Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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lo dijo William Wallace

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

domingo, 10 de enero de 2010

La Laguna perdida


KARIM ALDANA

“ Cuidado con lo que soñamos. Lo peor que nos puede suceder es que se cumplan nuestros sueños.”Bayaceto I Yildrim, sultán del Imperio Otomano.

Karim Aldana, cuando estuvo en clase de religión durante su secundaria en uno de los mejores colegios de Managua, casi se reía a mandíbula batiente cuando el Padre Ernesto los hizo leer aquella parte del viejo testamento donde se habla del envidiado José, quien sabía interpretar sueños tan bien que el faraón de Egipto lo engrandeció tras haber llegado a la tierra del Nilo con una mano adelante y otra atrás. Lo que mejor hubiera hecho el tal José vendido por sus hermanos celosos era ponerse una cintita roja al cuello para evitar el mal de ojo, afirmaba Karim Aldana, a como yo hago con mi gato de angora que tengo ahora y que es la sensación de la cuadra donde vivo ahora que soy adulto.
Por esa costumbre de hacer burla de todo y no creer en nada es que no daría importancia al sueño que tuvo una noche cuando le costó conciliar el sueño. Craso error había sido ése.
Karim Aldana a sus 29 años estaba donde cualquier profesional hubiera soñado. En medio del caos económico de Nicaragua, trabajaba para un organismo no gubernamental que juraba hasta con los dedos de los pies que velaba por los niños en situaciones de riesgo, y Karim Aldana ganaba un montón de dólares haciendo supuestamente el bien pero mirando a quien. Estaba soltero (impescable como sábalo, se regodeaba ante el espejo en pose de John Travolta cuando este actor aún no era la trompuda pelota de sebo que es hoy en día), tenía cejas y ojos árabes y la preciada virtud de comer en proporciones pantagruélicas sin aumentar un kilo que estropeara su perfecta talla 28 de pantalón.
Pero de vez en cuando se estresaba. Eso le sucedió una noche de mediados de octubre mientras la lluvia caía como una gruesa y cálida sábana de agua. Estaba muy cansado, pero no lograba dormir. Quizás era la emoción de haber pagado a precio de guate mojado por un bello Mercedes Benz del año 65, al cual refaccionó completamente y lo pintó de fucsia. Cuando dieron las doce de la noche, estaba seguro que si no bebía una deliciosa y humeante taza de leche con azúcar un poquito de armagnac, no iba a dormirse. Este sabroso remedio tardó en surtir efecto, pero hacia las 3 de la mañana, Karim Aldana por fin pudo conciliar el ansiado sueño. Pero no roncó en paz por mucho rato. Tuvo el sueño que habría de marcar su vida, por breve que ésta estaba destinada a ser.
En el sueño, Karim se vio a sí mismo conduciendo su centelleante Mercedes Benz fucsia. Iba por la carretera sur, y se vio pasando del 7 sur, hacia el empalme de la carretera vieja a León. Poco después se visualizó manejando por la carretera sur, atisbó apenas hacia el valle de Ticomo y por un momento lo miró azulado, como si estuviera lleno de agua. Se frotó los ojos en el sueño, y se dijo que estaba loco. Sin embargo fue subiendo por la carretera, pasando por la Colonia Becklin, luego la entrada al INCAE y ascendiendo más y más. Una suave neblina parecía envolver el lujoso auto en el cual él iba. Al llegar al km. 20 de la carretera visualizó la quinta Angélica. Rezaba la leyenda popular que en esa granja, años atrás, se había cometido un crimen pasional y un enloquecido padre de familia había exterminado violentamente a su esposa e hijos, dejando la sangre de los mismos en las paredes de la residencia. La gente afirmaba que ahí salían los fantasmas de los miembros de la desdichada familia, y que en una ocasión cuando una unidad de comunicadores del ejército sandinista en medio de los 80 estuvo ahí. Los soldados duraron pocos días pues salieron huyendo espantados, confirmando que no toda propiedad confiscada era deliciosa. Lo que Karim Aldana vio raro en el sueño es que apenas finalizaba la cerca demarcatoria de la supuesta casa embrujada, había un camino, una especie de carretera angosta, muy bien pavimentada, de por sí un milagro en un país donde aún las carreteras principales tienen más cráteres que la luna.

