Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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lo dijo William Wallace

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

lunes, 4 de enero de 2010

entre pujos


LOS PARTOS MAS PINTORESCOS DE LA HISTORIA


Es indudable que al momento de dar a luz, las mujeres estamos en el momento más crucial del ajedrez de nuestras vidas. Mientras algunas hemos quedado traumatizadas por el alumbramiento, jurando nunca volver a quedar más ensangrentadas y desgastadas que el Asia tras una embestida de Genghis Khan, otras han protagonizado el rol de sus vidas al traer al mundo a sus criaturas.

El parto de Olympia, esposa adúltera de Filipo II de Macedonia, dio como resultado uno de los conquistadores más admirados de todos los tiempos: Alejandro Magno. Aunque Filipo II a menudo expresó dudas en cuanto a su paternidad del rubio y bello macedonio, al momento en que le presentaron al bebé no dudó en cargarlo en brazos, algo que en antiguos tiempos era el gesto oficial de reconocimiento del hijo. Reza la leyenda que Alejandro debutó en este valle de lágrimas con los ojos abiertos como para no perderse ni un detalle del mundo que habría de domar a sus pies, y que un can que sería las delicias de su primera infancia engulló la placenta en que este conquistador venía envuelto. Para Olympia el parto no fue mayor problema, pues según muchos testigos tardó "solo el tiempo que le toma a uno preparar la comida y deglutirla" en traer al mundo a Alejandro. Una vez que a Alejandro (quien prefería hombres para placer y mujeres para cumplir con el deber) le tocó ser padre, cuando su taimada y hermosa esposa Roxanna le dio a su heredero a 10 meses de la boda, el aguerrido guerrero -quien había visto tanta sangre en los campos de batalla- casi se desmaya cuando vio las sábanas ensangrentadas después del parto. Este pobre bebé y su madre estaban destinados a morir asesinados por Casandro una vez que el conquistador sucumbió a la tifoidea.

Uno de los partos más peculiares de la antiguedad fue el del rey sasánida Shapur II, heredero del odiado soberano Hormuz II. Este Hormuz les caía gordísimo a sus nobles porque tomaba del rico para darle al pobre, cargó a la clase dominante con impuestos para sufragar obras de progreso para los desposeídos y estableció cortes con jueces tan probos que la ley no estaba a la venta. Para evitar que las cosas empeoraran para ellos, los nobles derrocaron a Hormuz II y eligieron al bebé en ciernes que su esposa aún albergaba en su abultado vientre. Para que no hubiera confusión alguna, colgaron una corona de oro encima de las menudencias de la pobre reina para que al momento del parto la criatura saliera con la corona puesta. Nacido en 309 y muerto 70 años después, Shapur II fue uno de los reyes más longevos y amados de su época, y tenía tan buen talante que cuando le relataban lo cursi que se veía con la corona cuando era bebé, tenía la gracia de desternillarse de la risa.

Quizás el parto más aparatoso de todos los tiempos lo protagonizó una hermosa princesa siciliana, Constancia, cuando trajo al mundo a uno de los grandes monarcas de la Edad Media, Federico II El Grande. Nacido en 1194, entró al mundo en medio de un alboroto armado por 19 cardenales y obispos a quienes la princesa Constancia había aglutinado en torno suyo en insistencia de alumbrar en público. El parto en sí se dio en el mercado de la población de Jesi, a cien millas de Roma.

Todo lo que pudieron atestiguar los pobres prelados fue que el chico era un robustísimo varón con todas sus partes en su lugar, y que su madre indiscutiblemente era la espléndida siciliana, quien por cierto estaba muy bien formada y lucía bien aún cubierta de sangre. Más adelante, la Iglesia habría de adjudicar la paternidad de Federico al diablo, dado que una vez que el chico llegó al trono mostróse despiadado, arrogante, deprovisto de prejuicios y con un odio casi patológico hacia la religión organizada. A pesar de ser el emperador del Sacro Imperio Romano (al cual Voltaire le llamó "ni sacro, ni imperio, ni mucho menos romano"), coronado en 1212 como rey de los romanos y en 1220 como monarca de Alemania, acabó siendo el rey de Jerusalén cuando compró esta ciudad a los sarracenos durante la 6ta.Cruzada. La Iglesia lo excomulgó dos veces y le llamaba "el sucio sultán de Sicilia", dado que regía desde una corte a lo Mahometana repleta de intelectuales judíos y árabes y poseía un envidiable harén de bellezas cuidado por redondos eunucos. Entre las ocurrencias de este muchachito nacido en medio de agitados prelados estuvo el preguntarle a un papa qué diablos hacían los ángeles todo el día en el cielo, algo que le cayó como balde de agua helada a los religiosos de aquellos remotos entonces (y por cierto que hasta la vez deben esa explicación!).

Cuando el Renacimiento florecía en Europa, el sultán Selim de la dinastía de Osman se prendó de una pelirroja esclava escocesa llamada Cyra. Al momento en que la preciosa mujer iba a dar a luz a quien sería conocido como Solimán el Magnífico, Selim no estaba presente, pero Cyra para desahogarse de alguna forma de los espantosos dolores escogió gritar obscenidades en su lengua natal. Cuando los esclavos le contaron al amo Selim que su favorita al dar a luz se expresó en términos desconocidos, el futuro sultán le preguntó a Cyra por el significado de estos... a lo que la astuta escocesa le dijo con una seductora sonrisa,"Mejor dejémoslo así."

Isabel de Castilla, quien con su esposo Fernando de Aragón formaba el binomio llamado los Reyes Católicos de España, no vio motivo de abandonar sus guerras contra los islámicos que aún poblaban parte de la península ibérica sencillamente porque estaba en cinta. Uno de sus hijos vino al mundo en medio de una campaña, y a los pocos días de alumbrada ya estaba la reina montada de vuelta en su mula para seguir dando camorra a los moros.

Un parto que puede calificarse de incendiario fue el de Pablo Romanov, llamado por la posteridad Pablo I. Pablito era hijo biológico de Saltykov, un amante que tomó la libidinosa y hermosa Catalina II de Rusia cuando su marido, Pedro III, probó ser impotente. Al momento en que Catalina dio a luz, quizo distraer a Pedrito para que no llegara con escándalos ni preguntas (recordemos que el pobre loco solía decir,"No comprendo cómo Catalina quede embarazarse..."). Dado que Pedro III era pirómano, Catalina mandó a una servidora a que le pegara fuego a una casa vecina. Pedro se distrajo lo suyo presenciando el incendio mientras su avispada mujer traía al mundo al futuro zar Pablo I, el cual no llevaba ni una gota de sangre Romanov. De esa forma, Catalina pudo dar a luz a varios hijos más (esta vez engendrados por otro amante, Grigory Orlov) mientras su esposo (a quien Orlov y sus hermanos habrían de asesinar poco después) gozaba de las llamas.

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