Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

martes, 12 de enero de 2010

Napoleón BOnaparte


EL PEQUEÑO GRAN CORSO: NAPOLEON BONAPARTE

Desde que vi una pipa con la cabeza de Napoleón, grotesco aditamento en que solía fumar su tabaco mi padre, la figura del Pequeño Gran Corso ha ejercido una fascinación casi hipnótica para mí. Una vez en París no podía perderme de visitar su tumba en Les Invalides, y en 2 períodos de vacaciones fui a Córcega -donde lo aborrecen porque lo acusan de haber sido bueno para Francia, y no para los corsos en sus ansias independentistas- y a Inglaterra para ver los restos de su caballo Moranca -que no era blanco y cuyo cacaste acabó en el museo del ejército británico. Napoleón Bonaparte pasa a la historia como uno de los estrategas militares más audaces, un hombre apasionado que no tenía buenas migas con la iglesia y un tipo desalmado con los animales.

Napoleón vino al mundo en Ajaccio, Córcega, un 15 de agosto de 1769. Desde chico solía asumir el mando de sus numerosos hermanos, y ya siendo un apuesto pero chaparro jovencito, le dio por meterse al ejército. Napoleón tuvo su primer roce con la fama cuando en 1793 se destacó en el sitio de Tolón, cuando las fuerzas inglesas le prestaban ayuda a las huestes de los realistas galos tras darse la aparatosa Revolución Francesa. En 1795 este bajito teniente de artillería fue llamado a París, lo hicieron general y tras haber hecho un despiadado aplastamiento de un tumulto del populacho parisino, lo mandaron al frente de los ejércitos franceses rumbo a Italia.

Ahí consiguió varias victorias contra los ejércitos austríacos, se tomó el trabajo de exigirle a sus cocineros que sustituyeran la mantequilla (la cual se ponía rancia en el calor italiano) y se ganó un lugar en la historia de la gastronomía al haber apadrinado el nacimiento de la margarina. Napoleón inmediatamente que terminó de dar guerra en Europa, fue a dar jaquecas a una intensa campaña en Egipto (1799). En secreto regresó a París para aprovechar los pleitos internos del Directorio y contando con la ayuda del ensotanado Siéyes, dio el golpe de estado. Primero se autollamó Primer Cónsul, para sentarse en la silla del poder por 30 años. Posteriormente se autollamó y se autocoronó emperador. Hizo una dictadura militar tras la pantalla de humo de una constitución que lo convertía en amo y señor de Francia.

Azotó a Europa con lo que hoy conocemos las Guerras Napoleónicas, en una voracidad de expansionismo que dejaba a todos atónitos. Puso a su hermano José en el trono español cuando Carlos IV abdica a favor de su hijo el vil Fernando VII de Borbón, y casi rasga la frágil tela (de fustán dicen las malas lenguas) que era la soberanía polaca. En 1812 saboreó el polvo de la derrota en Rusia al no poder adueñarse del imperio de los zares y en Leipzig, al año siguiente tuvo una aplastante derrota. Napo marchó al destierro en la isla de Elba, y cuando quiso recuperar su trono el Duque de Wellington terminó de deschincacarle sus aspiraciones en una sangrienta derrota en Waterloo en 1815, donde su pobre caballo Moranca fue capturado. Napoleón fue exiliado a Santa Elena, su familia cayó en desgracia, su segunda esposa María Luisa de Austria ni se acordaba de él y murió solo, sin margarina y amargado el 5 de mayo de 1821.

Si bien Napo fue un general invencible en sus lides guerreras, como amante tuvo sus cuantas lágrimas amargas que derramar.

A los 18 años perdió su virginidad con una prostituta de las calles de París, y este encuentro furtivo no hizo nada por vencer la timidez del corso ante las mujeres. En 1795 quiso casarse con Eugenia Clary, hermana de la esposa de su hermano José Bonaparte. Bruscamente Napoleón retiró su petición de boda y Eugenia cumplió con su destino de convertirse en la reina de Suecia al casarse con el francés Bernadotte que llegó a ocupar el trono sueco. Napo pronto descubrió que le fascinaban las "señoras de las cuatro décadas" y más. Anduvo con dos elegantes viejas: Mademoiselle de Montansier (60 maduras primaveras) y Madame Pernon de cuarenta bien cumplidos. El hambre se juntó con las ganas de comer cuando el Conde Paul Barras, ansioso de librarse de su amante criolla la viuda Josefina de Beauharnais, decidió heredársela a Napoleón.

Barras convenció a Napoleón que la sensual y casquivana Josefina tenía buenos contactos sociales, y Napo optó por casarse con Josefina mientras medio París se reía de él por haber pagado por lo que todos consumían gratis. En la noche de boda la consumación fue tan aparatosa que Fortuné, el perrito faldero de Josefina, mordió a Napoleón creyendo que los gritos de su ama eran debido a que el minúsculo nuevo marido la estaba matando. Desde Italia, Napo le enviaba incendiarias cartas a Josefina, escritas en medio del fragor del combate de la campaña contra los Habsburgos. Le recomendaba que no se bañara para encontrarla conservada en sus jugos, ya que su olor natural lo enloquecía.

La realidad es que Josefina era estéril y le era infiel. Era gastona, y amiga de pagar deudas "en especies." Buscando el heredero, Napo quiso casarse con "una matriz conveniente" y tras divorciarse de Josefina en 1809, a quien él mismo había coronado su emperatriz, contrajo nupcias con la ambiciosa María Luisa de Austria. En 1810 Napo tuvo su primer hijo legítimo de María Luisa. En ese mismo año, una condesita polaca le había dado un bastardo llamado Alejandro, fruto de la fogosa aventura amorosa que tuvo
con ella cuando los polacos ansiaban la independencia de su país y la tuvieron que conquistar aliándose con el Pequeño Gran Corso. María Walewska, una mujer casada con un conde mayor, fue literalmente entregada como botín político por los polacos a Napo, quien la poseyó por primera vez cuando ésta se desmayó del miedo. María sería la única mujer de sus tantas amantes que lo amaría sin condiciones y con una pasión descomunal.

Napoleón tenía como costumbre acariciar a sus soldados, lo cual le ganó muchos comentarios en cuanto a si era marica. Napoleón nunca condenó el homosexualismo, tan común en sus tropas. A los 42 años, Napoleón perdió su potencia sexual. Lo que muchos no conocen es que Napo era una persona con fuertes pasiones anticlericales, y durante su régimen la iglesia se vio fuertemente amenazada en Francia. Napo casi redujo a Pío VII a un triste rol de capellán suyo, quitándole de las manos la corona para ceñírsela él solo al declararse emperador mientras el pobre Papa tragaba gordo del bochorno. Las relaciones entre Napo y este papa fueron muy conflictivas, y cuando el Pequeño Gran Corso se hizo rey de Italia, le sacudió tanto la alfombra al Papa que éste tuvo que ceder enormes cuotas de poder. Napo tampoco fue muy amante de los animales, solía patear a los caniches de su primera esposa y los corceles de sejército estaban tan imbañables y maltratados que era chiste en Europa que la caballería francesa podía detectarse por su tufo.

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