En el sueño, Karim Aldana se sintió sorprendido de encontrar este caminito como novedad. La bruma estaba densa, hacía frío, pero decidió entrar al caminito. Fue recorriendo lentamente porque a pesar de las luces halógenas del auto, la niebla era tan espesa que temió chocar con algo. Era extraño, pues conforme bajaba por el camino hacia una especie de verde cañón repleto de vegetación, no vio gente, ni animales, ni granjas o casas. A pesar de que era media mañana, no había canto de pájaros ni nada. Un silencio total. Karim Aldana prendió el lector de disco compacto y el concierto en do menor para flauta in orquesta de Antonio Vivaldi invadió el interior del auto. Karim Aldana continuó conduciendo cuidadosamente hasta que llegó al final del camino. Al fondo, a mano izquierda, miró una laguna mediana, redonda, cuyas aguas eran intensamente azules. Karim Aldana se sorprendió de encontrar agua ahí. No recordaba que nadie le hubiera mencionado, ni en clases de geografía, que esa laguna existiera en camino a El Crucero. El paisaje era tan bello que a pesar de la neblina, la cual era menos densa acá que a la entrada de la carretera , Karim Aldana se desperezó, apagó el motor del Mercedes y se salió del mismo. Se quitó el calzado y los calcetines, se arremangó los jeans hasta la rodilla y una extraña fuerza pareció atraerlo hacia las aguas azuladas que lucían tan frescas y tentadoras. Karim Aldana caminó lentamente hacia la orilla y sonrió al sentir que el agua estaba tibia. Sería alguna laguna volcánica, o algo como las aguas termales de Tipitapa? El hombre se sintió maravillado ante tanta belleza del paisaje mientras seguía adentrándose en las aguas de la laguna. Estaba extasiado, tanto que no miró hacia sus pies y una garra gélida surgió del agua tibia, atrapó su tobillo izquierdo y el dolor se apoderó de él. En ese momento acabó el sueño y Karim Aldana se despertó sobresaltado, dando gritos y al darse vuelta casi aplasta a su durmiente gato de angora con el collarcito rojo al cuello.
El corazón parecía estar buscando salida por su boca, tenía la piel cetrina eriza y estaba temblando. El sueño había sido tan real.Ya eran las 5 de la mañana, no tenía caso tratar de dormirse de nuevo. Siempre llegaba temprano al trabajo. Además, temía que esa cosa de la garra gélida lo estuviera esperando más allá de sus párpados árabes, lista para matarlo.Se fue a la cocina, proporcionó dos huevos crudos con crema al gato-quien no habiendo sido el que tuvo pesadilla mostró gran apetito-y se enrumbó al baño. Hoy no habría baño de inmersión en la tina, se parecía demasiado a meterse en la maldita laguna de su pesadilla. Abrió el chorro de la ducha, titubeó por unos segundos antes de entrar en contacto con el agua recalentada, pero al fin comenzó a bañarse. Toda la calidez del agua y el perfume agradable del jabón Irish Spring se le fue al carajo a Karim Aldana cuando se enjabonó el tobillo izquierdo. Ahí había la marca amoratada como de una garra de reptil, como si de verdad hubo algo que lo quiso atrapar en su sueño y llevárselo hasta el fondo de la laguna y la inexistencia. Comenzó a dar gritos como loco. No se percató que llamaba a Ingrid, su Ingrid, a quien él había mandado a abortar alegando que la barriga no era suya. Ingrid, quien había esperado casarse con él tomando por garantizado que si vivían bajo el mismo techo y venía un hijo en camino, lo más natural y lógico era una boda aunque fuera en un orden cronológico disparatado. Ingrid, quien se había muerto desangrada cuando a los 4 meses y medio, por fin logró que el mismo obstetra que se negó a atenderla por vía del seguro social, la llevó a un cuchitril en una barrio donde hasta los gatos andaban con bazooka desde las tres de la tarde, y ahí procedió a descuartizarla sin merced, todo por 1,500 dólares pagados por adelantado(claro, los muertos no pagan y cayendo el muerto, soltando el llanto).Por qué la llamaba ahora? Ingrid ya tenía meses de muerta, él vio el cadáver, vio cómo quedó…Nunca lo olvidaría. Ingrid muerta parecía haberse reducido de tamaño, era un triste trozo de carne pálida y mutilada, sus manos largas como patas de tortuga, o de un tyranosaurius rex infantil.
Karim Aldana salió de la ducha, se envolvió en una mullida toalla y antes de vestirse procuró calmarse. Examinó detenidamente la huella en su tobillo. Era como una garra de un saurio, 4 dedos que se delineaban morados. Debajo habían hematomas. Se puso unos calcetines que le quedaban flojos, luego se terminó de vestir y no desayunó. El gato de angora lo quedó viendo perplejo, como queriendo saber qué le pasaba a su socio, quien normalmente devoraba un copioso desayuno.
Karim Aldana pudo haber olvidado el regusto a miedo, la sensación de estar perdido, la angustia azulada de la pesadilla. El médico a quien visitó para que le examinara el tobillo izquierdo le afirmó que lo más probable era que él mismo se hubiera hecho daño al enredar el pie en una sábana retorcida. Muchos conforme se contorsionan en medio de una pesadilla logran hacerse moretones, rasguños y hasta morderse la lengua.
Conforme iban pasando los días, se decía a sí mismo que ya estaba un poco adulto como para creer de veras en los sueños, que para la Biblia, que era una obra maestra de ficción llena de adulterios, guerras e intrigas, el asunto de hacer fortuna adivinando sueños estaba bueno para José, pero no para él. Si el analizar sueños hubiera sido fuente de ingresos, ya Karim Aldana hubiera dejado su lucrativo puesto en el organismo no gubernamental y hubiera abierto un caramanchel para adivinarle las pesadillas y hasta los pedos a medio mundo. Se dijo a sí mismo que era absurdo estar llamando a una muerta, que él no tenía vela en ese entierro y lo más probable era que Ingrid no hubiera estado grávida debido a él. Al fin y al cabo la había conocido estando casada con otro, y no había garantía que el embrión que fue descartado hubiera sido suyo. Estaba loca, cómo iba a pagar por lo que había conseguido gratis? Tomarse el agua que él mismo había ensuciado, vaya que no! Eso lo hacían políticos asesinos por razones de imagen, y hasta en catedrales, pero él no. Incluso, la curiosidad había sido tan grande que se había dedicado una tarde entera a escudriñar mapas de Nicaragua, y en ninguno aparecía la laguna de su pesadilla, se dijo Karim Aldana para apaciguarse los miedos.

