Pachacuti su hijo Túpac asumió el poder sin mayores problemas, algo que no se repetiría en la historia cuando futuros emperadores incas lucharían contra hermanos, militares y hasta sacerdotes para establecer el mando. Al morir Pachacuti, atrás quedaba la gloriosa sucesión de su ancestros desde Manco Capác, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Capác, Capác Yupanqui, Inca Roca, Yahuar Huacác y su padre Viracocha Inca. Su hijo Túpac siguió su ejemplo de gran guerrero, y tras Tupác reinó Huayna Capác, quien solo añadió pequeños tucos de territorio por estar de libidinoso. Los bisnietos de Pachacuti fueron Huáscar y Atahualpa, quienes en la lucha por el trono se trenzaron en pleitos y Atahualpa acabó matando a su hermano, conservando su cabeza para beber de ella. Pachacuti se debe haber revolcado de vergüenza en su tumba cuando su bisnieto Atahualpa se vio vencido y capturado por los españoles imbañables del asesino Francisco Pizarro, para luego ser vilmente ejecutado.
Hoy recordamos a Pachacuti como un gran monarca, valiente guerrero y un hombre cuyo odio por la corrupción fue tal que deberíamos rezarle todos los nicaragüenses, y mi gato más sagaz lleva su nombre.
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