Si caminamos hacia el sol dejamos las sombras detrás

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lo dijo William Wallace

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Ing.Adolfo Urrutia y Cecilia,2005

domingo, 10 de enero de 2010

revolución...o revoliática?


LIBERTE, EGALITE ET FRATERNITE? LAS SAMOTANAS DE LA REVOLUCION FRANCESA

Habiendo vivido en Francia en mis tiempos de estudiante, algo que admiro del pueblo galo es su capacidad para exhibir su buen sentido del humor y verle el lado divertido aún a los desastres. La mecha de la Revolución Francesa se encendió un 14 de julio de 1789 cuando el furioso pueblo de París se tomó la fortaleza de la Bastilla, hartos de aguantar a que Madame Déficit (la chela reina Ma. Antonieta) los mandara a “comer tortas si no tienen pan” mientras ella hundía sus manicuradas uñitas en el erario. El lema de este cataclismo social que se dio era de Liberté(libertad), Egalité(igualdad) y Fraternité(fraternidad), pero lo que es discutible es cuánta ración hubo de estas sabrosas palabras.
Tanto Ma. Antonieta como su pusilánime, gordinflón y flojo esposo Luis XVI perderían la cabeza y no por amor, sino que en la guillotina cuando los franceses les pasaran la cuenta por tantos abusos. Primero se despacharon al rey, quien además de corona ostentaba unos vistosos cachos cortesía de su frívola, gastona y libidinosa esposa. El turno le vino luego a la altiva Ma. Antonieta, quien a la hora de irse hacia el macabro invento del Dr. Ignacio Guillotin ya era solo un guiñapo comparada con la elegantísima y engreída monarca que fue. Curiosamente, el Dr. Guillotin había inventado su maquinita de cortar cabezas con la idea de minimizar el sufrimiento de los condenados, sin pensar que la guillotina tendría más atractivo que un ídolo de rock de nuestros tiempos para atraer público. Los campos de trigo a las afueras de Lyon tragaron tanta sangre de las víctimas de la revolución que quedaron estériles.
Tener sangre azul después del 14 de julio de 1989 se convirtió en pecado mayor en Francia, y conforme Luis XVI fue perdiendo rápidamente su cuota de poder, todos los franceses prohibíanse llamarse señor. Eran ciudadanos nomás, y los tenderos, artesanos de renombre y mercaderes llamados sans cultotes(sin pantaletas) jugaban a disimular su riqueza y a ser uno más del barrio porque sino les caía la teja, perdón, la guillotina. Entre los más famosos reos que estuvieron en la fortaleza-cárcel de la Bastilla había estado el perverso, sexy y letrado Marqués de Sade, famoso por sus orgías, látigos para las nenas y obras porno como Justine y Juliette. Había aterrizado ahí merced a una lettre de cachet, que era una orden que el rey vendía para meter al tabo a cualquiera sin derecho a juicio ni apelación. Durante meses, Sade se estuvo desgalillando gritando obscenidades como loro enloquecido desde su celda, pero para el día en que el pueblo parisino se tomó la bastilla, lo habían llevado a otro tabo y se perdió el show. Posteriormente este noble pasaría a ser juez revolucionario por un breve tiempo, y se hacía llamar ciudadano Sade, pero tuvo el mal tino de hablar verdades sobre el pasado libidinoso de la viuda Josefina de Beauharnais, quien a estas alturas era el amorcito lindo del liliputiense general corso Napoleón Bonaparte, y el “ciudadano Sade” fue a acabar sus días declarado loco al manicomio de Charenton, quizás porque en las revoluciones también hay censura y quien abre mucho la boca le cae bozal peor que el del código negro de nuestro Coronel Luna. Sade moriría en 1814 aún encerrado, pero es mentira que le hayan hecho la lengua en salsa de hongos.
Las figuras protagónicas de la Revolución Francesa exhibieron muy poca fraternidad al tratarse entre ellos. Danton, quien era mujeriego, bolo consuetudinario y más feo que un sapo vestido, tenía complejo de predestinado. Cuando la suerte se le acabó a Danton, lo mandaron casi a velocidad de águila a la guillotina, pero tuvo tiempo suficiente para mencionar que “de lo único que me arrepiento es que me voy del mundo antes que esa sucia rata fea que es Robespierre.” El mencionado Maximilien de Robespierre, quien decía ser incorruptible y casto (probablemente sea cierto que murió virgen porque era imbañable, feo, impotente y pedante...regalado era caro), tenía ideas peligrosas. No quería que el ejército francés se enfrentara en guerra contra Austria pues tenía miedo que los galos salieran sopapeados y llorando. Robespierre mandó a la guillotina a cientos de enemigos suyos, incluidos literatos, mujeres y científicos. Al arribar el año 1794-en pleno Reino del Terror- le echaban el muerto a Robespierre de proporcionarle 800 cabezas por mes a doña Guillotina. Robespierre detestaba