Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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lo dijo William Wallace

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

lunes, 4 de enero de 2010

los culpables de nuestra desgracia


MATRIMONIO HECHO EN EL CIELO...PARA INFIERNO NUESTRO!


Un buen día de octubre, una jovencita muy linajuda e intrigante y un adusto muchacho se reunieron a escondidas para casarse: Isabel de Castilla-hermana del rey Enrique IV el Impotente- y Fernando de Aragón. No fue una escapada romántica, porque no había amor todavía entre ellos, pero al fin y al cabo unieron sus destinos a escondidas para unificar la hasta entonces fragmentada España. Muchos historiadores consideran que el matrimonio de los Reyes Católicos-a como fueron llamados por el disoluto, ingenioso y rapaz papa Alejandro VI-fue hecho a medida de un cielo católico, pero la realidad es que como producto indirecto de esta unión el infierno se hizo presente en nuestro continente(léase que los cheles españoles nos vinieron a deschincacar la raza.)
Isabel de Castilla llegó a coronarse reina de su terruño por culpa de la fisiología deteriorada de su hermano Enrique, quien era tan inservible en la cama que se ganó el sobriquet de El Impotente. Al casarse con la libidinosa princesa Juana de Portugal, éste parece haber buscado solaz sensual en un tal cortesano llamado Beltrán de la Cueva, y como producto de sus noches de emocionados jadeos parió a una infanta llamada Juana, a quien le montarían el apodo de La Beltraneja y el estigma de la bastardía. Isabel aprovechó que su linda sobrinita no se parecía a papi para quedarse con el mandado de ser la heredera al trono de Castilla, y cuando se casó con el guapo pero malencarado Fernando, España quedó unida a través de dicha boda.
La convivencia trajo el afecto, y pronto Isabel estaba pariendo como coneja. 5 de sus vástagos lograron llegar a la edad adulta, pero tuvo numerosos abortos espontáneos porque Isabel insistía en ir personalmente a las campañas bélicas contra los moros para estar animando a sus soldados, aunque ésto significara la incomodidad de andar montada arriba de una mula y con una enorme barriga gestante.
Isabel y Fernando le echaron la vaca no sólo a los moros, sino que también hicieron todo por convertir a numerosos judíos al cristianismo. Los que rehusaban ser católicos eran torturados, despojados de sus posesiones y finalmente exiliados, y un 2 de enero de 1492 se marca la más ignominiosa fecha de la historia del racismo en España cuando estos piadosísimos Reyes Católicos expulsaron a miles de sefarditas del territorio ibérico, mostrando al mundo que eran unos malagradecidos que primero se bebieron la leche del conocimiento, la sabiduría y la prosperidad que trajeron los judíos a España y luego maldijeron la vaca. Los conversos que quedaron en España fueron los artífices de la posterior prosperidad del unificado reino, y aún así siguieron viviendo en temor porque Fray Tomás de Torquemada, el confesor de Isabel, presidió el Tribunal Supremo de esa aberración sanguinolenta que se llamó la Inquisición. Miles de personas fueron atropelladas en sus derechos, llevadas a la hoguera, torturadas y asesinadas, y hasta Rodrigo Borgia, el ex cardenal español convertido en el Papa Alejandro VI, sintió asco y repulsión ante las atrocidades cometidas por los santísimos Reyes Católicos en contra de los hebreos. Alejandro VI, quien no los veía con buenos ojos a Isabel y Fernando, se negó a perpetrar persecusiones contra los judíos.
En 1492 también se dio que el último reducto de los moros, Granada, cayó en las codiciosas garras de los Reyes Católicos, y Fernandito e Isabel fueron a aceptar las llaves de la Alhambra. La libertad de cultos prometida en medio de la pasión del triunfo le duró poco a los musulmanes, quienes poco después de entregar Granada se volvieron a ver vejados. Muchos de ellos fueron convertidos a la fuerza al cristianismo.
El matrimonio cuajado de celos que eran Isabel y Fernando (y mayormente porque este hombre era bien ojo alegre) alcanzó la inmortalidad cuando un chele genovés llamado Cristóbal Colón hizo su piojosa aparición en la corte española tras haber recibido un portazo en las narices por parte de los portugueses. Colón le cayó demasiado en gracia a la reina, y en 1492 Isabel decidió financiar el viaje del aventurero Colón en busca de una ruta más inmediata para fomentar el comercio con la India y Catay (entonces así se referían a China). Curiosamente, Colón llevaba consigo a un judío de los que tanto hacían rabiar a su adorada Isabel, y sería éste, un tal Rodrigo de Triana, quien gritara cuando ya estaban a punto de un motín ¡TIERRA TIERRA! No han faltado historiadores quienes consideren que el apego de Isabel por el rubio Colón haya sido algo más que una pasión pasajera o un afecto maternal desviado, tomando en cuenta que Fernando, después de ver gastada y arrugada a su reina tras tanto parto y malparto, andaba siempre haciendo de las suyas en la corte.
De los hijos que llegaron a la edad adulta, los Reyes Católicos los utilizaron para tener jugosas ganacias conjugando el verbo casar en términos políticos. Catalina de Aragón fue enviada a Inglaterra a casarse con Arturo, Príncipe de Gales, y a la muerte de éste por tisis sin haberle puesto un dedo encima a la muchacha, en segundas nupcias con el glotón Enrique VIII quien estaba destinado a hacer a la pobre infanta monumentalmente infeliz después de gastarla con malpartos y desprecios. Juana, quien era tan desquiciada a como era bella (y era hermosísima), fue a parar como esposa del guapo pero bueno para nada de Felipe el Hermoso de Borgoña, hijo del emperador Maximiliano de Habsburgo.
Juana, al casarse con este débil pero mujeriego Felipe que huía de su lecho para restregarle queridas en la cara, estaba destinada a sufrir horrores, y a protagonizar un inmenso ridículo cuando murió de resfrío su adorado consorte. Juana se negaba a enterrar a su idolatrado tormento, paseándose por toda españa con su marido muerto hasta que Fernando le puso fin a la macabra fiesta encerrándola en Tordesillas. La introducción de la dinastía de los Habsburgo a través de la boda de Juana con Felipe habría de ser como una maldición para España, dado que estos señores tenían la manía de casarse entre sí para producir todo tipo de tarados.
Al morir Isabel, Fernando no le guardó demasiado luto. Buscó cómo casarse con una muchacha joven con esperanzas de que le pariera un hijo varón (recordemos que el Príncipe de Asturias habido con Isabel había muerto muy joven tras una aparatosa boda con una prima), pero como en aquellos entonces ni se soñaba con inventar el Viagra, Fernando se fue a la tumba sin dejar al ansiado retoño varón y la corona de España fue a parar a manos de Carlitos, el hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso. A Carlos le habría de tocar la continuación de la épica agridulce de sus abuelos mientras su esposa Isabel de Portugal le pusiera los cachos con varios nobles y hasta con el pintor Tiziano que la pintó tan favorablemente, mientras en este continente los indios sometidos por la corona española sufrían con uno de los yugos más crueles, y menos "cristiano", que haya visto la historia.

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