Trece contaditos días después del sueño con la laguna inexistente, Bernard Pollock, su jefe, asignó a Karim Aldana la tarea de visitar las filiales del organismo y le dijo que priorizara la de Jinotepe. Parecía tener prisa en que Karim Aldana citara a reunión a los que laboraban en la filial de Jinotepe. Karim Aldana montó en su flamante Mercedes Benz fucsia e inició su viaje hacia las 9 de la mañana del 2 de noviembre. Se enrumbó por la carretera sur, echó gasolina en una estación ubicada después del Valle de Ticomo, y colocó un CD de Vivaldi en el lector de discos del auto. Cuando llegó al km.20 de la carretera sur divisó la quinta Angélica y se dijo que iba a comprobar que todo había sido un sueño pues no encontraría el camino por el cual descendió en su sueño. Pero al terminar la cerca de la legendaria casa abandonada, el corazón de Karim Aldana ejecutó un salto mortal en su velludo pecho. Ahí estaba el camino, a mano izquierda de la carretera. Nítidamente pavimentado, se podía apreciar que era recientemente abierto. Karim Aldana tuvo ganas de apretar el pie contra el acelerador, pero el auto se le apagó súbitamente. Cuando pudo arrancar de nuevo, el volante parecía tener voluntad propia y Karim Aldana se encontró a sí mismo girando hacia la izquierda lentamente. Una sábana de neblina estaba descendiendo hacia su alrededor, y conforme iba bajando por el camino, se percató que no había gente, ni casas, ni granjas ni animales. Un silencio total parecía querer apagar la música de Vivaldi que se escuchaba dentro del carro. Karim Aldana no podía controlar su curiosidad, y aunque sabía que todo estaba igualito a su sueño, no lograba hacer que el retroceso entrara en función. Iba manejando a través de la neblina. No puede ser. No habrá laguna al fondo, esa laguna no existe!Se dijo. Quizás estoy soñando y no me doy cuenta que voy manejando dormido. Pero no hay laguna. No sale en ningún mapa.
Pero pocos segundos después que se repitió esa frase a sí mismo como mantra protectora, Karim Aldana pudo ver que la neblina era menos densa, y hacia la izquierda, donde acababa el caminito, estaba la laguna con aguas azuladas y rodeada de densa vegetación intensamente verde. Era un paisaje bellísimo, y Karim Aldana no se pudo contener. Igual que en el sueño, se quitó calzado y calcetines, se enrolló los jeans hacia arriba de la rodilla y mientras el corazón le latía como si fuera a salirse de su pecho, entró a la laguna. Estaba como hipnotizado, no tenía voluntad propia. Esto es como cuando en la Edad Media te decían que los brujos te sentaban un sapo negro encima de tu voluntad para luego hacer de uno lo que ellos deseaban, pero me está pasando a mí. Pudo ver que las aguas tibias y azuladas cambiaban súbitamente hacia una temperatura fría y el color se tornaba rojo, como si el agua se convirtiera en sangre o borgoña. Antes de perder el conocimiento, sintió la garra gélida y fuerte rodeando su tobillo izquierdo.

Nadie jamás supo nada más del joven abogado Karim Aldana. El delegado del organismo no gubernamental lo quedó esperando en Jinotepe, y reportó a su jefe que Karim Aldana era tamaño irresponsable. El gato de angora con la cintita roja de collar desapareció de la casa de Karim Aldana y aunque sus padres lo buscaron, no pudieron dar con él.
Una tarde, un campesino de las inmediaciones de la quinta Angélica se preguntó cómo eran de raros los ricos que dejaban un carro tan lujoso tirado a la mitad de la carretera. El campesino, tras inspeccionar el auto para ver si había algo valioso adentro que le pudiera beneficiar y encontrar al gato de angora maullando en el asiento trasero, hizo que su patrón llamara a la policía para reportar la ubicación del auto. El gato de angora, sin embargo lo conservó y lo llevó a su humilde choza, donde el animal aprendió a comer cuajada y tortilla. La mujer del campesino le tomó cariño al animal también, pero siempre le extrañó que a veces en las noches, el gato se perdía detrás de la quinta Angélica, y venía con las cebollitas mojadas en algo que parecía sangre.

20 de enero del 2005

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