toda mención de religión, y el enorme poder de la iglesia católica se vio tan mermado bajo el reino del Terror que todas las imágenes religiosas fueron deshechas, el domingo fue abolido para que la gente no fuera a misa y las calles con nombres de santos vieron sus nombres cambiados. Pero en realidad Robespierre no era propiamente ateo. Quiso sustituir a Dios por otro ser supremo de acuerdo a sus extraños conceptos de la revolución, y un 6 de junio de 1794 escogió vestirse de blanco con una túnica como nacatamal mal envuelto para oficiar una especie de misa como supremo sacerdote de un culto loco al espíritu revolucionario. Fue ahí que sus correligionarios se enteraron que el pobre cotorrón estaba perdiendo la chaveta y tramaron para sacárselo del pelo. El 27 de junio de 1794 fue la última aparición en público de Robespierre, y en esa ocasión dijo tener en mano una lista de gente que iba para futura ejecución. Todos temiendo que ellos estuvieran en esa lista negra-al igual que sucediera con el loco emperador romano Cómodo hace tantos siglos, a quien ahogaron en su bañera-fraguaron complots para quitarse a Robespierre de en medio. Sabiendo el susodicho que lo querían matar tras haberlo arrestado el 28 de junio, quiso suicidarse pero hasta en eso falló. Tuvo tan mala puntería que se disparó hacia su feo rostro, y en La Conciergerie poca atención le pusieron a su mandíbula fracturada. Su peor castigo de momento fue el no poder hablar. El 27 de julio Robespierre fue a dar a las fauces de la guillotina, y con su muerte el terror se fue a otro lado.
Pero el reino del Terror había dejado familias incompletas, miles de exiliados, caos y traumas. Durante este período habían surgido personajes casi caricaturescos. Un médico convertido en periodista empírico y agitador fue Jean Paul Marat, a cuya pluma y lengua se atribuyen centenares de persecuciones y ejecuciones. Elogiaba la guillotina como si fuera un amante hablando de su amorcito. Pero Marat habría de acabar tristemente, con la barriga hecha salpicón mientras tomaba un baño de inmersión. La autora de su muerte fue una bella pero cuaca normanda, Charlotte Corday, quien luego pagó por el asesinato siendo remitida a la guillotina. Tras haber cercenado la cabeza de la normanda, uno de los seguidores de Marat abofeteó su cara ante la muchedumbre, y se dio el macabro espectáculo que los ojos de Charlotte se voltearon a ver quién le había pegado y con la última sangre que tenía en la cabeza se sonrojó de ira por última vez. La tina donde Charlotte mató a Marat fue exhibida ante un altar como objeto casi sacro.
La Revolución Francesa sirvió de telón de fondo para el surgimiento de uno de los líderes más carismáticos de la historia: el corso Napoleón Bonaparte. En su rocosa isla mediterránea, aún hoy en día sus paisanos no lo quieren porque afirman que Le Pétit General prefirió invertir su genio y fuerzas en engrandecer a Francia y no para lograr la independencia de su terruño. Tras el reino del terror, le tomó 5 años a Napo pasar de tenientillo de artillería que lució muy bien en el sitio de Toulon hacia ser el líder capaz de tomar las riendas del país. Aunque al inicio la dio con dulce ganando batallas y actuando como si fuera cualquier hijo de vecino, tras coronarse como emperador muchos revolucionarios se vieron traicionados al ver que el chaparrito que había nacido en la sala de su modesta casa en Ajaccio se dejaba tentar por la creación de nuevos títulos nobiliarios, convirtiendo a sus toscas hermanas en princesas y regalando ducados y condados a su camarilla, incluyendo al audaz y trapero José Fouché, a quien le dio el título de Duque de Otranto. Sin embargo, aunque Napoleón haya reprimido al marqués de Sade, se casó por amor con una libertina y pateó como pelota de soccer a Fortuné(el caniche de Josefina, quien de veras sí era impertinente).. y pudo haber convertido a Europa en un sangrante campo de batalla, a él le debemos la organización de prefecturas y la creación de la Legión de Honor.
Libertad? Igualdad? Fraternidad? Tras tantos años después de la revolución que sirvió para cambiar los ideales del mundo occidental, habría que revisar cuánto aplicaron los galos esos conceptos no solo a sí mismos, sino a sus colonias y territorios codiciados. Estarían de acuerdo el incomparable Ho Chi Minh de Vietnam, las víctimas de la intervención en el Chad en el siglo XX, o los que perdieron familiares en la Batalla de Argel cuando al iniciar la década de los 1960 Argelia sangró para soltarse del yugo? Sin embargo, Liberté, Egalité y Fraternité siguen siendo el mantra de miel que hipnóticamente repetimos para apurar tragos amargos con sello a revolución.

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